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¡Que viva México...pero López Portillo!

¡Que viva México...pero López Portillo!Foto: Archivo

nadie como el presidente mexicano Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970) representa los valores de solidaridad y generosidad en la acogida y asilo a exiliados republicanos españoles, al gobierno de la República, y emigrantes en general, un ejemplo en estos tiempos de miseria y vergüenza en los que nadie quiere acoger a pobres y desheredados, víctimas del gran negocio de la guerra del que intentan huir. ¡Qué rápido han perdido la memoria!.

Pero hablábamos de Lázaro Cárdenas, que se negó siempre a reconocer a la dictadura del Franco golpista, y de México, ahora que se cumplen 40 años de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países. El hecho se recuerda ahora por el Gobierno de Navarra y el Archivo Real y General de Navarra ha dedicado una exposición a aquel acontecimiento, lo que me parece estupendo igual que estoy seguro a muchos navarros y baztandarras. Por contra, lo que no puedo entender es que la microexposición se centre en la persona y la visita a su tierra originaria de Caparroso de José López-Portillo, presidente de México que fungió (como dicen allí) siendo como fue (aparte de la anécdota de su visita y los calderetes) uno de los más siniestros y descaradamente corruptos que en la historia han sido de los ocupantes de la residencia presidencial de Los Pinos. Por cierto que Cárdenas nunca quiso vivir allí por considerarla “excesivamente ostentosa”.

Adelanto que lo siento de verdad por Caparroso y sus habitantes por quienes siento la mejor de las simpatías, pero cualquier referencia a la figura y la significación institucional de López-Portillo como símbolo de hermandad navarro-mexicana se me hace una salida de pata de banco y una decisión absolutamente inapropiada y errónea. No me refiero a su ideología política, que allá cada cual, pero no olvido que formó parte del gabinete de Luis Echeverría, su antecesor en el cargo, con el que puso todas las zancadillas a una investigación imparcial de la matanza de la Plaza de las Tres Culturas (vísperas de las Olimpiadas de México 1968) donde se calculan de 325 a 1.500 muertos a tiros por el ejército y acabó su sexenio entre el robo, el despilfarro y el amiguismo, colocando a varios familiares en puestos de relevancia donde “mordieran” millonadas a su antojo.

En su nepotismo galopante, nombró a un amigo, analfabeto integral Arturo Durazo Moreno, “el negro Durazo”, director del Departamento de Policía y Tránsito, General de División (sin ser militar) y le condecoró Doctor Honoris Causa del Tribunal Superior de Justicia. Con él, uno de los mayores ladrones de la historia mexicana, llevó la corrupción y la tortura a niveles escandalosos para finalizar dejando al país en la puñetera ruina y al peso bajo tierra. Si vamos así, Pinochet Ugarte y su mujer Lucía Hiriart, también tenían origen vasco y cualquier día les dedicamos una exposición. - L.M.S.