La mañana del domingo 27 de noviembre el pueblo de Estella-Lizarra se reencontrará con su historia rindiendo un homenaje a los defensores del Castillo Mayor de Lizarra y al Mariscal del Reino Pedro de Navarra. Con motivo de las celebraciones del Vº aniversario en torno a lo acaecido en 1512, se produjo en Navarra un importante debate entre los historiadores.
En juego estaba el clarificar el relato histórico de la guerra que padeció el viejo reino entre los años 1512 -1530. La historia oficial siempre había defendido la tesis de una libre anexión a Castilla y que, si bien hubo una invasión, la conquista había sido muy beneficiosa para Navarra ya que le permitió acabar con los enfrentamientos sangrientos entre agramonteses y beamonteses que impedían el desarrollo económico y el bienestar del reino.
Planteamientos que fueron desautorizados por la aportaciones de los nuevos historiadores, que demostraron que Navarra sufrió una ocupación militar en toda regla y fue una conquista no aceptada ya que, durante los 18 años que duró la contienda, los navarros y navarras intentaron por tres veces recuperar su independencia. Además en la época en que Navarra fue invadida, los reyes de Navarra, Juan de Albret y Catalina de Foix, habían pacificado el reino, garantizando la convivencia entre los dos bandos rivales y relanzando con sus reformas la maltrecha economía del reino.
No existía, pues, razón alguna para que un ejército extranjero invadiese Navarra, destituyendo a sus legítimos soberanos. La codicia, la ambición y la falta de escrúpulos del Rey Fernando, también llamado el Falsario urdieron un plan maquiavélico para que Navarra cayese en sus manos.
Es muy importante conocer el relato de lo acontecido en el pasado para que podamos reescribir nuestro futuro. Por ello, cuando honramos a los navarros y navarras que defendieron el Castillo y Mayor y recordamos la figura del jefe del ejército navarro, el mariscal Pedro, debemos conocer el relato de los acontecimientos que han condicionado el devenir de nuestra historia.
La rendición del Castillo Mayor de Estella
Mientras el Mariscal Pedro de Nabarra negociaba en Burgos la neutralidad del reino para evitar una posible invasión, Fernando el Católico dio la orden para que su ejército, compuesto por 12.000 soldados, entrase en Navarra. Esto sucedió el 19 de julio de 1512 y apenas encontraron resistencia en su marcha hacia la capital del reino. Unos 300 ballesteros roncaleses, pertrechados en el desfiladero de Oskia, hostigaron al ejército invasor, que seis después acampaba frente a las murallas de Iruña.
Los reyes de Navarra Juan de Albret y Catalina de Foix se refugiaron en sus posesiones del Bearne. El 25 de julio capitulaba Iruña y, tras la rendición y entrega de la misma, la mayoría del territorio navarro se puso bajo la obediencia del rey Fernando. Entre las excepciones se encontraban la ciudad de Tafalla y su castillo,los valles pirenaicos de Erronkari y Zaraitzu, algunos valles de la Baja Navarra y el castillo Mayor de Estella. Un mes después, el domingo 22 de agosto, las tropas españolas entraron en la ciudad del Ega. Las tropas invasores tomaron posiciones en el convento de Santo Domingo e iniciaron el cerco al Castillo Mayor. Mientras las distintas poblaciones iban rindiéndose y jurando fidelidad al rey Fernando, los castillos de Estella seguían resistiendo.
La resistencia del Castillo duró todo el mes de octubre, siendo cada vez la situación más crítica y angustiosa para los defensores. La única esperanza para los sitiados era que un grupo del ejército del rey navarro que estaban poniendo cerco a la ciudad de Iruña, rompiese el agobiante asedio. Pero la ayuda no llegó y los defensores del Castillo Mayor negociaron su rendición; una rendición honrosa ratificada en Logroño por el rey Fernando de Aragón,
El 30 de octubre de 1512, los defensores del Castillo, con los pendones de Navarra y Juan de Albret tendidos, desfilaron por las calles del Estella, por el pasillo que les hacían los alaveses, riojanos, beamonteses navarros y españoles. Lideraban con dignidad el cortejo el Señor de San Martín y Vélaz de Medrano. En el último bastión de resistencia a los invasores ya no ondeaba la bandera de Navarra,
El castillo Mayor de Estella sobrevivió a la ola de destrucción de castillos y murallas que ordenó Cisneros para evitar nuevas sublevaciones. Sin embargo cuando perdió su valor defensivo, fue dinamitado con pólvora en 1572, lo que provocó la destrucción del castillo y del claustro e iglesia de San Pedro. Una cruz en lo alto de la peña nos recuerda la existencia de un castillo que no fue conquistado.
