La historia de Tudela está conectada con la del estado norteamericano de Oregón, las Filipinas y México a través del comercio del Galeón de Manila, un sistema comercial internacional único desarrollado por el Imperio español. La conexión tiene como principal protagonista al noble vasco-navarro don Bernardo Íñiguez del Bayo y de Pradilla, capitán de uno de estos galeones y originario de Tudela.

El Imperio español dio inicio a la andadura del Galeón de Manila tras la conquista del área de Manila en las Islas Filipinas por Miguel López de Legazpi en 1565. Los pueblos indígenas de la región participaron de una rica y antigua red comercial que incluía China y otros reinos del sudeste asiático. España quería participar en dicho comercio y extenderlo a Europa, pero carecía de la vía de retorno hacia las Américas a través del Océano Pacífico. El navegante, explorador y monje agustino vasco Andrés de Urdaneta descubrió la ruta que debían trazar los galeones, primero hacia el norte, a lo largo de la costa de Japón, para luego cruzar el norte del Pacífico y, posteriormente, retomar el sur de la costa de lo que hoy es el norte de California (Estados Unidos) y, finalmente, descender hacia Acapulco (México).

El comercio del Galeón de Manila, que perduró durante 250 años, transportaba una asombrosa variedad de productos asiáticos de lujo hacia las colonias españolas de México, Perú e incluso el istmo de Panamá y la propia España. La carga incluía sedas chinas bordadas a mano, algodones de India, alfombras persas, joyas de oro, piedras preciosas, muebles lacados, abanicos pintados manualmente, porcelana china azul y blanca, cera de abejas para velas, estatuas de marfil, canela, pimienta y muchos otros productos. Sin embargo, China, la más poderosa nación comercial de la época, únicamente aceptaba el pago en plata, no en oro o en productos europeos. Pero el Imperio español contaba con plata, especialmente procedente del Cerro Rico de Potosí, en Bolivia. Otras ciudades regionales, como por ejemplo San Luis de Potosí, en las tierras altas de México, también tenían minas activas.

AL MANDO El virrey de Nueva España Gaspar de la Cerda, octavo conde de Galve, nombró en 1691 a don Bernardo Iñiguez del Bayo capitán de uno de estos galeones de Manila, el Santo Cristo de Burgos. La embarcación, que llegó a Acapulco con un capitán distinto, estibó su deslumbrante cargamento y, posteriormente, retornó exitosamente hacia las Filipinas en la primavera de 1691, bajo el mando de Íñiguez del Bayo.

¿Qué conocemos sobre el desafortunado capitán del Santo Cristo de Burgos, don Bernardo Íñiguez del Bayo? Procedía de una familia noble vasco navarra, y fue bautizado el 15 de diciembre de 1646 en la catedral de Tudela. Su padre, Miguel Íñiguez del Bayo, abogado de la Corte Real de Navarra, actuaba como teniente de alcalde de Tudela y en algún momento llegó a postularse como alcalde. Su madre, María Pradilla, procedía también de una familia noble cuyas raíces se situaban en Aragón. Del Bayo viajó a México en 1686 y un año después se convirtió en alcalde de San Luis de Potosí. Allí, además de aplicar las órdenes virreinales, tuvo una actuación esencial. San Luis de Potosí era víctima periódicamente de severas inundaciones. Del Bayo supervisó la construcción del primer proyecto de control de inundaciones: un largo foso, conocido como la Zanja, para evacuar las aguas. La ciudad no contaba con suficientes fondos para hacer frente a la obra, por lo que del Bayo financió con sus propios medios más de la mitad del costo de la misma. En respuesta, la agradecida ciudad encargó una pintura para el altar de su iglesia en la que aparecían del Bayo y otros oficiales concejiles rezando a la Virgen del Pilar. Esta pintura sigue colganda a día de hoy de las paredes de la iglesia parroquial de Santiago en San Luis de Potosí. Al final de su alcaldía, Del Bayo fue nombrado jefe del regimiento de caballería en Ciudad de México, cargo que desempeñaba cuando fue nombrado capitán del San Cristo de Burgos en 1691.

Al año siguiente, durante el verano de 1692, el galeón fue supervisado y preparado para su siguiente viaje a Acapulco en el verano de 1692. Desafortunadamente, este viaje no tuvo éxito: el galeón se topó en noviembre con una terrible tormenta en las Islas Marianas, por la cual perdió sus tres mástiles, y los oficiales decidieron retornar a las Filipinas.

