Se llama Maritxu Goikoetxea Garaialde, el próximo mes de mayo cumplirá cien años y según ella misma se define, y corrobora su familia, es "la mayor fan del mundo de Rafa Nadal", hasta el punto de que ve todos sus partidos. "Me da igual la hora que sea, como si juega de madrugada. Me levanto y lo veo", asegura rotunda esta vecina del pamplonés barrio de San Juan de humor imbatible y vitalidad desbordada, pese a lo que su DNI indique. "Bueno, ahora no le puedo seguir porque está de baja", matiza. "Eso sí, estuvo hace unos días en El Hormiguero y por supuesto que lo vi".

Parece entre injusto e inadecuado que una persona de esa edad no consiga sus más íntimos deseos, sobre todo si éstos son, a juicio de quien lo ve desde fuera, baratos y relativamente sencillos. Y su deseo principal es tener un recuerdo dedicado de su ídolo, "un papel, o un mail", dicen sus familiares. Pero no lo consigue ni sabe cómo hacerlo.

Ya el año pasado, cuando cumplió 99 años, la familia intentó lograrle este regalo ilusionante. Sin éxito. "Escribimos a la Fundación Rafael Nadal, a la Escuela de Tenis Rafael Nadal de Manacor y por Instagran a su esposa, Xisca Perelló, pero no hubo manera. Solo nos respondieron de la Escuela de Tenis, y para decirnos que no se ocupan de este tipo de cosas", dice uno de sus sobrinos. "Y seguro que hay personas en su entorno que sí que lo hacen", concluyen.

Maritxu no es una mujer cualquiera, sino un caso peculiar de longevidad trufada de vitalidad. Y además es muy popular en el barrio de San Juan, donde durante 29 años regentó la Pastelería Unzué en los soportales de la calle Monasterio de Iratxe, frente a la Policía Municipal. "Abría de 8 a 2 y de 4,30 a 8, todos los días, domingos incluidos, porque a la gente no se le puede dejar sin pan", asegura dentro de una lógica aplastante plagada de sentencias irrebatibles. "Y eso que era más que una panadería-pastelería, más bien un pequeño ultramarinos donde se vendía también prensa", añade.

La prensa es hoy, junto con Nadal ("bueno, también me gustan mucho Osasuna y la pelota vasca", aclara), una de sus grandes aficiones diarias. Lo primero que hace al levantarse es leerla, antes de bajarse a un banco que hay enfrente de su casa, en el número 1 de la calle Monasterio de Fitero, junto a la rotonda de La Granja, con su radio a ver la vida pasar un rato. Y a reñir a los operarios de jardines que pretenden podarlo. "Qué manía con quitarle ramas", dice, "con lo bonito que es este árbol y la sombra tan buena que da", se queja. Vive sola pero su familia está siempre pendiente de ella.

El resto del día lo dedica a sus muchas habilidades: es una excelente cocinera (lo fue de la Clínica Universitaria) que incluso se hornea su propio pan, pintora aficionada, cantante y guitarrista, porque para acompañarse en sus tonadas rasguea las seis cuerdas. Muchas de esas habilidades las aprendió ya de jubilada, porque según otra de sus sentencias, "todo lo que aprende uno, puede aprenderlo el otro", así que no hay materia que se le resista si en ella le apetece bucear. "Y también bailo la polka", añade antes de levantarse de su banco y ponerse a dar pasos, con los brazos colocados en la posición correcta, mientras se tararea a sí misma.

Al banco al que baja todos los días del año, "salvo que haga muy malo, porque entonces me voy a otro más recogido que tengo detrás de casa", le llama "el Banesto", y después de comer "me voy a Etxauri", que es como ella le llama a echarse un rato para reposar de las muchas emociones que le depara el día. "Yo nunca me aburro", asegura entre carcajadas.

Erice de Iza, Marcalain, Pamplona

Nacida en Erice de Iza el 12 de mayo de 1922, se crió en Marcalain, donde tiene una casa, su raíces y muchísimos recuerdos, después de un breve paso por Irurtzun. Viuda y sin hijos, acabó muy joven en Pamplona, "sirviendo, que era lo que muchas chicas hacían entonces".

Su larga vida dedicada al trabajo no le ha restado ni un ápice de un buen humor proverbial. Viven aún cuatro hermanos de los seis que fueron y estar con la familia es uno de sus grandes entretenimientos. "Hace poco pasamos un día en Marcalain, todos juntos", dice, "y fue estupendo". Y viene otra sentencia profunda: "Tienen que inventar la cuarta edad, porque yo en la tercera llevo ya mucho tiempo".

A pesar de que solo recuerda haber visto un partido de tenis en directo, "una vez que pusieron un campo en la cancha del pabellón Anaitasuna", situado enfrente de donde vive, conoce perfectamente gracias a la televisión, a través de la que ha visto "miles de partidos", a todos los deportistas actuales, a sus mujeres y sus hazañas. Nadal es especial para ella por muchas cosas, "en lo personal y en lo deportivo. Es una persona muy educada que nunca rompe una raqueta en un enfado, cosa que otros sí hacen. Djokovic, por ejemplo, pero él no".

De su magnífico estado de salud habla bien a las claras que come de todo, y le encantan "los huevos fritos con txistorra". Y a la hora de la cena, con su buen vaso "de clarete. A la hora de comer, no, pero cenando me meto un lingotazo".

El caso es que el próximo mes de mayo Maritxu cumplirá cien años que celebrará con una comida familiar. Si la vida es justa, quizá esta vez sí le llegue el autógrafo de su ídolo.

LA FRASE

"Tienen que inventar la cuarta edad, porque yo en la tercera llevo ya mucho tiempo"

Maritxu Goikoetxea