yesa es un concejo que pertenece al municipio de Ezprogui (lugar deshabitado) que se compone además, de Moriones e incluye en su término "La Vizcaya" y sus siete despoblados. La localidad cuenta con 49 personas empadronadas, pero las que viven en el pueblo día a día no suman más de 24.

Sin tiendas, sin servicios, ni transporte, solo dos días a la semana un taxi de 9 plazas de Sada les acerca a Aibar para coger "el coche de línea" que les conducirá a Pamplona. Con Aibar también comparten médico y pan. En Ayesa hace tiempo que se hizo el silencio de voces infantiles. Los últimos que nacieron fueron María y su hermano Alejandro, que hoy cuentan con 23 y 20 años respectivamente y no recuerdan una infancia de juegos compartidos en la calle.

Sus padres Fernando Egea y Camino Landarech fijaron su hogar hace 26 años en la localidad, en la casa paterna. Entonces contaban 65 vecinos. Fueron los únicos que se quedaron a vivir en el pueblo, aunque Camino lo vio claro y recuerda cómo ya entonces vaticinó: "De aquí a veinte años, no habrá nadie". Hoy son 24, los dos jóvenes y y el resto, mayores de 50 y octogenarios. "Es triste", lamenta.

Ambos transmitieron su amor por la vida rural a sus hijos y estos la han elegido en libertad como opción de vida y en el caso de Alejandro, como ejemplo de compromiso ya que acaba de ser nombrado presidente del concejo.

"Tras la dimisión del anterior, nadie quería ser. Yo sentía que había un vacío y todo estaba parado. Si un pueblo se para, desaparece y se hunde. Yo quiero que Ayesa siga en pie y que siga vivo conmigo", manifiesta. El compromiso del joven le satisface a su madre, alcaldesa de Ezprogui durante los últimos 9 años, cargo que dejó sin relevo tras dimitir en marzo. Fue casi una década en la que se centró en revitalizar y dar a conocer Ayesa, preservar su patrimonio material e inmaterial y luchar contra la despoblación. "Hemos hecho lo posible por arreglar el pueblo y hacerlo atractivo, pero la gente viene y se va. Es difícil fijar población. Tenemos mucha casa de fin de semana y pocas en venta, y las que hay se venden caras", expresa Camino.

Alejandro es una excepción, un joven de ida y vuelta. Por lo general, la juventud se va a estudiar y no vuelve. "La obligación de empadronarse en Pamplona por los estudios hace que la comarca pierda población y es el desarraigo total", verifican.

Vivir en el pueblo es duro y más caro, aseguran. Haría falta ayudas para rehabilitar las casas viejas y ofertar vivienda. "Se podría plantear como solución el cambio de uso de algún terreno del concejo para destinarlo a la construcción de VPO y eso tal vez atraería gente joven ", apuntan. Junto a la vivienda, apuestan por un transporte en un circuito cerrado por la comarca, para desplazarse entre los pueblos, mantener las relaciones y garantizar el relevo generacional.

Al frente del concejo y en las labores del campo, se coloca Alejandro que ha optado por la agricultura tras sus estudios superiores de Diseño Mecánico. Defiende la vida rural. "Estamos acostumbrados a la soledad y a la paz. Yo no lo cambio por las prisas y el ritmo urbano, aunque la oferta sea mayor". No olvida los inconvenientes de vivir en un núcleo tan pequeño. "La fibra óptica es imprescindible para vivir, y necesitamos wifi que funcione, ahora no puede faltar, ni para el trabajo, ni para estudiar. La propia Administración exige todo telemático, así que tendría que facilitar su funcionamiento. Yo espero no quedarme solo dentro de unos años", expresa al tiempo que dibuja la incógnita. Para eso ha cogido el testigo, dispuesto a trabajar firme.

Vídeo de Alejandro Egea sobre el envejecimiento de la comarca de Sangüesa.

Vídeo de Alejandro Egea sobre el envejecimiento de la comarca de Sangüesa.