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El helecho ya se corta en el País del Bidasoa

El aprovechamiento ha caído casi al completo, a pesar de su muy notable valor agropecuario

El helecho ya se corta en el País del Bidasoa

El primero de septiembre, fiesta de San Gil, es el día que en el Valle de Baztan marca el inicio de la corta del helecho, aprovechamiento fundamental para la cría del ganado y para la elaboración del más natural y barato abono de los campos. El viejo proverbio San Jil, ebaki trankil (San Gil, corta tranquilo) evoca el capítulo de las Ordenanzas, Cotos y Paramentos por el cual y con el conocimiento empírico de las cosas se consideraba que el helecho había alcanzado su grado óptimo de maduración y ya se podía cortar, labor sufrida como pocas pero imprescindible en una sabia práctica agropecuaria. El helechal se localiza siempre o casi siempre en suelo comunal y su aprovechamiento (y nunca la propiedad) se adjudicaba a una casa o familia con la condición de cortarlo al menos una vez cada dos años y de no hacerlo podía solicitarlo un vecino distinto.

Lo contrario suponía el abandono del monte y el incremento de maleza, que para mantener un entorno limpio no convenía y es lo que ha venido ocurriendo. El helecho es de largo el aprovechamiento comunal que más ha decaído en las últimas décadas, quizás hasta el 90%, y son contados los que mantienen este uso (por ejemplo, en el “pulmón de Baztan”, en las regatas de Irurita) con lo que la fauna silvestre (jabalíes, corzos?) invade los montes a pesar de las batidas de las cuadrillas de cazadores en la época hábil.

La corta del helecho ocupaba a toda la familia que de amanecida marchaba a cortarla con afilada guadaña y rastrillo de madera y apilarla en metak (almiares), en tarea que se prolongaba de sol a sol. Al mediodía, hacia la hora del Ángelus, la etxekoandre (la señora de la casa) llegaba con su cesta de mimbre cargada de una comida frugal y la bota de vino, detenían la faena, comían y echaban una kuluska (siesta) a la sombra de algún roble hasta que el pater familias animaba a seguir hasta el atardecer.

Mediado el otoño, se llevaba a casa donde acababa de secarse y usarlo en la cuadra como kamantza (lecho) del ganado, vacuno con preferencia y se dejaba unos días para mezclado con el orín y las deposiciones del ganado, retirarlo al exterior, amontonarlo en un lugar cercano a la pieza donde en el momento oportuno antes de la siembre extenderlo sobre la tierra como el más eficaz de los abonos y fertilizantes y se cerraba un ciclo natural que databa de siglos.

En un tiempo se dijo que los ayuntamientos acabarían por contratar gente para cortar helecho y limpiar el monte, quién sabe si para biomasa, y no está lejos que sea así antes de que se convierta en una selva cerrada e inaccesible.