ola personas, ¿qué tal ha entrado la primavera en vuestras vidas?, en la mía bien, gracias. Esta semana he cambiado las muñoneras de andar por ahí por mis cómodas zapatillas caseras y he decidido escribir un ERP paseando por los caminos, trochas y vericuetos que marcan las páginas de unos libros. Concretamente de los cinco libros que nos dejó alguien que me precedió en esto de contar con más o menos gracia la historia menuda de nuestro entorno. Me refiero a José María Goñi Zubillaga (Pamplona 1925-1979) que publicó bajo el pseudónimo de Jose Mª Baroga cinco libros de temática netamente pamplonesa. En 1973, 74, 75 y 76 dio a las prensas de Gráficas Navasal "La vida íntima de Pamplona. Los latidos de una ciudad". En su primera entrega trató los años 1945-1950, 1950-1955 en su segunda y los dos últimos tomos fueron dedicados a los años 1955-1960. Además fue el autor de Eternos Sanfermines (1978). Los primeros los editó adornándolos con fotografías pertenecientes a la colección Arazuri y dibujos de Francis Bartolozzi, Loperena y Suescun, y el último, dedicado a nuestras fiestas, fue ilustrado por los dibujos de nuestra querida y añorada Begoña Cía, que nos dijo adiós demasiado joven, y de Antonio Loperena y con fotos de Adams y Paco Cano, el fotógrafo de Hemingway.

Antes de entrar en la obra veamos un poco quién fue su autor, y digo poco porque poco sé de él, yo lo conocía de vista porque él era de esa cuadrilla de chiquiteros formada por irunshemes de siempre, señores que sus apellidos suenan a Pamplona pura y que formaban parte del paisaje de la calle Comedias, Plaza del Castillo en la zona del Bearin y calle San Nicolás. Baroga era de aquellos que tenían en el Noe su casa cuando el Noe era un bar castizo en el que podías ver y comprar obras del pintor Basiano, cuando la calle Comedias contaba con tiendas tan emblemáticas como Unzu Got, bisutería Cilveti, corsetería Fany o las Tres ZZZ, cuando aun podías comer en casa Cuevas y tomarte unos pimientos en el Roch. Baroga era tan de la zona que tenía cuenta en los bares y cuando el dueño de uno de ellos le pasaba el gasto del mes, según me contaban el otro día quienes le conocieron bien, él, que ya tenía los libros publicados, le preguntaba: ¿te puedo pagar en libros esterlinos?. Baroga era lo que en lenguaje pamplonés se conoce por un casta, un PTV de libro. Tan considerado con los temas de su ciudad que falleció un 15 de julio para no fastidiar las fiestas a nadie. Ahora veamos su obra. Recuerdo perfectamente la aparición de sus libros, mi padre los compraba nada más salir y yo los devoraba. Son libros de lectura fácil, sin más pretensiones que hablar y contar de nuestra ciudad y llegar al corazón de los pamploneses. Él mismo en la introducción de su primer libro hace una declaración de intenciones y de capacidades y dice: "La ingrata labor de investigar archivos, bibliotecas, hemerotecas y demás tecas quede para quien esté dotado de esa admirable paciencia benedictina de la que yo, he de reconocerlo, carezco en su más humilde expresión".

Lo que nos cuenta es puro Pamplona, son historias y situaciones de todo tipo y color. Así por ejemplo nos narra las desventuras de una pobre anciana llamada Doña Tecla que€"vivía sola en aquel zaquizamí. Dos cuartuchos infectos, una cocina de juguete y un orinal eran sus aposentos", y nos cuenta que doña Tecla se alimentaba de las palomas que engañaba para que entrasen en su buhardilla a las que arreaba un estacazo y echaba al puchero, "€las palomas entraban por la ventana y salían en el orinal"; o refiere también las timbas que montaban en el Rhin impenitentes jugadores que después de jugarse hasta las pestañas en el Euskal dejaban su suerte en manos del bacarrá o del dominó, cuenta al detalle las partidas con frases y muletillas que empleaban al ganar, como Millán un sastre zamorano que cada vez que ganaba una mano decía: todo el dinero para Carola que es hija sola, o el barbero que desesperaba al resto de la mesa cuando, recogiendo sus ganancias del verde tapete, decía: de enero a enero el dinero para el barbero.

Como buen "andarín" Baroga conoce bien los ambientes más oscuros de la ciudad y de ellos nos habla, es una rara avis entre los escritores de la época que en vez de hablar de la Pamplona pacata y meapilas de los "años Marianos" y de las entronizaciones varias, nos cuenta chascarrillos y sucedidos en cabarets y casas de mala nota en los que sus protagonistas son pamploneses de entonces aficionados al "muslamen" (sic) y la cosa picantona. Nos narra con todo lujo de detalles las actuaciones de Marujita Pi y sus coristas en el Olimpia y los anhelos de mucho rijoso esperando ver un centímetro más de carne que el año anterior. Baroga se mueve como pez en el agua entre parroquianos cargados de "razones" que presentan casos tan singulares como el del anticuario que se paseaba por San Nicolas con una curda del 10 y un incunable bajo el brazo y que a pesar de los esfuerzos de alguien por preservar el volumen éste fue vendido por 2.000 pesetas, pesetas que se bebieron el anticuario y sus amigos en un santiamen. El incunable paró en buenas manos y hoy está en la Biblioteca General de Navarra. Nos cuenta anécdotas tan variadas como la añagaza de Mamuta en la travesía del Arga, las sesiones de venta del charlatán León Salvador con todos sus trucos dialécticos para engatusar al público, nos narra la mala suerte que tuvo la bella Lili Madoz , aquella joven pamplonesa que decidió dedicarse al espectáculo y que según decían era una firme promesa que hubiese llegado a las más altas cotas del mundo del espectáculo de no verse sorprendida en México por un trágico final a causa de una desafortunada operación de estética, ella tenía enamorados a todos los galanes y pollosperas de la época. Leemos en sus páginas noticia de cuando sin ninguna piedad las hachas del ayuntamiento talaron el enorme Olmo de Taconera que se levantaba majestuoso frente a la iglesia de San Lorenzo, nos enteramos de cómo fue la huelga del 51 que tumbó a Valero Bermejo, aquel gobernador civil que llenó el ruedo de la plaza de toros de detenidos, y de un sinfín de cosas que nos ponen en situación de cómo fue la Pamplona de aquellos años en blanco y negro en la que quien se quería divertir había de hacerlo de tapadillo y a espaldas de tanto cabal, serio y aburrido biempensante.

Los libros de Baroga tienen 50 años pero su lectura es atemporal. Los recomiendo.

Besos pa tos.