ué conmemora la Función de las Cinco Llagas? Carlos Alzu, portador muchos años del hecho referido a la letal epidemia de peste de 1599 en Pamplona narraba: "Allá por el año de 1599 alguien introdujo en nuestra amurallada ciudad un virus desconocido que fue sembrando la muerte. Se puso en movimiento todo lo conocido para intentar frenar sus efectos. Un pamplonés tuvo la feliz idea de rogar a San Fermín una ayuda que era necesaria. Su petición fue escuchada a través de un fraile franciscano de Calahorra, que visionó la solución. Este fraile lo puso en conocimiento del obispo Antonio Zapata, quien aceptó esta visión. La solución consistía en que todos los pamploneses llevasen en el pecho durante quince días la insignia de las Cinco Llagas de Cristo y su corona de espinas, y se celebraran misas y procesiones de petición y penitencia. Así se hizo. Y, como anunció el fraile calagurritano, no aumentaron los enfermos y cesaron las muertes. El Ayuntamiento acordó un recuerdo oficial, acudiendo una vez al año a la parroquia de San Agustín".

Las reseñas antiguas citan que la peste llegó a través de personas provenientes de Santander. Pamplona tomó las escasas medidas sanitarias que tenía a su alcance. Además, se inspiró en rogativas religiosas. El Ayuntamiento prometió que alentaría a que los ciudadanos mantuvieran abstinencia el 19 de enero, víspera de San Sebastián, y el 6 de julio, víspera de San Fermín. Además, costeó la erección de una ermita en honor a San Roque, patrón de los apestados. Mas quedó claro a toda la ciudad que la revelación del fraile fue definitiva para que la enfermedad remitiera. La celebración fue en su primera época el día de la Cruz de Mayo en la capilla de la Cruz de la iglesia del Carmen y, desaparecida ésta y hasta la actualidad, se trasladó como telonera del Jueves Santo en los oficios de San Agustín.

En 1600, terminada la epidemia, el Ayuntamiento incorporó en el reverso de sus insignias la representación de las Cinco Llagas de Jesucristo, esmaltadas en rojo en alusión a la sangre y, en verde, la corona de espinas como orla. Cabe recordar que en el anverso de las medallas resalta el escudo que el rey navarro Carlos III el Noble otorgó a la ciudad de Pamplona como símbolo de unidad perpetua a través del Privilegio de la Unión el 8 de septiembre de 1423.

Se conoce que hubo dos años en los que no celebró esta renovación de voto: en 1873 y 1874 por la proclamación de la Primera República. Desde hace cuatro siglos, el acto lo promueve el cabildo en cuerpo de ciudad. Va con traje de gala, portando la medalla en su reverso sobre el pecho, abanderado por un pendón catafalco y con las andas portadoras de la efigie de las Llagas de Cristo. Procesiona entre la casa de la ciudad y San Agustín. Ya en el templo, se celebra la lectura del hecho mentado y otro breve desfile.

El pasado 9 de abril, por 3ª vez en la historia y en pleno auge de la actual pandemia, la hoy parroquia de San Agustín no pudo abrir sus puertas para enmarcar el acto conocido oficialmente como Renovación del Voto de las Cinco Llagas. El motivo: otra pandemia.

La peste de 1597-1600 intentó ser acorazada en Pamplona por guardas en las tres principales puertas: Abrevador, San Nicolás y Tacorena. Se habilitó el viejo matadero como abastecedor de pan, vino y cebada para todos los viajeros a los que no se permitía entrar en la ciudad. Incluso, se organizaron patrullas ciudadanas de vigilancia para controlar las salidas a la calle.

Un estudio de Jesús Ramos Martínez sobre la peste refleja como el Ayuntamiento tardó en confirmar y tomar las primeras medidas. El Consistorio estaba muy endeudado por los gastos, diría impuestos, de las grandiosas honras fúnebre de Felipe II.

Fueron antagónicas las teorías, humanas y divinas, sobre el origen y el modo de transmisión de la pandemia. Ramos Martínez se detiene en contabilizar los afectados en el principal foco de contagio: la Magdalena, donde el virus fue letal en el 70% de la población. Hubo dificultades para el recuento de infectados y fallecidos. Los afectados intramuros eran sacados de sus casas en su propia cama para ser atendidos en los hospitales y en refugios montados en las afueras, cerca del Arga. Se prohibió acoger a personas ajenas a cada domicilio, so pena de recibir 100 azotes y otras multas. Las cifras oficiales, también muy susceptibles de contener errores, indicaron el fallecimiento de 275 pamploneses. En esa crisis también hubo muchos sanitarios contagiados: algunos de ellos fallecieron y se supo su nombre. Entre ellos, se cita al cirujano Sancho Zilbeti, al sangrador Miguel de Auxa, a cuatro enfermeros, varios clérigos que administraban sacramentos en las enfermerías y, además, varios enterradores.

En la luminosa mañana de ayer, 30 de mayo, Juanjo Cambra García (Cadreita, 1938), párroco de San Agustín desde comienzos de los años de la década de 1990, alentaba la posibilidad de que este 2020 no fuera el tercer año de 421 de historia en que esta mítica función no se celebrara. Para ello, Cámara, ya mantuvo una positiva conversación con el actual alcalde, y espera el contacto con protocolo del Ayuntamiento para fijar una fecha. El veterano párroco ofrece su agenda y templo para un domingo en el que pudiera asistir el mayor número posible de ciudadanos, respetando la normativa sanitaria que proceda.

Aunque lo espiritual siempre es pareja de la duda (el voto de las Cinco Llagas nació tras un súbito descenso de infectados durante dos semanas, al que siguieron varios rebrotes) si estaría bien que se celebrara, aunque con retraso, esta primavera. Cámara, como siempre, con el rigor de la tradición y de la realidad, recordará a los administradores de lo público la necesidad de atender a los más necesitados de la ciudad, en especial a los del casco viejo. El acto tendría el valor de perpetuar tradiciones históricas, también religiosas para algunos, y honrar a todos los vecinos de la vieja Iruña que han muerto en el fragor de la enfermedad y el desorden de fechas presentes; y seguir haciéndolo por los fallecidos hace más de cuatro siglos, allá en el poniente del siglo XVI.

A todos, los de entonces y a los de ahora: descanso y memoria.