Hola personas, un domingo más encantado de acompañaros mientras dais cuenta del café con tostadas, del chocolate con churros o de los huevos con txistorra.

Este Rincón del paseante que vais a leer hoy va a tener una estructura diferente. Haré un preámbulo y luego nos iremos a paseo.

Yo no soy historiador, ni lo pretendo, me muero de envidia cuando los escucho y los leo pero no llego más allá, soy, eso sí, aficionado a la historia y soy muy aficionado a la historia de mi pueblo y ella me cuenta que prácticamente desde su nacimiento el caserío que lo forma ha estado amurallado. Ya desde de los romanos fundadores la vieja Pompelo estaba defendida por unas sólidas murallas, aquellas que en 778 derribó Carlomagno.

En siglos posteriores con el nacimiento de los dos burgos (S. XIII) y el renacimiento, tras su destrucción y abandono, de la ciudad de la Navarrería (S. XIV) y dado que entre los tres reinaba la enemistad, la sangre y la guerra, decidieron amurallarse por separado. El privilegio de la Unión de 1423 al unificar los tres núcleos en uno, añade unos lienzos de muralla que unen las tres fortalezas independientes formando un gran cerco defensivo que protegía lo que fue embrión de la ciudad actual.

Con la conquista de 1512, Castilla considera Iruña como un importante bastión en la defensa de la entrada al reino por los pirineos y decide fortificarla más. Las diferentes actuaciones se alargaron en el tiempo y el cinturón no estuvo acabado hasta bien entrado el siglo XVII, incluso en la siguiente centuria se añadieron algunos elementos. Una vez finalizado nos quedó un cerco amurallado inexpugnable, envidia de propios y extraños. Niquelao.

El paso del tiempo y las diferentes técnicas de ataque y defensa que iban apareciendo en el terreno militar dejaron obsoletas las murallas y más que beneficiosas para la ciudad se convirtieron en el corsé que la asfixiaba y la convertía en una de las ciudades más insalubres de Europa. Los pamploneses soñaban con la demolición de sus muros opresores.

Las gestiones que en este sentido se hicieron frente al Ministerio de la Guerra dieron sus frutos y el 25 de julio de 1915, siendo alcalde D. Alfonso Gaztelu, se derribó la primera piedra, y ésta fue la garita del vértice del baluarte de la Reina. Fue día de gran alborozo, “de júbilo extraordinario”, decía la prensa, y cuentan las crónicas que la ciudad se engalanó, salieron gigantes y cabezudos, txistularis y gaiteros, hubo un espectáculo de acróbatas en la plaza de toros, baile de sociedad en el Nuevo Casino, fuegos artificiales y baile popular en la Plaza del Castillo, todos celebraban la mutilación de las defensas, ¿todos?, no, mi abuela contaba que ese día vio llorar a su abuelo, pamplonés de 1837. Seguro que no fue el único.

Pero, como en Bienvenido Mr. Marshall, tras la algarabía y los fastos llegó la realidad y hubo que esperar. Durante tres años más las murallas siguieron en su sitio, la pobre garita que se sacrificó de modo testimonial tardaría mucho en reunirse con el resto de sus compañeras pétreas. El derribo fue costosísimo, la tecnología brillaba por su ausencia, el pico, la pala y el esfuerzo humano sacaron los sillares de su sitio y los metros y metros cúbicos de tierra que rellenaba los muros se retiraron a golpe de laya. Hay fotos. Fue necesario otro trienio para allanar la puerta de la futura expansión de la ciudad.

Bien, hasta aquí no he dicho nada nuevo, cualquiera que conozca un poco el pasado de la ciudad lo sabe, pero lo que yo nunca he visto publicado es un imaginario recorrido por lo que se llamaba paseo de ronda, es decir, el camino que recorría la muralla por todo su perímetro y que andaban y desandaban los soldados de la guarnición en sus turnos de guardia. Os haré una pregunta: ¿por dónde discurría exactamente el tramo de muralla que fue sacrificado en aras del desarrollo? Cualquiera diríamos que partía del baluarte de Labrit imponiendo su poderío por la cuesta de la Txan y por Cortes de Navarra, aproximadamente, iba a enlazar con la ciudadela. Bien, ese trazado, ciertamente, se aproxima pero caben muchas correcciones y matizaciones. Hoy pretendo explicar de la manera más llana del mundo por donde discurría la desaparecida fortaleza para que tengamos en la cabeza cuando paseemos por las calles que fueron muro, que donde hoy hay un jardín, una casa, un comercio, hace poco más de un siglo había una pared inexpugnable de la altura de un edificio de cuatro pisos coronada de troneras y cañoneras.

Acabada la clase nos vamos de paseo.

Hoy, miércoles, he salido de casa a las 23:30 con todo el recorrido marcado para seguir exactamente el mismo que hacía la muralla. Por la calle Media Luna he llegado a la luneta de San Bartolomé que he dejado a mi derecha para llegar a las escaleras que me llevan a Juan de Labrit. He bajado. Frente a mí la controvertida pasarela peatonal que atenderemos como se merece en mejor ocasión.

Para empezar el recorrido he ido a tocar el frontis del Jito Alai ya que de ahí exactamente arrancaba la gran pared, de hecho aun están parte de los primeros metros; el muro seguía recto como una vela toda la cuesta de la Txantrea hasta donde está el semáforo para peatones y donde siempre hubo un kiosko de periódicos, ahí hacía un ángulo de 90 grados a la izquierda, en ese rincón estaba el portal de Tejería que daba entrada a la ciudad, una vez atravesado el callejón de la plaza , justo donde empieza la calle Amaya, los sillares del baluarte de la Reina empezaban a marcar una diagonal que iba del final de Telefónica hacia Carlos III, saliendo a Roncesvalles a la altura del restaurante La Olla y pasando por la esquina de Zucitola para llegar a su vértice, coronado por una garita, frente a la antigua CAN. Ese punto fue la primera piedra derribada como ya hemos visto, y en ese punto nacía el otro paño de muralla que completaba el mayor baluarte de toda la fortificación lo que le daba el título de Caballero de la Reina. El otro lienzo del baluarte nacía, como decimos, en Carlos III y seguía en diagonal por Roncesvalles, saliendo a esta avenida a la altura de la antigua clínica del Dr. Alcalde, para ir a parar a la altura de Ayestarán en Paulino Caballero 2.

Bien, estamos más o menos a mitad de camino y ya he agotado mis haberes editoriales así que para no dejarnos nada en el tintero cortaremos aquí el paseo y lo acabaremos el próximo Rincón.

Mientras tanto está semana haced la prueba de imaginar las moles tal y como estaban y en donde estaban. Si vais por Roncesvalles, por ejemplo, imaginad ahí en medio el baluarte del Redín o uno de los de la Ciudadela . Yo lo hago y es divertido, pero llego a pensar si no están mejor las cosas como están y por lo tanto aplaudo, en cierta medida, la demolición. No lo sé. Hoy, ¿se hubiese hecho mejor? Tampoco lo sé. Ellos hicieron lo que supieron.

Gracias a todos los que me habéis hecho llegar vuestras palabras de ánimo.

Que tengáis una bueniiiiisima semana, marzo huele a primavera.

Besos pa’ tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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