Algo ha cambiado en la Peña Unzué. Desde la distancia ahora se adivina, sobre ese inconfundible peñasco de la Sierra de Alaiz a 990 metros de altura, la base de una torre circular. Atestigua que ahí se levantó una de las alrededor de 100 fortificaciones que defendieron el Reino de Navarra hasta 1512. Era y vuelve a ser el castillo roquero de Gerga, rescatado del olvido a fuerza de voluntad, años de trabajo y mucho sudor.

“El castillo estaba totalmente arrasado. De la torre quedaban tres piedras cubiertas de limo. Nosotros intervenimos porque el castillo ya iba a desaparecer, no por hobby”

Iñaki Sagredo - Gestión Cultural Larrate

“Estaba totalmente arrasado. De la torre quedaban tres piedras cubiertas de limo. Nosotros intervenimos porque el castillo ya iba a desaparecer, no por hobby”, explica el director del proyecto arqueológico Iñaki Sagredo, de Gestión Cultural Larrate.

Iñaki es responsable, junto con voluntarios de los pueblos vecinos, de la recuperación de la fortaleza: estudiar la documentación y el lugar, limpiar el terreno y cargar sacos de arena, piedras y agua montaña arriba para enseñar su historia.

Los trabajos, que han contado con la ayuda del Ayuntamiento de Unzué y la Dirección de Cultura del Gobierno de Navarra, comenzaron en 2017 y la campaña concluye este otoño. Quedará señalizar las distintas zonas del castillo y hacer una reconstrucción virtual para que la gente que no puede subir también lo pueda ver.

Torre, escaleras y aljibe

“El primer año todo estaba tapado, no se sabía ni que había torre. Salieron tres hileras de piedras rojas, quemadas intencionadamente. Decidimos que al menos la base de la torre fuera visual. Estudiamos la roca, dónde estaba la argamasa, la forma de la tallada... e hicimos la torre en tres años”, describe Iñaki.

“Hay que darle esa esencia medieval, que se vean las formas, cómo era. Y lo podemos saber por la documentación y los restos. Simplemente le damos forma a lo que ya se veía para evitar que se pierda”.

Iñaki Sagredo - Gestión Cultural Larrate

Han recompuesto la base de la torre, calculan que con unas 50 toneladas de piedra, para dar “esa esencia medieval, que se vean las formas, cómo era. Y lo podemos saber por la documentación y los restos. Simplemente le damos forma a lo que ya se veía para evitar que se pierda”

Hay más. Cuando cargaban piedras camino a la cima, de casualidad descubrieron unas escaleras medievales que también han sacado a la luz. Y hace un par de años, limpiando la muralla, apareció el aljibe en el que ahora trabajan. “No sabíamos dónde estaba, y estaba un poco más bajo y hacia el sur. Los aljibes suelen estar hacia el sur para proteger las cañerías de las heladas”, dice.

El grupo le da forma al aljibe del castillo de Gerga bajo un sol de justicia. JAVIER BERGASA

Con mucho simbolismo

Aunque fue prisión en la Edad Media, “testigo de motines de presos, despeñamientos y ajusticiamientos”, la función principal del castillo de Gerga “era controlar una de las puertas de entrada a la cuenca sur de Pamplona. Controlaba este punto y se comunicaba con otros castillos de la zona. Es muy simbólico porque es una referencia visual de la Zona Media y la Valdorba”, explica.

Los castillos roqueros eran habituales en la cuenca de Pamplona. “Son muy austeros y con pocos hombres, 5-10 personas. Son pequeñitos, y la gente no se acostumbra a que un castillo tan pequeño se llame castillo”, comenta Sagredo, muy satisfecho con el proyecto “sobre todo por las pilas que te da toda esta gente, es una gozada”, dice sobre los voluntarios. “Ves que el mensaje llega: Cuidar nuestra historia. Todo el patrimonio es importante, pero lo que influye en la historia de Navarra más. Y gracias a estos castillos tenemos un Gobierno de Navarra con unos derechos, unos fueros... Estas fortificaciones ayudaron a los logros que tenemos hoy en día. Es lo que queremos, que seamos respetuosos con lo que nos dieron estas fortificaciones. Y que nos ayuden a consolidarlas y a cuidarlas”.

