Jeru no tiene claro si fue ella la que le inculcó a su hija, Mikele, la afición por las miniaturas artesanales o fue al revés. Lo que sí es cierto es que es una pasión que ambas comparten desde hace muchos años y de la que Jeru Asurmendi Gorráiz, artajonesa de 62 años, hizo su oficio hará 12, cuando dejó de trabajar en un estanco.

Las casas de muñecas que le compraba a su hija despertaron su curiosidad por estas pequeñas figuras y aquello, sumado a que Jeru es una fanática de la Navidad, hizo que hoy se dedique a vender escenas, mesas, figuras, puestos de mercados o cestas en las ferias de artesanía. “Empecé hace unos 30 años porque me encantaban las casas de muñecas, pero como no vendían todo lo que quería tener, decidí empezarlo yo misma”, recuerda.

Cuando se quedó en el paro, Jeru, que se define a sí misma como una mujer animada y “muy echada para adelante”, no dudó en hacer de su gran pasión, su trabajo. “Entonces empecé a hacerlo de forma más seria y donaba el dinero a una asociación de cáncer de Navarra. Después se convirtió en mi oficio”, relata.

Su primera feria, y la más especial, fue en Artajona, su pueblo, donde recuerda que arrasó con todos los productos de la mesa. “Recuerdo que eran medievales y acababa de empezar, así que llevaba figuras que no se parecen en nada a las de ahora. Aun y todo, me compraron todo”, confiesa.

"Para este oficio hace falta paciencia", destaca Jeru Asurmendi.

Tras ello, la vecina de Tafalla empezó a perfeccionar la técnica mediante revistas que compraba en los quioscos, hasta que descubrió a Angie Scarr, artista inglesa de manualidades con publicaciones sobre la elaboración de figuras. “Fuimos mi hija y yo a una feria en Madrid, y ahí estaba Angie. Con sus publicaciones mejoré la técnica y sigo aprendiendo”.

La técnica

Jeru utiliza todo tipo de materiales, algunos reciclados, como las cajas de puros o la bisutería. Para hacer las figuras, elabora moldes a base de la mezcla de dos componentes y, una vez hechos, los rellena del material Fimo para lograr la figura que trabaja y pinta después. Además de esta técnica, la artista crea numerosas miniaturas hechas a mano con maña y, sobre todo, mucha paciencia, clave en su trabajo. “A las personas que quieran adentrarse en este mundo les diría que tengan paciencia y que si le sale mal, ya le saldrá bien. Solo hace falta ser paciente, como para todo”, asegura la artista, que añade que la creatividad también es un aliado imprescindible. “Cuando quiero hacer una figura, primero me la imagino y después de eso busco en libros para hacer bien los detalles”.

Como buena artesana, Jeru no sabe cuántas figuras puede haber hecho, pero si hay algunas que nunca faltan en su colección como guiño a su tierra. “Una es la bota de las tres zetas, que va siempre conmigo. También tengo un molde de una mujer navarrica que está cosiendo y con ese molde voy cambiando sus manos y se convierte en una mujer que hace bolillos, punto u otras actividades en grupo”, explica. Otro de los personajes que nunca falla en su puesto es el Olentzero, el tradicional carbonero que recrea en distintas situaciones, como haciendo el carbón o contando cuentos.

Sus figuras preferidas, aunque le cueste decidirse, son las gallinas y las frutas. “Son cosas únicas, porque hay ciertas figuras del belén, como los Reyes Magos, en los que la gente no invierte dinero, los compra lo más barato posible”, dice Jeru, que confiesa también que ha llegado a ir a ferias en las que no ha podido hacer competencia a estos productos. “En uno de los mercados de Navidad al que fui tenía al lado un puesto vendiendo productos hechos en China, así que yo no tenía nada que hacer ahí”, recuerda.

A pesar de que para la artajonesa la artesanía no se valora lo suficiente, asegura de que cada vez vende más miniaturas ya que tiene clientes habituales que van ampliando la colección de sus belenes o casas de muñecas con sus figuras. “Si no me apasionase no lo haría, porque si lo pienso, no sale a cuenta. Pero a mí me encanta, ojalá la gente quisiera aprender a hacer esto, porque es súper bonito”.

En su pequeño estudio de su casa de Tafalla, que ella define como un desastre que solo ella entiende, Jeru pasa incontables horas entre figuras, moldes, pinturas y materiales. “Cuando subo a esta habitación, me olvido de todo. La gente creerá que supone un estrés pero para mí es al revés, porque no sé estar quieta”, reconoce.

La artesana ha recorrido numerosas ferias, en especial en el norte del Estado, en compañía de sus miniaturas y ahora, dice, quiere centrarse en mostrar su arte en los mercados de Navarra.