Hace 70 años, el día 23 de septiembre de 1953, el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, y el embajador de los Estados Unidos, James Clement Dunn, firmaban el conocido por Pacto de Madrid, que sellaba la colaboración de ambos países contra el comunismo y aceptaba, entre otras cosas, la instalación de bases militares americanas en territorio español. En Baztan, pronto se conocería lo que el acuerdo suponía para el valle: una base militar en Gorramendi.

El Pacto de Madrid, que ha sido denunciado en varias ocasiones presuntamente por ocultar “términos secretos”, fijaba la asistencia económica en una España muerta de hambre, excluida del Plan Marshall, la defensa mutua y el suministro de material militar. El acuerdo no se sometió a la aprobación por el senado estadounidense ya que carecía del rango de tratado (como pretendía el dictador Franco) sino de simple acuerdo ejecutivo (agreement), el gobierno americano no quiso vincularse demasiado ni correr el riesgo de que no lo aprobase su senado.

Los pasajes fundamentales eran (y son en la actualidad) los que autorizaban a Estados Unidos a “desarrollar, mantener y utilizar para fines militares, junto con el gobierno de España, aquellas zonas e instalaciones en territorio bajo jurisdicción española que se convengan”.

LA ELECCIÓN DE BAZTAN

En principio, el Pacto de Madrid no contemplaba una base en Navarra, pero a Estados Unidos le interesaba establecer una Air Defense Radar Station lo más al norte posible, al encontrar la negativa del presidente francés Charles De Gaulle, reacio con la OTAN y a favor de una Europa autónoma (de hecho construyó una similar casi enfrente, en Artzamendi) y se optó por el Valle de Baztan. La pretensión del Ministerio del Aire de ocupar el macizo de Gorramendi era incontestable.

Mandaba el dictador Franco, y no había más que decir, aunque el Ayuntamiento de Baztan, y el de Amaiur, independiente hasta 1969, rechazaron la “compensación” económica fijada. El valle la valoró en 174.789,75 ptas., 10.400 más que el Ejército del Aire y bastante más de las 67.098 en que las tasó el perito de la Administración.

Soldados de los Estados Unidos en la estación troposférica, la popular 'tropo'. ARCHIVO

El Ministerio del Aire, el 3 de abril de 1959, declaró “lesivo” el acuerdo del Jurado Provincial de Expropiaciones de Navarra de valoración, recurrió contra los Ayuntamientos del Valle de Baztan y Maya ante el Tribunal de lo Contencioso-Administrativo de Navarra y expropió una extensión de 22 hectáreas, 36 áreas y 70 centiáreas a Baztan, y 7 hectáreas, 76 áreas y 80 centiáreas a Amaiur, tasadas en 57.094,80, muy lejos de las 85.053,77 ptas. que pedía su Ayuntamiento.

Lo que se conocería como “la base de Gorramendi” ocuparía, completamente cercada por valla metálica, la llanada de Intzulegi (el acceso y asentamiento), y la cima de Gorramakil donde se situaron las grandes pantallas de radio y la estación troposférica, visibles desde todo el valle, más una carretera desde Otsondo de 11 kilómetros de longitud, y las viviendas de los oficiales en el mismo Elizondo.

No se conoce lo que costaron las instalaciones a Estados Unidos, pero sí lo que pagó el Ministerio del Aire por la obra “de las instalaciones del Escuadrón de Alerta y Control W-6 de Elizondo”. Se pagaron 15.167.210 pesetas, según decreto ley firmado por Franco, y siendo ministro del Aire el navarro de Valtierra José Lacalle Larraga. Y empezó todo.

A LO GRANDE

De un día para otro, en Baztan se vivió una actividad inusitada. La construcción de la base corrió a cargo de Entrecanales y Tavora, que trajo a sus ingenieros y administrativos y numerosa mano de obra, además de la que contrató en el valle, y varias empresas de Estados Unidos se ocuparon de la tecnología militar.

Por una carretera N-121 que ni soñar era la de hoy, empezaron a circular unos gigantescos camiones, los trailer truck nunca vistos antes, unas máquinas quitanieves que consumían ingentes cantidades de gasoil y limpiaban continuamente la carretera de Otsondo a la base (una se averío a poco de llegar y permaneció durante años a un lado de la ruta) y los helicópteros de las USAF, la fuerza aérea de los Estados Unidos, llegaban a diario de Zaragoza y Torrejón de Ardoz transportando el correo, la prensa del día y cualquier objeto que los soldados americanos adquirían, todo para que, igual que toda base militar americana, fuera como “una ciudad de Estados Unidos”. De hecho, en el interior de la base la moneda que circulaba era únicamente el dólar, al cambio 60 pesetas españolas.

Para los baztandarras, en una época en la que por falta de actividad laboral arreciaba la emigración a Estados Unidos a trabajar de pastores o a México de panaderos, la base fue un respiro momentáneo. Decenas de hombres y mujeres fueron contratados para numerosas tareas por la Tumpane Co. Inc., empresa encargada de la logística y el mantenimiento no militar, a las órdenes de Emilio Silva Santín, un hombre que dejó huella sólida y amistosa.

En la base había “de todo”, desde una tienda (un dólar el cartón de 10 cajetillas de tabaco rubio americano), iglesia, cafetería y sala de juegos, cine (sin censura) las 24 horas, y una cocina comedor también abiertos todo el día. Los soldados americanos no comían pescado, hasta que los cocineros Laureano Maillo, de Elizondo, y José Manuel San José, de Irurita, les cocinaron merluza a la vasca y chipirones en su tinta, y ya. Al atardecer, Elizondo hervía con la presencia de soldados americanos, y en el Giltxaurdi se jugaba a béisbol y rugby. Eso ocurrió hace 70 años.