ola personas, aquí me tenéis, recién llegado de una superexcursión sentado al teclado para que no se me olvide nada y escribiendo las cosas cuando aun están frescas en “el cabesa”.

Hoy me he juntado con mi amigo compañero de estas lides J.E.V. y nos hemos ido a recorrer una parte de la Navarra media, hemos tomado la autopista del pirineo y la hemos abandonado en el cruce que dice Aibar, Cáseda, hemos subido el alto de Aibar, hemos atravesado dicho pueblo, histórico él, hemos pasado la macro empresa de Viscofán, un poco maloliente ella, y hemos atravesado Cáseda. Pasada ésta hemos tomado dirección Carcastillo para llegar a nuestro primer objetivo: la ermita de San Zoilo. El arte sacro por una cosa u otra siempre me sorprende y este caso de hoy no ha sido excepción. A pocos kilómetros de Cáseda en mitad de la nada, de repente, ha aparecido aislada, sola. Es una ermita ciertamente grande para ser ermita, de estilo gótico y de rara factura. Mandada construir por Arnaldo de Barbazan, obispo de Pamplona, en honor de San Zoilo, un santo cordobés con cierto predicamento en la zona. Parece ser que el motivo fue una promesa que un obispo de Córdoba hizo a su homólogo de Pamplona en el siglo IX de enviarle unas reliquias de San Zoilo y que al recibo de éstas se les levantara un templo que las albergase. Dichas reliquias llegaron 7 años después, para que luego nos quejemos de correos, y se levantó una pequeña ermita tal como habían acordado entre obispos. Cinco siglos más tarde en la primera mitad del XIV el obispo Barbazán, gran mecenas de las construcciones al que también debemos el claustro de la catedral, mando levantar el templo que hoy podemos admirar.

Templo de gran fortaleza, tosco, levantado con firmes sillares y poderosos contrafuertes, posee una portada abocinada con ocho arquivoltas y guardalluvias que descansan en un friso corrido a modo de capitel que está ricamente esculpido mostrándonos numerosas escenas civiles, mitológicas, religiosas y militares, sobre la portada una moldura en forma de frontis y bajo ella el gallo que representa a los Evreux, casa reinante en Navarra cuando se levantó la ermita en la persona de Blanca I. Frente a la iglesia se ven unas ruinas de lo que fueron la casa del ermitaño y una posada que daba albergue al viajero que así lo precisase. Una vez visto lo que allí se nos ofrecía nos hemos vuelto a montar en el troncomovil y nos hemos dirigido a un enclave singular: Gallipienzo viejo.

Gallipienzo será uno de los pueblos más antiguos de Navarra y con más historia a sus espaldas. Construido en una colina de 611 metros de altitud, se encuentra en el frente que geográficamente se forma entre Leyre y Ujue y fue pieza fundamental en la defensa de Navarra frente Aragón, la muerte de Alfonso el Batallador trajo con ella la división del reino y las consiguientes pendencias. Todo su caserío se levanta en unas empinadas y difíciles calles. La vida en este pueblo era ciertamente complicada, la carretera era un camino estrecho, sinuoso y de cierto peligro, subir la cosecha del campo a las casas y graneros era ardua labor y el caserío en general, maltratado por los siglos, amenazaba ruina por los cuatro costados por lo que en los años 60-70 se decidió, por idea del párroco D. Ciriaco Asín, la construcción de un pueblo nuevo a la vera del río y en sitio infinitamente más cómodo para la vida cotidiana que el viejo e histórico enclave. Aun así hubo vecinos que siguieron en sus viejas propiedades e incluso hubo años de cierta rivalidad entre lo viejo y lo nuevo. Hoy en día sigue habiendo casas habitadas y muchas restauradas supongo que como casa de fin de semana, pero en el pueblo viejo no hay tiendas, ni bares; hasta hace poco el Bar Los Buitres te servía una cerveza, era éste un local que no había modernizado ni una alcayata en 70 años, solo la televisión era indicativo de que estábamos en el siglo XXI. Lo conocí.

Subimos hasta la iglesia del Salvador (S. XIII-XIV) desde donde oteamos un buen pedazo de nuestra geografía, el punto es privilegiado: Ujue se recorta inconfundible con su torre poligonal a un lado, a otro la cresta de la peña Izaga, al fondo, blancos, los pirineos, detrás las tierras de Sangüesa, abajo, poderoso, el río Aragón marca el paso y a nuestros pies todo el caserío en piedra cuenta su pasado. Aconsejable excursión, Gallipienzo es historia en pie.

Bien, ahora voy a cambiar de tercio para hablar de un tema que esta semana ha estado candente y que parece ser que lo va a estar por un tiempo en nuestra ciudad: la famosa puerta lateral del ayuntamiento que luce Villa Adriana en su entrada. Parece mentira que haya tenido que venir un ciudadano a levantar la perdiz y ahora todo el mundo se rasgue las vestiduras cuando ese asunto es más viejo que el hilo negro, a mí me lo contó mi padre siendo yo niño y me enseñó la placa que así lo atestigua. Vayamos por partes, en primer lugar hemos de descartar el robo o la apropiación indebida o de forma fraudulenta ya que si así hubiese sido el Sr. Huarte no habría colocado junto a la puerta en cuestión una lápida en la que explica la procedencia de la misma. Que sea o no pertinente que este allí un patrimonio de todos es otra cosa, pero las cosas hay que juzgarlas en su contexto y si él no se llega a llevar los sillares que forman el conjunto neoclásico, que no barroco, lo más probable es que hubiesen acabado hechos gravilla o en el mejor de los casos en el cementerio del Sadar primero y en el de Miluce después haciendo compañía a tantos y tantos elementos urbanos que en él se encuentran cogiendo moho y deteriorándose día a día. Me pregunto ¿alguien sabe decirme que fue del precioso portón dieciochesco que cerró el alcalde Gortari el 4 de noviembre de 1951 para iniciar la reforma?, o ¿a dónde fueron a parar todos los muebles coetáneos al viejo caserón que llenaban salas y despachos y que fueron sustituidos por piezas estilo Luis XVI pero modernas fabricadas por el ebanista Herraiz?, o ¿cuántas piezas como aquella tabla de medidas que salvó el modesto, pero sabio, ordenanza Benito Iribertegui ardieron en el hogar de algún pamplonés?. No exageremos, la puerta fue salvada, desconozco las condiciones que concurrieron en la transacción pero fue salvada. Si yo fuese el Sr. Huarte no dudaría un segundo en ponerla a disposición de la ciudad y de esa manera zanjar el asunto, lo que no tengo tan claro es que la ciudad le diese el uso adecuado.

Es solo mi opinión.

Besos pa tos.