- Cuando el 3 de agosto Ángeles Álava cumpla sus 110 años a buen seguro que lo hará untando pan en un huevo frito, sorbiendo caracoles o con una buena taza de arroz con leche, tres de sus platos preferidos de los que disfruta esta temperamental centenaria cascantina que tiene en su memoria algunos de los acontecimientos más importantes del siglo pasado.

“Mi abuela es como un roble. El confinamiento ha pasado más factura a mi madre (su hija con 85 años) que a mi abuela (109 años)”, relata su nieta Mariam desde Zaragoza donde se encuentra Ángeles pasando unos días. Pese a que se casó muy joven, Ángeles lleva más tiempo siendo viuda que casada, ya que su marido, Martín Huete (ordenanza del Ayuntamiento de Cascante y el encargado de la cárcel), falleció en 1970, por lo que han pasado ya 50 años.

Muy parca en palabras, austera y de recio carácter, según la definen sus nietas, no sale de Cascante y cuando le obligan a hacerlo, como en este caso en que se encuentra en Zaragoza, lo hace a regañadientes. “Tiene una hija en Logroño y no ha ido a verla solo por no salir de Cascante”. Tras sus 109 años de vida, Ángeles tiene dos hijas, 7 nietos y nietas, otros 7 biznietos y 2 tataranietos.

Durante el confinamiento tuvo algún pequeño enfrentamiento con su hija Carmen Huete, ya que pensaba que le estaba engañando cuando la obligaba a quedarse en casa y le impedía salir a la calle. Esa excusa sirvió para que sus nietas le trajeran a la memoria la gripe de 1918, en la que ella tenía 8 años. “Recuerda que no le dejaban salir a la calle y que se moría muchísima gente. Según dice en la casa donde pintaban una cruz en la pared es que había algún muerto por gripe española”.

Hay que tener en cuenta que Ángeles es coetánea de acontecimientos que han marcado la historia, algunos tan lejanos como el hundimiento del Titanic, la I Guerra Mundial o el crack de 1929, pero también la Guerra Civil, la II Guerra Mundial, la postguerra, la Dictadura, la Transición y la Democracia. De hecho, al nacer en 1910, cuando en 1933 las mujeres votaron por primera vez ella pudo acudir a las urnas.

Su vida fue muy dura, según narra a sus nietas, “cuando su padre enfermó, tuvo un ictus y se quedó en la cama semivegetal. A mi abuela, que era la mayor de tres hermanos, le tocó, de bien pequeña, ir a trabajar al campo haciendo las labores de un hombre. Dos horas andando para llegar al campo del terrateniente en Tudela o en Cascante y otras dos horas para volver andando. Se tenían que hacer batas con fundas de colchones y sus regalos de reyes eran una caja con una cuerda atada”. Pero si hay de una etapa de su vida de la que no cuenta nada es de la Guerra Civil, “dice que no se acuerda pero yo creo que no quiere hablar porque tiene muy buena memoria. Solo dice que todos eran malos y unos mataban a otros”, apunta su nieta Mariam.

Hoy, su día a día transcurre entre sus actividades de la mañana, con las que disfruta mucho y que no perdona, la televisión por la tarde y pronto a la cama. Tras asearse y desayunar acude al aula de respiro de la Cruz Roja, “le recogen y se pasa la mañana haciendo actividades con personas mayores del pueblo”. Después de comer, con mucho apetito, se coloca delante de la televisión “es fija de Sálvame (si, si -dice entre risas la nieta-)” y a las cinco y media o seis ya se va a la cama, “donde reza el rosario y coge su arradio, como dice ella, para oír Radio María”.

Hasta los 97 años vivió sola pero entonces, al enviudar también su hija, ésta e convenció para vivir juntas y así lo hacen desde hace 13 años.

“En la casa donde pintaban una cruz era que había muertos de gripe”

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