l día 21 de mayo de 1938, con las luces del alba que es cuando se perpetran esas canalladas, fallecía asesinado Valeriano Ilzauspe Iriarte en la Vuelta del Castillo de Pamplona. Vecino de Berroeta, en el Valle de Baztan, de 52 años, había sido sentenciado por un tribunal (por supuesto, militar) por "rebelión militar", un fantasioso y criminal delito dictado contra un civil y establecido por el ejército golpista de Francisco Franco que daría lugar a la Guerra Civil.

De 1936 a 1943 (y hasta bastante más tarde para desgracia de muchos otros españoles) los tribunales militares habían establecido la jurisprudencia de que quienes en la guerra se opusieran "por las armas" al "legítimo Gobierno Militar", es decir todos los que no apoyaran la rebelión franquista eran reos por delitos de Rebelión Militar. Este no era ni de lejos el caso de Valeriano Ilzauspe, pero daba igual.

Valeriano Ilzauspe Iriarte había nacido el 23 de agosto de 1886 en la casa Purenea de Berroeta, hijo de Salvador y Tomasa. A los 21 años, como otros muchos baztandarras, emigró a Estados Unidos para trabajar de pastor. Llegó a Nueva York el 26 de abril de 1907, se dirigió a Los Ángeles y dio como referencia la del friend (amigo) Jerónimo Arraztoa, en Aliso Street. California, regresó y el día 5 de septiembre de 1916 se casó con Simona Rita Garay Maya, de Berroeta también, nacida el 28 de octubre de 1885. Tendrían un único hijo, Ramón al que enviaron a Aldudes (Baja Navarra) para que no fuera a la guerra.

Valeriano, según quienes le conocieron era hombre con propio criterio, dedicado a la agricultura y la ganadería en sus propias tierras, adquiridas con lo que ganó y ahorró en California. Debió invertir la totalidad de su dinero, pues, como se verá, su familia tuvo que esperar hasta 1948 para terminar de pagar las 15.000 pesetas de multa, con "embargo de bienes" que, además de ser asesinado, le impusieron para "resarcimiento de daños y perjuicios".

De acuerdo con el testimonio de otro vecino de Berroeta, fallecido recientemente en Estados Unidos, todo lo que se conocía de Valeriano era "su trabajo diario en el campo y los ratos que compartía de vez en cuando jugando al mus y charlando", lo que, precisamente, le costaría la vida.

Su única culpa era su ideología nacionalista vasca, asumida tras el famoso mitín que protagonizó el luego lehendakari del Gobierno Vasco, José Antonio Aguirre, el verano de 1931 en Elizondo y Berroeta. Al parecer, en una de las habituales partidas de mus y hablando del desastre de la guerra a Valeriano se le oyó decir "Nunca enviaré a mi hijo a esa carnicería", por lo que fue acusado de "incitación a la deserción"

El párroco solía participar en aquellas partidas de mus, le denunció por esa frase y cuatro días después vinieron a por él y se lo llevaron. Ingresó en la prisión de Pamplona el 5 de julio de 1937 y permanecería allí casi un año hasta el 21 de mayo de 1938, en plena ofensiva sediciosa de la fiera franquista sedienta de sangre, cuando le sacaron para su último viaje y sería vilmente asesinado.

Fue llevado hasta la Vuelta del Castillo, donde se le fusiló "por auxilio a la rebelión" y sus restos fueron enterrados en el cementerio local en una fosa individual donde permaneció 10 años, para ser luego trasladado al osario general. Así consta en el Registro Civil (partida de defunción nº 576, muerto el 21-05-38 en la Vuelta del Castillo-Puerta del Socorro, "a consecuencia de heridas de arma de fuego") y en el Libro de Enterramientos de la época, en el Archivo Municipal de Pamplona. Parece que Valeriano fue asesinado solo, pero le seguiría la gran carnicería del día siguiente (mañana) cuando se produjo la fuga del Fuerte de San Cristóbal.

La lectura de su expediente es una muestra de la más abyecta hipocresía, no consta documentalmente que fuera asistido de abogado defensor pero sí que ante los cargos de la acusación respondió que él "era el mismo de siempre". Figura un voto particular del general auditor del ejército Camilo Juliá de Bacardí, contra la pena de muerte a cambio de "reclusión perpetua", al entender que Ilzauspe "no era dirigente" de nada ni había cometido delitos "de sangre, devastación o saqueo". El 3 de mayo se dicta en Burgos el "enterado" de Franco para que sea fusilado por el delito de "rebelión militar" (¿?).

Conscientes de su crimen, avergonzados de sí mismos y para quizás tranquilizar su mala conciencia, las notas posteriores ocultan de forma artera el fusilamiento y recurren a evasivas miserables como fallecido "por heridas de armas de fuego". Su asesinato no fue el único castigo: en 1939 se le impuso multa de 15.000 pesetas en anuncio oficial que le considera "en ignorado paradero" (¡!) y que su familia no podía pagar. Todo les fue embargado (incluida una kaxota "muy usada y sin valor" de cocer leche) y hasta 1948, diez años después, cuando el 6 de noviembre comparece un vecino de Aniz para liquidar las últimas 10.000 pesetas en el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas. Así se hacía la "justicia" entonces, nada menos. l