REPARACIÓN Y SALIDA El Santo Cristo de Burgos pasó muchos meses en las Filipinas siendo reparado y vuelto a cargar para su viaje a Acapulco en el verano de 1693. Pero esta expedición acabó en tragedia. Los oficiales reales españoles exigieron a Del Bayo y otros oficiales el pago de impuestos para el pago de la imprevista arribada de 1692. Los documentos del Archivo General de Indias en Sevilla indican que Del Bayo no deseaba pagar dichas cargas, y partió de las Filipinas secretamente, dejando en la costa suministros esenciales y treinta miembros de la tripulación. El galeón se hundió en el invierno de 1693 o a comienzos de 1694, en Nehalem Spit, situado en la costa norte de los que hoy día es Oregon. Desconocemos qué ocurrió exactamente, pero probablemente una fiera tormenta costera, combinada con lo reducido de la tripulación, la ausencia de importantes suministros y la vulnerabilidad consecuencia de las numerosas reparaciones sufridas por la nave, fue lo que provocó su dramático final. Las tradiciones de los pueblos nativos de la región, los nehalem-tillamook y clatsop, muestran que la mayor parte de los náufragos sobrevivieron y vivieron en Nehalem Spit durante semanas o meses en improvisados refugios, probablemente a la espera de ser rescatados.

TRIPULACIÓN Los registros españoles aportan una lista completa de la tripulación, demostrando que estaba formada por unos 230 miembros y 16 pasajeros. Además de los oficiales, la mayor parte de la tripulación eran filipinos, como ocurría habitualmente en los galeones de Manila. El pasaje incluía seis religiosos: tres dominicos, un agustino y dos jesuitas. En torno a uno de los sacerdotes, fray Francisco de Ugarte, otros miembros de la orden de San Agustín escribieron que “muchas cosas se pueden decir sobre la virtud de este religioso, sobre sus habituales oraciones y mortificaciones, su pobreza, su extraordinaria humildad y afabilidad”. Había asimismo numerosos soldados a bordo, tales como el capitán Antonio de Palacios y el capitán Juan Moreno de Viniegra.

Finalmente, tuvo lugar una masacre, a consecuencia de las tensiones y malentendidos entre los nativos y los náufragos. Todos los supervivientes del Santo Cristo aparentemente fueron asesinados. Cuando se produjo la masacre, Del Bayo tendría 47 o 48 años. Los registros documentales indican que los oficiales españoles en México continuaron la búsqueda de la nave hasta al menos 1699, pero jamás se aventuraron lo suficientemente hacia el norte como para encontrarla.

A consecuencia de la tormenta de 1692 y el hundimiento de 1693, Del Bayo jamás tuvo la oportunidad de completar a bordo del galeón de Manila un viaje exitoso de ida y vuelta entre las Filipinas y Acapulco. No obstante, el galeón que comandaba tuvo una prolongada vida después de su muerte. Cuando los colonizadores americanos llegaron hasta el área de Nehalem, en la década de 1850, encontraron en la arena el esqueleto de un galeón gigante. A fines del siglo XIX y comienzos del XX encontraron toneladas de cera de abeja, a menudo en forma de grandes bloques con marcas del armador, y láminas de porcelana china azul y blanca. Nadie conocía en Oregón el nombre del barco, pero los primeros historiadores supieron que se trataba de un galeón español.

Los arqueólogos han determinado recientemente su identidad. A través de la datación de los fragmentos de porcelana china, han conseguido datar el pecio a finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII. El hecho de que los colonos encontrasen partes del barco hundido y grandes bloques de cera de abeja lejos de la línea de costa, hizo pensar a los geólogos que el galeón tuvo que hundirse antes del terremoto y tsunami Cascadia del año 1700, que transportó los restos hasta el interior. El único galeón perdido en ese período fue el Santo Cristo de Burgos.

descubriendo Por primera vez, los habitantes de Oregón están ahora conociendo la historia del galeón de Manila que se hundió en nuestras costas, del capitán don Bernardo Íñiguez del Bayo y de la tripulación. El número correspondiente al verano de 2018 de la revista Oregon Historical Quartely contiene todos los descubrimientos que yo, junto al doctor Doug Deur y nuestro equipo de investigación, hemos descubierto en los archivos españoles, filipinos y mexicanos. El propio barco, partes de él sepultadas bajo tierra y el pesado casco hundido en el mar no han sido todavía localizados.