"Estas fortificaciones ayudaron a los logros que tenemos hoy en día. Es lo que queremos, que seamos respetuosos con lo que nos dieron estas fortificaciones. Y que nos ayuden a consolidarlas y a cuidarlas”.

Iñaki Sagredo - Gestión Cultural Larrate

El voluntariado

Ha sido peluquero desde los 16 años, pero su abuelo, padre y tíos “solían hacer piedras. Y me ha gustado desde crío, siempre andaba haciendo paredes”, confiesa Martín Barcos, natural de Burlada y vecino de Oricin desde hace cuatro décadas.

Martín Barcos trabaja en la consolidación del aljibe. JAVIER BERGASA

Con la jubilación ha retomado su afición de la infancia y a los 74 años ejerce de cantero en la cima de Unzué. Empezó con un “pues voy a ver” cuando se enteró del proyecto, porque “todas las cosas que cuentan algo de historia me gustan”. Ahí sigue, fiel al castillo desde el principio, primero en la torre y ahora en el aljibe. “Lo hago muy a gusto porque recuperamos algo nuestro”.

También dice que es un “trabajo duro” que han sacado adelante “poliki-poliki”. Tiene ganas de verlo terminado y ya observa orgulloso el resultado: “Todos los días cuando me levanto, miro por la ventana y es lo primero que veo. Me gusta y me emociona”. “La pena es que no nos dejan mirar más, porque si limpiáramos esto quedaría mucho mejor y posiblemente encontraríamos más restos”, lamenta.

“Todos los días cuando me levanto, miro por la ventana y es lo primero que veo. Me gusta y me emociona”

Martín Barcos - Vecino de Oricin y voluntario en la peña Unzué

La base del castillo era de roca caliza, “que se desmorona muy fácil y no se puede trabajar”. Por eso emplean la arenisca de la ladera y los campos de alrededor. “Con un pequeño toque que le des puedes hacer la cara. Sale bonita. Y oye, dale que dale”, finaliza.

Cadena humana para subir piedras desde la ladera de la peña hasta la cima. JAVIER BERGASA

Suben piedras en cadena o limpian las escaleras o cargan sacos o garrafas o hacen argamasa. “Depende del día”. Las amigas Naroa Úriz, Ainhoa Pérez de Ciriza, Irene Martín y Gabriela Pardo Zabalza, vecinas de Unzué de 16-17 años, llevan varios años subiendo a la peña “para ayudar”. Y fueron dos chavales de su cuadrilla los que descubrieron el aljibe cuando trabajaban en la zona. “Antes venías y era solo el monte, pero ahora tienes la torre. Hay cosas que se han descubierto”, destacan satisfechas.

Ainhoa, Naroa y Gabriela hacen argamasa para el aljibe. JAVIER BERGASA

“Empezamos con la curiosidad de que no sabíamos lo que realmente había por aquí; descubriendo las zonas y cómo estaba configurado el castillo”

Asier Marco - Vecino de Unzué y voluntario en la consolidación del castillo

También repite desde hace varios veranos y sube desde Unzué Asier Marco, de 28 años, “a obedecer y hacer lo que me digan”. “Empezamos con la curiosidad de que no sabíamos lo que realmente había por aquí; descubriendo las zonas y cómo estaba configurado el castillo”. Antes del verano llevan los sacos de arena “y ya en junio empezamos a subirlos, acumulamos aquí el material, y luego viene la campaña”. Con poco o mucho calor, como este año. “Ha sido duro. El año pasado también hizo bastante calor. Vamos poco a poco y con mucha agua. Luego bajas al pueblo, un baño en la piscina y recuperas”, reconoce. Como los demás, la razón principal por la que no ha dejado de ayudar se resume fácil: “que no se pierda todo lo que había”.

‘Colabora en la consolidación del castillo: Sube una de estas piedras’.

Los trabajos en la peña Unzué han incluido una curiosa iniciativa: paneles colocados en los caminos, junto a un montón de piedras, que invitaban a los paseantes a colaborar en la subida a la cima: “Es una forma de que durante el invierno la gente participe, y luego llega el verano y tenemos un montoncico de piedras arriba. No se suele hacer, pero es bonito y una manera de que la gente se integre en el patrimonio”, asegura Sagredo.