Fiel y leal servidor de los legítimos reyes de Navarra hasta su muerte
Siete rosas rojas depositadas encima de su cripta en la iglesia de San Pedro de la Rúa recordarán un año más al Mariscal del Reino que murió degollado el 24 de noviembre de 1522 en la cárcel de Simancas. El Mariscal Pedro, la figura más carismática en el reinado de Juan de Albret y Catalina de Foix y líder de la resistencia hasta que fue apresado en 1516.
Semanas antes de la invasión, se esforzaba en Burgos, por convencer al Católico de que las tropas castellanas no podían pasar por Navarra ya que era un estado neutral. Incluso Fernando, con razón llamado el Falsario, mostró al mariscal un documento falsificado del tratado de Blois en el que se decía que los Reyes de Navarra eran aliados de Francia. La suerte estaba echada y el Mariscal, cuando supo que el Duque de Alba había iniciado la conquista, regresó a Navarra para acompañar a los reyes en su exilio al Bearne.
En Lumbier, sin embargo, recibió la orden de quedarse en Navarra para gestionar la capitulación del reino de una manera honrosa. Retenido en la corte de Logroño, huyó de la misma cuando tuvo noticias de que un ejército comandado por Juan de Albret se dirigía hacia Iruña con la intención de desconquistar el reino. Pusieron cerco a la ciudad, realizando varias tentativas de asalto, pero con la llegada del invierno desistieron regresando al Bearne. El primer intento de recuperación del reino había fracasado.
Desde el exilio, el mariscal intensificó su labor diplomática, pidiendo ayuda militar al Rey de Francia e intentando que el Papa León X revocara las bulas de excomunión dictadas contra los monarcas navarros. La muerte del rey Fernando, acaecida en enero de 1516, era una ocasión propicia par recuperar la independencia perdida.
El Mariscal fue el organizador del ejército liberador que, dividido en tres columnas, se ponía en marcha a mediados de marzo de 2016. La columna del Mariscal, atravesando el collado de Arrakagoiti, entraban en Roncal con un contingente de 1.200 navarros y bearneses a los que se unirían gentes de los valles pirenaicos y de la merindad de Sangüesa.
Sin embargo, la estrategia falló. La guarnición castellana resistió el asalto en Donibane Garazi, el coronel Villalba controló los altos de Orreaga y el ejército del mariscal, acorralado y bloqueado por la nieve cerca de Izaba, se rindió a las tropas castellanas. El mariscal y los capitanes agramonteses, atados con gruesos cordeles, fueron conducidos a la prisión de Iruña.
Las tropas invasoras eran conscientes de lo que suponía para los navarros y navarras la figura del Mariscal y en su traslado a la mazmorra de Atienza lo exhibieron como un trofeo de guerra. Pasados algunos meses, todos los agramonteses apresados en Izaba fueron liberados. Solo el Mariscal permanecía preso y aunque hasta nobles castellanos hicieron peticiones para que fuera liberado, permaneció encarcelado hasta el final de sus días, renunciando a la libertad y a una vida de cargos y prebendas, por no jurar fidelidad al rey de España.
Trasladado a la cárcel de Simancas, el rey Carlos le ofreció una vez más la libertad, a cambio de jurarle obediencia y lealtad, siendo esta su respuesta: “yo no he nacido en España, ni soy de la casa real de Castilla, y como buen hidalgo, permaneceré fiel al juramento que he prestado a Juan de Albret y Catalina, los verdaderos reyes de Navarra y nunca renegaré de mi patria”
Desde la prisión siguió alentando a los navarros a seguir luchando por la recuperación del Reino. Con alegría recibió la noticia de que Navarra, después de nueva años de sumisión, volvía a ser libre e independiente. Aunque no lo fue por mucho tiempo, pues los sueños de libertad quedaron enterrados en Noain el 30 de junio de 1921. Sus esperanzas se reavivaron cuando le comunicaron que unos doscientos agramonteses se habían hecho fuertes en el Castillo de Amaiur, defendiendo la soberanía de Navarra. Además, el hecho de saber que también su hijo Pedro estaba luchando contra el ejército invasor, le reconfortó y le reafirmó en que su lucha y sufrimientos no habían sido estériles.
La fría mañana del 24 de noviembre de 1522 apareció degollado en su celda este navarro excepcional que hasta su muerte nunca faltó a la palabra dada a sus legítimos reyes. Ohorea eta betiko argia Lizarrako Gaztelu Nagusia defendatu zuten nafarrei !!! Ohorea eta betiko argia Pier.