Con algún obstáculo y con más altibajos de los que se podían prever, la escuela de jotas de Marcilla celebra este año su 25º aniversario, una efeméride que quieren festejar por todo lo alto y con la que tratarán de arraigar e impulsar la jota como signo de identidad.

De hecho, explica el actual profesor de la escuela, Raúl Palacios, el primero de los actos será el próximo 20 de agosto en la plaza de la Cava, al atardecer, de la mano del festival ‘Marcilla es fiesta’. Bajo un hilo conductor teatralizado que dirigirá Javier Ursúa, los joteros se fusionarán con diversas asociaciones locales; confirmada está ya la asistencia de los auroros, la banda joven, la comparsa de gigantes y cabezudos, los dantzarais, los gaiteros, la charanga El Cohete, y la batucada.

Además, Sandra Antomás ha sido la encargada de diseñar el logo de este aniversario y no descartan la posibilidad de convocar un concurso para crear el escudo de la escuela que podrían lucir en pañuelos y fajas, entre otros.

Por otro lado, desvela Palacios, el siguiente acto de los muchos que esperan cerrar hasta agosto del próximo año, lo dejarán para otoño, mes en el que quieren realizar una ronda jotera y en el que homenajearán a los que han sido profesores de la escuela durante estos años: Julio Aranaz, José Félix Gárriz, Alba Bolea y el propio Raúl.

La evolución

Y es que, cabe recordar, fue en el año 1997 cuando echó a andar esta institución de la mano de Aranaz. Tras pasar por las aulas del colegio y del Ayuntamiento viejo, ahora han logrado asentarse y hacerse con una de las salas de la escuela de música, situada en el castillo.

Con apenas 16 años, y de eso hace ya cuatro cursos, Palacios se puso al frente de la escuela que, en la actualidad, cuenta con 20 joteras adultas y niñas. Eso sí, Raúl anima a la ciudadanía a que se animen a probar para aumentar dicha cifra. “No me dio vértigo asumir el cargo, sino que traté de sacarle el máximo provecho. No me sentí desplazado por ser joven sino todo lo contrario; querido y respetado. Estos últimos años, han sido muy, muy difíciles; en la motivación ha habido altibajos, la asistencia ha sido irregular y eso, que debo agradecer el empeño y el interés de las alumnas por seguir, por mantener la ilusión por el proyecto y no abandonarlo. Espero que este nuevo curso lo podamos retomar donde lo dejamos, que esto haya sido un paréntesis y que se nos vuela a oír a los cuatro vientos”.

Con un ensayo semanal, explica, “no van por niveles, porque así se ayudan las unas a las otras y soy consciente de que es un hobby e intento no tomármelo como una asignatura, pero hay veces que me sale la vena”, ríe. “Lo que busco son jotas que potencien sus defectos para hacerles trabajar y esforzarse. Además, no solo cantamos sino que también aprendemos un poco sobre la historia de la jota; sus orígenes, esencia y valores”.

De hecho, ahora la idea es recuperar la actuación estival, cantar alguna jota villancico en Navidad, hacer rondas espontáneas por el casco urbano y estar presentes el Día del Patrón; es el día grande de las fiestas de agosto en el que los vecinos escuchan tres jotas: una por parte del coro, otra que interpreta Raúl en solitario desde un balcón en la plaza del Postigo, y la última, en la plaza de Ayuntamiento, en la que están las y los integrantes de la escuela de jotas de Marcilla así como algunos joteros locales a los que Palacios suele invitar para que participen “en este emotivo momento”.

Luces y sombras

En cuanto al futuro que le augura Raúl a la jota, cuenta, “en Navarra lo tiene asegurado porque hay mucha cantera nueva, pero hay un grave problema en cuanto al público que arrastra, que está muy envejecido”.

Al hilo de esto, recalca algo dolido, “creo que hay una falta espantosa de apoyo institucional, y ya no hablo en Marcilla, sino a nivel general, y esto conlleva a una falta de dignificación social de la jota. Se nos tiene que tener más en cuenta. El folklore hay que cuidarlo porque es un pilar fundamental de la cultura social y somos los encargados de que perdure en el tiempo. Hay un gran desconocimiento en torno a la riqueza de la jota y creo que pocas cosas hay que expresen tanto en tan poco tiempo. Eso sí, también tenemos que organizarnos nosotros internamente y hacer una reflexión porque, bajo mi punto de vista, a veces usamos la jota como una herramienta para brillar y creo que debe ser al revés, tenemos que ser nosotros la herramienta para hacer brillar a la jota”.

Además, y en el caso concreto de Marcilla, “no me imagino el pueblo sin jotas aunque es cierto que en el imaginario popular hay cierta ausencia. Hace falta trabajar para que la jota se considere parte de la identidad de Marcilla; que se la tenga más en cuenta” y eso que, reconoce Palacios, siempre han tenido mucho apoyo por parte del Ayuntamiento.

El futuro marcillés

Palacios, que estudia en Pamplona, no sabe ni puede predecir cuándo acabará su etapa al frente de la escuela marcillesa pero sí que tiene clara una cosa: “Después del trabajo que ha costado levantarla y recuperarla, no se va a perder. El día que me vaya me iré asegurando que alguien viene y se queda”. Y es que, concluye, “la escuela de jotas asegura la creación de cantera así como un relevo generacional. Es una institución que hace que la jota perdure, que se conozca y difunda. Es, como decía, una forma de dignificarla, algo en lo que tenemos que seguir trabajando”.