- Son tantas historias, tantas vidas al filo de la navaja, que le resulta difícil elegir tan solo una. Lo intenta. Ocurrió hace dos semanas. Entró a Urgencias una persona de unos 75 años de edad. Tuvo que pasar a la sala de reanimación porque sufría una disnea muy intensa, dificultad para respirar. Se encontraba solo.
Se activaron todas las medidas de emergencia sanitaria y se desplegaron los cuidados necesarios, pero el estado era de extrema gravedad. A Alicia Hernández le comunicaron que el paciente seguramente moriría. Pese a su situación, el hombre se comportó de manera extraordinariamente amable, habló de su familia, de sus hijas... "El momento fue muy duro, sobre todo cuando comenzó a preguntar si iba a morir y qué iba a pasar con él. En esos momentos te paras en seco y te preguntas qué es lo que debo responder... Intentas explicarle que ingresará en planta seguramente, que lo más importante es que esté tranquilo, que estamos ahí para lo que necesite... Aunque en realidad se te para el mundo... Y claro, llegas a casa muy tocada". "Cuando un paciente te pregunta qué va a ser de mí, como realmente no lo sabemos, yo creo que en ese momento hay que hablar de esperanza, de esperar a su evolución, porque es verdad que además estamos viendo a muchos pacientes que salen adelante", explica.
Aunque los partes sanitarios indican que llevamos más de cinco días seguidos sin ingresos en la UCI, Alicia advierte de que es muy importante que no nos relajemos. Y su juventud es lo de menos, porque tiene la vocación a flor de piel y esta crisis sanitaria le ha hecho experta en la difícil carrera de la lucha por la vida. "Nadie sabe si puede haber un repunte de casos. Lo que sí es cierto es que nos están llegando pacientes con síntomas respiratorios, las urgencias leves se han reducido considerablemente", algo que valora en positivo. Puede que haya pasado lo peor, se están cerrando servicios que se habían activado para emergencias, lo cual "nos tranquiliza". Saberlo "te hace descansar".
"Han sido semanas de mucho trabajo, de mucho esfuerzo. Y pese a todo nos hemos adaptado bien, lo creo sinceramente. Hemos tenido mucha carga de trabajo, se salían los zuecos de no parar, pero hemos sabido ofrecer pese a todo una atención de calidad y humanizada".
Nunca les había tocado luchar contra un enemigo tan beligerante. Ha resultado difícil hasta vestirse con los EPIS y hacerlo correctamente gracias a la ayuda de otros compañeros. "Las mascarillas FFP2 te dan una sensación de ahogo, las gafas te dejan marcas, los trajes te dan calor..., y el paciente te ve como si fueras un extraterrestre". Rutinas que se han ido interiorizando y que ha habido que transmitir a los pacientes para que entiendan que son "para protegernos y protegerlos". Guantes que sirven para coger de la mano al paciente, en muchas ocasiones para demostrarles que "no están solos, tratar de tranquilizarlos".
Este virus no es una gripe; ha visto a personas que no han podido reanimar pero también salir de la enfermedad, incluso gente mayor con patologías previas. A diferencia de lo que ha ocurrido en otras comunidades, con mayor problema, la ventaja de Navarra es que "ha ido por delante a la hora de equiparse con respiradores y habilitar espacios alternativos para monitorizar al paciente".
Ella, como el resto de personal de enfermería, ha vivido momentos de angustia. "Cuando te estás enfrentando a un bicho que no sabes muy bien qué provoca, porque ves de todo, y sabes que si llegas a casa puedes contagiar a tu familia..., ese miedo lo sentimos todos. Ese miedo a lo desconocido, a no saber lo que va a pasar". "Aunque extremes las precauciones siempre te queda la duda de si habrás hecho algo mal. Yo trato de ser muy disciplinada. Llego a casa y echo toda la ropa a lavar, los zapatos fuera...". Ha pasado de tener miedo a sentir "respeto" por el COVID-19, a normalizarlo en su vida. Juventud, ilusión, trato personalizado y coraje: el mejor escudo contra el virus.
Mañana martes se retoman parte de las actividades económicas, un regreso que se ve con cautela desde el sector sanitario aunque Alicia es de la opinión de que es mejor pensar en el día a día como "la mejor manera de seguir hacia adelante". "A mí personalmente me ayuda ver que mis pacientes me cogen de la mano y me dan las gracias. Verlos entrar supernerviosos y salir más tranquilos, horas después, me da paz". Le gusta dar explicaciones al paciente de lo que está ocurriendo, "decirle que estoy para ayudarle y que haré todo lo posible para que se sienta mejor. Esa escucha activa, funciona".
Con apenas 25 años y menos de dos trabajando en Urgencias, nunca hubiera imaginado vivir una pandemia como ésta en primera línea de batalla. "Veíamos con incertidumbre lo que ocurría en China, luego llegaron los primeros casos, la división de enfermos con síntomas respiratorios y la necesidad de aislarlos. Veías el miedo reflejado en sus ojos y la incertidumbre del familiar de saber si lo volvería a ver. En aquellos primeros momentos, lo más difícil era ponerse en la piel de las familias, explicarles que por seguridad había que separarlos, pero les cogíamos el teléfono para mantenerlos informados y que se sintieran arropados". Unos a casa, otros a planta, los menos a la UCI, casi siempre mayores.
Una de las cosas que ha aprendido en esta batalla es disciplina y capacidad de adaptación. También a trabajar en equipo: enfermeras, auxiliares, médicos, celadores, personal de limpieza... "Es una lección para todos que nos obliga a tomar decisiones de calado continuamente. Cribar unos pacientes de otros, quitarte bien el traje... Pese a ello, muchos días llegas a casa llorando y es cuando te das cuenta del gran esfuerzo que se está haciendo. Yo quiero agradecer a mis compañeros todo este sacrificio y lo que han trabajado; estamos demostrando la gran sanidad que tenemos. Cuídenla, que no se te olvide". También se siente orgullosa del apoyo mostrado por su familia, donde también hay un sanitario.