sesma volvió a recordar este domingo el antiguo oficio de los esparteros y esparteras y, con ellos, los años en humildes en los que muchas familias se ganaban el jornal trabajando esta planta que crece en el municipio. La feria Artesaparto, tras dos años de parón, sirvió para que los sesmeros hiciesen bandera de sus raíces y orígenes.
Este año, como novedad, estuvieron presentes los vecinos y vecinas que han participado en el taller para aprender a hilar el esparto que organizaron desde la asociación Taramigal y el Ayuntamiento y que han impartido Tomás Goicoa y Feli Etayo. Visto el resultado de ayer, el esfuerzo ha dado sus frutos y la mejora con respecto a los primeros días era notable.
Ignacio Vitoria, de 28 años, y Lucía Mangado, de 26, son dos de los jóvenes que ayer mostraron sus destrezas tras su breve aprendizaje con el objetivo, explicaban, “de que este día y esta tradición no se pierdan y que el legado de nuestros mayores perdure en el tiempo”.
Motivados, aseguraban, “parece que es mucho más fácil de lo que luego resulta ser, pero poco a poco iremos perfeccionando el hilado y trenzado”. De hecho, no descartan volver a organizar un nuevo taller que incluya en julio la recogida del esparto del campo y Lucía incluso aspira a poder hacer, con el tiempo, alguna cesta.
Precisamente Goicoa, un sesmero que vivió en sus carnes los arduos años en los que el esparto era su principal sustento, mostró los edificios que ha ido confeccionando con esta planta silvestre con el paso de los años; expuso el Ayuntamiento viejo, la parroquia, la torre de la iglesia, su casa, el extinto kiosko de la plaza, los Remedios, Almuza y la ermita del Carmen, entre otros. Ahora, explicaba, quiere hacer el Círculo Católico, inmueble muy vinculado al mundo espartero, “para que las nuevas generaciones lo conozcan”.
La degustación de migas fue otro de los platos fuertes de la jornada de ayer. José Mª Roldán, Teodoro Lumbreras, Santiago Soto, José Vidal Bea, Kiko Zábal y Jorge Zábal se encargaron de preparar este manjar que los vecinos y visitantes degustaron desde las 11.00 horas, mientras que Tomás Goicoa fue el que picó todo el pan. “Es algo que me gusta, me ponía un ratico por las mañanas y así me entretenía”, contaba.
Los cocineros se colocaron los delantales a las 8.30 horas y comenzaron a preparar los más de 100 kilos de migas a las que añadieron 32 kilos de picadillo, 16 kilos de panceta y ajo. “¡A remar, a remar! ¡Aúpa esa trainera!”, comentaban divertidos mientras removían el condimento de las 8 perolas que prepararon “con mimo y cariño”. Y es que, a pesar del parón de dos años, comentaba Zábal, “no se pierde la práctica. Además, es algo que nos gusta hacer; aquí estamos tranquilos”.
La soleada mañana también contó con un mercado con cerca de 40 puestos.
“Impulsamos el taller porque sería una pena que esta tradición tan nuestra se perdiese”
Joven sesmero
“En estos dos años no hemos perdido la práctica;
es algo que hacemos
con ganas”
Encargado de las migas