ue una decisión dura, valiente, difícil y meditada, pero, al mismo tiempo sencilla y llena de lógica. La mejor manera de que residentes y trabajadoras pudieran dormir tranquilas durante la pandemia era convertirse en una gran familia y dormir todos juntos, adoptando la figura de "convivientes", que tanto se oye ahora. Los y las residentes estaban más seguras sin tanto trajín de trabajadoras entrando y saliendo, y, a su vez, las cuidadoras (en un 90% son mujeres) podían estar seguras de que no llevaban la enfermedad a los mayores. Así, el 24 de marzo, se cerraron las puertas de Nuestra Señora de Gracia y pasó de haber 85 residentes a 107. Ayer, 7 de mayo, 45 días después, se volvieron a abrir. En medio solo ha habido un cambio de turno, a mitad del confinamiento, tal y como organizó su directora, Begoña Moreno, que entonces explicó "éramos conscientes que el primer trabajador que lo cogiera iba a transmitirlo a toda la plantilla y a los residentes e íbamos a acabar mal. Lo estamos viendo en residencias de Navarra con las que estamos en contacto, que ya tienen el virus dentro y cómo les ha afectado". La cifra de 0 enfermos en este mes y medio avala su decisión.

"La verdad es que me sorprendió cuando nos lo dijeron y lo primero pensé en los hijos pequeños de las trabajadoras, pero lo agradecí mucho. Hicieron un gran sacrificio por nosotros, porque estuviéramos muy bien y de verdad que estamos muy bien, muy atendidas y muy cuidadas", decía Ángeles Llamazares, una de las residentes de 85 años. Junto a ella, Pilar Aguado, de 89 años, aseveraba que es "mujer de pocas palabras", pero tuvo las suficientes para recalcar que "estamos estupendamente. Muy a gusto porque han estado noche y día con todas nosotras. Fue un poco doloroso porque tuvieron que dejar a sus familia en casa". Ante la perspectiva, que se hizo efectiva ayer, de que abandonen el confinamiento no dudó en Pilar en añadir "les vamos a echar mucho de menos. Ha sido una convivencia muy bonita y ahora nos quedaremos más solas. Somos una gran familia y estamos muy unidos. Todas nos queremos y apreciamos mucho y esta experiencia nos ha servido para querernos más de lo que nos queríamos".

Mary Llamazares, de 88 años y hermana de Ángeles, es una de las que, por su jovialidad, más ha colaborado con las trabajadoras en estos 45 días y ha animado cualquier reunión en la que se encontraba. "Hecho una mano en lo que puedo, lavo cabezas, pinto uñas, quito los pelitos del labio superior que antes se llamaba bigote... y ayuda a dar de comer, aunque hay algunos que no quieren". Para Mary el confinamiento al principio también resultó duro. "El primer día del confinamiento me sentía super rara, porque antes salía por la mañana y aparecía a la hora de comer. Estoy descubriendo Tudela, y me encanta, aunque nací en Mercadal pero soy ciudadana del mundo, vivi en Madrid desde los 12 años". Mercedes Rota (85), que comparte la mesa con ellas, destacó que "aquí hay mucha armonía y paz" y que "hago lo que puedo por ayudarles. Me levanto, me aseo, bajo a desayunar, recojo las mesas, me hago la cama, hago gimnasia, merendamos, hago gimnasia, jugamos al pico y hablamos demasiado... tratamos de ayudar a las chicas que tanto hacen por nosotras".

Cristina Prado, tiene dos hijas de 17 y 12 años, es la trabajadora social del centro y apuntó que más difícil dejar su casa, "lo ha sido para quienes tenían hijos pequeños, las mías ya están crecidas, son independientes y tienen a su padre". Para Cristina, "esto es una casa grande como decimos nosotras. Ya de antes somos como una gran familia que ahora se ha unido aún más". Trabajar las 24 horas en el mismo centro donde vives, ha hecho que "te des cuenta de muchas cosas que igual no ves a diario. Ellos también te aportan muchas cosas, 'podríamos hacer esto así' o 'porqué no cambiamos esto'. Cosas que siempre tenemos muy en cuenta y que a través de los consejos de participación salen. Para ellos esto es su día a día y son los que dicen qué está mal y qué se puede mejorar".

De entre estos 45 días que han pasado juntos en "la casa grande", Cristina no olvidará un momento especialmente duro, que recientemente han pasado. "Falleció una persona estos días y, al estar confinados, hizo que durante los últimos momentos entre 6 y 7 personas estuviéramos sentadas en su habitación, alrededor de la cama, allí con ella para compartir ese paso. De madrugada, desde las 11 hasta las 3 de la madrugada. Eso ha sido muy, muy emotivo. Duro pero también bonito, no sé cómo explicarlo. Es algo que si no hubiéramos estado viviendo aquí lo hubieran hecho el personal de la noche y, la hubieran acompañado, pero ha sido distinto. Es un momento que seguro no vamos a olvidar nunca".

Con la perspectiva de qué va a hacer cuando acabe el confinamiento, Cristina lo tiene claro, "descansar, ése es mi plan". Sin embargo, sus vecinos durante 45 días, las hermanas Ángeles y Mary Llamazares, tienen otro proyecto, "vamos a salir a la calle como las gallinas cuando les abren el corral. En desbandada. No vamos a volver hasta la noche. Me han enviado un vídeo de unas gallinas saliendo del corral y me he visto reflejada", río Mary. Hoy, 8 de mayo, ya camina por Tudela.