“Mi madre, Faustina, ponía los pucheros encima de la mesa y la gente comía todo lo que quería. Hasta hartarse”, recuerda Ana Barrena, actual dueña de Casa Faustina, un restaurante de comida tradicional ubicado en Barindano, a escasos kilómetros de la sierra de Urbasa.

Hace más de 50 años, Faustina abrió un bar-restaurante en su propio hogar. “A mi madre le encantaba que la gente viniera a comer a casa. Los clientes comían en la cocina, donde había tres mesas con una docena de sillas. Nada más”, recuerda Ana.

En verano, Faustina también daba de comer en una habitación que, en principio, era el cuarto de estar. “Quitábamos los sofás y se transformaba en un segundo comedor. Mi madre aprovechaba todos los rincones”, relata. Otro de los “cachitos” de la casa se destinaba al bar, con barra incluida. 

Ana, y su hermano Carlos, se criaron entre pucheros y, en cuanto pudieron, Faustina les puso a faenar. “Tengo muy buenos recuerdos. Cuando había mucho jaleo, también tenía que servir los cazuelones. Casi no llegaba a la mesa de lo pequeña que era. Mi madre me decía, ‘toma, lleva la comida a esa mesa de ahí’. Era tan chiquitilla que los comensales se reían de mí”, señala. 

Faustina preparaba comida “de toda la vida”: ensalada, sopa, alubias, pollo, albóndigas, guisados, gorrín asado... “Comida casera y tradicional bien hecha. No hay más misterio. Mi madre sacaba la cazuela y la gente comía lo que quería”, subraya. Después de saciar el estómago, los comensales echaban la partida de mús al calor de la lumbre. “Había unas mesas al lado de la chimenea y los abuelicos se quedaban a jugar a cartas”, explica. 

Comensales degustan los platos típicos de Casa Faustina. IÑAKI PORTO

En 1983, hace 40 años, Faustina reformó la cuadra de la familia –tenían vacas y cerdos– y construyó el actual restaurante. “Mi madre era muy echada para adelante. Una emprendedora para su época. De estas mujeres que no le frenaba nada ni nadie. La casa se le quedó pequeña y necesitaba más espacio para atender mejor a los clientes. Además, teníamos que trasladar la cuadra a las afueras porque los animales ya no podían estar en medio del pueblo”, matiza. 

Menú degustación

En la actualidad, Ana, su hermano Carlos y su marido Tito regentan el negocio familiar. “Nunca pensé que fuera a ser cocinera, que iba a terminar entre pucheros. Pero en casa no hacíamos otra cosa y no tenía ninguna otra inquietud de estudiar o dedicarme a otra profesión”, asegura. 

Ana cocina los mismos platos que preparaba su madre. “Nada de comida moderna. No tiene nada que ver. Seguimos dando de comer como hace 50 años, como en los orígenes, con las mismas recetas. Para qué cambiar lo que funciona”, defiende. 

En concreto, ofrecen un menú degustación cerrado. De primero: ensalada mixta, sopa de cocido, alubias rojas, crema de calabacín y paella. De segundo: ajoarriero, manitas de cerdo en salsa, gorrín asado y pollo guisado.

“Se prueban todos los platos. Servimos la comida en fuentes y cada uno se echa lo que deseé. Si quieres repetir, repites. No hay ningún problema. Se cobra lo mismo. El otro día, un señor, después de acabar los segundos, me preguntó si le podía sacar más alubias. Y le sacas un cazo sin ningún problema”, explica. 

Eso sí, los comensales no se pueden llevar las sobras en un tupper. “Si dejáramos llevar la comida, todo el mundo repetiría sin tener hambre. No se puede repetir para llevarse la comida a casa. Lo que sobra se queda en el restaurante. Sacamos raciones pequeñas para que el cliente pruebe todos los platos y si le ha gustado uno en concreto, puede repetir sin problema. Pero lo que se saca es para que se coma aquí”, insiste Ana. 

Casa Faustina prepara siempre la misma comida porque “la gente viene a comer estos platos, este menú en concreto. Si un día quitara las patas de cerdo, las patas de cerdo serían lo que más le apetecería a la gente. Y si no hubiera gorrín, vendrían a por el gorrín. Los clientes están acostumbrados a este menú y les gusta mucho. Entonces, para qué vamos a cambiar lo que funciona. Son los platos y las recetas de mi madre de hace 50 años. Cocino todo lo que cocinaba ella”, subraya Ana.