"Otros Lucios serán necesarios en el futuro". Con esta frase del ex senador Patxi Tuñón se podría definir el legado que ha dejado el anarquista cascantino Lucio Urtubia (1931-2020) cuando se cumple un año de su muerte. En Cascante se ha rendido este sábado un cálido, sencillo y sentido homenaje a un anarquista libertario que llevó su utopía de un mundo igualitario y justo hasta sus últimas consecuencias. Como han indicado en el transcurso del mismo, tenía la "capacidad de no ser sectario y, al mismo tiempo, llevar a cabo una lucha ideológica constante para tratar de convencer a todos de que el anarquismo era la única vía para un mundo mejor y más libre".

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Compañeros de la infancia, amigos a los que abrió sus puertas de su casa en el barrio parisino de Belleville, antiguos presos y familiares de presos vascos a quienes dio cama y un lugar donde ir cuando salían de prisión, compañeros de lucha, promotores de libros y documentales y, en definitiva todo un abanico de personas que conocieron, admiraron y amaron a este cascantino han tomado parte en el homenaje en el Romero donde de joven plantó árboles. También su familia, Anne, su hija Julliette y sus nietos y nietas que han visto cómo desgranaban su vida y su legado.

"Incansable, impredecible, inabarcable, irreverente, inabordable, indomable, inolvidable e inevitable", han sido algunos de los adjetivos que han dedicado a Lucio Urtubia que llegó al anarquismo incitado por su padre, socialista, que antes de morir en la cárcel le dijo "yo sería hoy anarquista si hubiera una vida nueva". Tras huir a Francia al ser descubierto haciendo contrabando con material militar mientras hacía la mili, conoció a Breton y Camus, pero quien de verdad le influyó en dedicar su vida al anarquismo fue el catalán Quico Sabaté.

Más allá de su faceta revolucionaría y anarquista, que se ha difundido por el mundo de la mano de varios libros, comics y un documental (y que le llevó a falsificar dólares y cheques bancarios hasta casi hacer quebrar al City Bank), el homenaje ha revelado facetas inéditas y anécdotas del Lucio hombre, si bien éste nunca se separó de su ideal político. "robar a un banco no es robar", "la utopía es necesaria, lo que se desea se puede conseguir para lograr los objetivos". Más de uno de los asistentes le ha definido como "hombre de acción con ideales ambiciosos, la lucha revolucionaria de clases internacional para recuperar la dignidad de los pueblos", pero lejos de ser una frase hecha, Lucio la llevaba a la práctica.

De la mano del abogado Pepe Uruñuela, han pasado por el escenario Angelito (compañero de infancia del restaurante El Lechuguero), Marco Bellizzi y Nekane Solana (que vivieron cinco años como parte de su familia con ellos en París), Patxi Tuñón, José Mari Esparza (de la editorial Txalaparta donde se publicaron os libros que le dieron notoriedad internacional), José Olaizola (CGT), José Antonio Antón (profesor de Cascante) la Chula Potra o los autores del documental sobre su vida que han narrado momentos y anécdotas que tenían como punto común sus fuertes convicciones y su gran corazón del que se definía como "un albañil anarquista de Cascante", una tierra de la que nunca renegó y a la que siempre que pudo volvía. De hecho su vida, como ha explicado Uruñuela, estaba marcada por dos ciudades "Cascante y París... Si, no miréis así porque para el que no lo sepa Cascante tiene el título de ciudad".

Su compañero de la infancia, Angelito El Lechuguero (por el restaurante) ha recordado cómo cuando le preguntaban a Lucio qué era la Democracia respondía "la Democracia es El Lechuguero de mi pueblo, que a todo el mundo le trata igual", indicó y calificó a su Lucio de "un poco conflictivo y un poco rabioso, pero una gran persona. Discutíamos mucho de política pero siempre lo arreglábamos con un vino".

Quienes se hospedaron en su casa con Anne, su mujer, recordaban cómo les trataba, llevándoles baguette y croissants por la mañana, dado que se iba a trabajar a las 4 de la mañana. No en vano, uno de los responsables de la librería Katakrak de Pamplona ha apuntado cómo se dirigió a un grupo de jóvenes diciéndoles "para ser anarquista hay que trabajar mucho", bajo una bandera anarquista en la que se podía leer "abajo el trabajo".

Todo el dinero que obtuvo de atracar bancos o de estafarles (dejó de atracarlos por miedo a hacer daño a algún empleado) lo entregaba a movimientos libertarios latinoamericanos o europeos. En este sentido Uruñuela ha indicado cómo "Lucio surtió de multicopistas a finales de los años 70 a buena parte de la Ribera, de hecho estoy seguro de que hay alguna que sigue enterrada en algún sitio de Tudela". Una labor que repitió cuando obtuvo algo dinero por los libros que publicó Txalaparta, "fue todo a presos políticos", explicaron y recordaron cómo decía que "la cárcel no es ni para mi peor enemigo".

Dos testimonio han sido especialmente emocionantes. Por un lado el de dos presas vascas que salieron de la cárcel de París y vivieron en casa de Lucio y familiares de presos que tenían que viajar durante horas y encontraban refugio en su casa de Belleville ("buscó trabajo a más de 15 refugiados para que pidiésemos estar aquí", recordaron) y el de su amiga íntima Esther Ferrer, que ha enviado una grabación. En ella mantiene un diálogo imaginario con Lucio a quien decía "dónde estés ahora debe haber bastante gente, ¿te cruzas con Durruti? ¿y con el Che?, igual has intentado ya adoctrinarlos. Debes estar aburriéndote" y le ha cantado dos canciones que le gustaban , Marusiña y ¡Ay, Carmela!.

El encuentro ha concluido con la voz de Lucio (grabada) cantando una canción anarquista de la comuna francesa del siglo XIX y los asistentes entonando el "a las barricadas". Su último legado físico fue la creación del espacio Louis Michel que desde 1997 existe en París, para artistas "solidarios que quieren exponer fuera de los grilletes de las galerías".

En septiembre, Pamplona acogerá un montaje de imagen y sonido que se ha creado para mantener viva la memoria de Lucio Urtubia.