45 años de trabajo y dedicación lleva Agustín Aguirre a la espalda. Es hora de poner fin a esta etapa y lo hará junto a su mujer: “Este proceso lo empezamos juntos y queremos terminarlo juntos”, apunta María Ángeles mientras Agustín ofrece un curso de vidrio. El artesano anunció el cierre de su local para las próximas navidades, aunque no abandona a sus clientes: “Cerraremos la tienda, pero él seguirá trabajando desde el taller de casa para los que necesiten su ayuda con la joyería y las vidrieras”, cuenta su mujer. Además, “nos gustaría que alguien continuase con el local y el trabajo de Agustín”, confiesa.

“La tienda tiene mucha posibilidades”, asegura María Ángeles. “Si alguien quiere venir a continuar con el trabajo de mi marido, él le puede enseñar cómo hacerlo. Además se quedaría con una renta antigua y una cartera de clientes que hemos conseguido a lo largo de estos 16 años aquí”, garantiza.

Historia

El artista “siempre había estado aprendiendo y haciendo cursos de artesanía”, explica su mujer. Trabajaba en una empresa y el vidrio era un hobby. No obstante, aprovechando que perdió su puesto de empleo debido al cierre de la empresa, Agustín se lanzó al mercado laboral como autónomo. “Empezó exponiendo en ferias de artesanía. A partir de ahí, comenzaron los encargos particulares. Al mismo tiempo le buscaron para exponer en diferentes galerías”, relata su mujer. El vidriero ha exhibido sus obras en sitios como Japón, Milán o Bruselas. Pero para él “esto no es un trabajo. Es su vida y su pasión definitiva”, dice María Ángeles.

En 2005, el matrimonio se hizo con un local situado en la Plaza del Castillo, que antiguamente era una joyería. Debido a que la gente seguía demandando este tipo de productos, decidieron “añadir el epígrafe de joyería para atender a ese público y que ellos conociesen también el trabajo artesanal de Agustín”, relata María Ángeles. La tienda no funcionó como esperaban porque tras la peatonalización de la plaza la gente la atravesaba en diagonal en lugar de hacerlo bajo los porches. Además, era un local divido en dos plantas y la mayoría del trabajo de Agustín estaba en la parte subterránea, por lo que la gente no podía verlo desde el exterior. Por tanto, en 2013 se hicieron con la tienda actual. En aquel tiempo “el DNI estaba aquí al lado y pasaban 400 personas diarias. Esto nos trajo muchos clientes que, de otra manera, no nos hubieran conocido. Además, aquí el trabajo de Agustín está expuesto a pie de calle porque tiene un escaparate más amplio”, explica. Otra ventaja es la posibilidad de tener el taller dentro del establecimiento porque “Agustín es una persona que no puede estar parada en el mostrador esperando a que entre alguien, siempre tiene que estar creando”, cuenta su mujer.

“Nuestra tienda es un ejemplo de la relación del cliente con un local especial. Nosotros estamos para el público y ellos valoran mucho el trato tan cercano”, contó María Ángeles. En un constante afán de complacer a sus clientes, el matrimonio ofrece la oportunidad de pagar una pieza a plazos. “Hay gente a la que le gusta mucho algo, pero no puede pagarlo un determinado mes. Nosotros le pedimos una señal y se la reservamos, así nadie se queda sin algo que les guste”.

Trabajo

El artista maneja múltiples técnicas. Tiffany, reciclado artístico y la grisalla, son algunas de ellas. Cabe destacar el Vidrio Explosionado, un proyecto de I+D de Agustín que consiste en seleccionar vidrios por colores y desmenuzarlos para conseguir diminutos trozos, que pueden ser de hasta cinco tamaños diferentes. Después, crea diseños sobre un vidrio transparente que cierra al vacío, creando así vitrales y paredes de luz que hacen la función del pavés, dejando pasar la luz de una estancia a otra pero manteniendo la intimidad, por su cualidad traslúcida. No obstante, lo que más llamó la atención de Agustín fue descubrir que se trataba de un material “flexible y que, por lo tanto, no se rompe”, explica. Gracias a estas características, ha creado lámparas cuya forma puede variar al gusto del consumidor y que no se rompen al caer al suelo. El artesano también ofrece un servicio de arreglo de monturas de gafa, así como talleres para todos los públicos. “Agustín da cursos porque quiere transmitir lo que sabe. Muchos vidrieros no quieren hacerlo y si no tienen un relevo generacional se pierde todo”, dijo su mujer.