Son artesanos del hierro. La Fragua Arbizu ha resistido en Etxauri durante casi un siglo y tres generaciones gracias al trabajo y la habilidad de sus propietarios. Calixto la fundó en 1928, su hijo Joaquín heredó el taller y, tras su jubilación, ha quedado en manos de José Miguel, que mantiene vivo en Navarra uno de los oficios más antiguos de la humanidad. 

Joaquín, de 76 años, y su hijo José Miguel, de 47, han pasado media vida en el taller. “La gente dice que es muy duro, pero yo siempre he estado muy a gusto y he gozado con este oficio. A mi hijo le gustaba, así que dejo el negocio en buenas manos”, explica Joaquín, que se jubiló a los 65 años, aunque “todavía hubiese seguido un poco más”. De hecho, continúa pasando por la fragua “para enredar” junto a José Miguel, que disfruta de un trabajo “creativo, variado y agradable”.

Joaquín Arbizu y su hijo José Miguel, en su taller de Etxauri con el libro en el que han recogido la historia de la fragua.

Joaquín Arbizu y su hijo José Miguel, en su taller de Etxauri con el libro en el que han recogido la historia de la fragua. UNAI BEROIZ

En el interior de la fragua, un fuego, un yunque y decenas de martillos con los que se da forma al ardiente hierro con un golpeo rítmico. Tres toques al hierro y uno al yunque para girar la pieza sin perder el compás. “Que suene como una txalaparta”, explica José Miguel. “Es importante no frenar el brazo para no cortar el ritmo. Si no, te cansas mucho más”. 

Así es como se ha trabajado siempre. El taller abrió en 1928, cuando Calixto Arbizu se instaló en Etxauri y comenzó a fraguar el camino familiar. “Con 12 años, mi padre ya era aprendiz de herrero y colaboraba en las obras del embalse de Alloz. Luego, vio una oferta en el periódico de un veterinario que necesitaba a alguien para las herraduras de los caballos y los bueyes. Se vino a Etxauri a trabajar y montó su propio taller. Le llamaban el hombre del puro y se solía calentar las tostadas con ajo por la mañana en el fuego de la fragua”, recuerda entre risas Joaquín, que fue el siguiente en llegar al taller. 

Desde los 11 años

“Yo, con 11 años, ya ayudaba a mi padre, así que el oficio lo aprendí pronto. Cumplidos los 14, me iba con la bicicleta hasta el barrio de San Juan de Pamplona, donde hacía los herrajes de los carros de bueyes. Luego estuve con mi hermano Isidro en un taller en Burlada. Hicimos unas lámparas y le gustaron al actor Anthony Quinn, que nos hizo unos encargos. Yo no sabía ni quién era, pero a mi hermano le gustaba el cine y le sorprendió mucho. A los 23 años, me instalé en Etxauri y hasta ahora”.

El mediano de sus tres hijos, José Miguel, también se interesó desde pequeño por el oficio. “Estudié en Orkoien e hice dibujo industiral en Salesianos, pero empecé aquí muy pronto. En vacaciones, me tocaba venir al taller desde los 14 años. Se iban mis amigos a la piscina y yo aquí”, bromea. 

El herrero calienta el hierro en el fuego. UNAI BEROIZ

Durante todos los años que han coincidido en la fragua, no han tenido demasiados problemas. “La gente nos pregunta a ver si reñimos mucho, pero la verdad es que nunca hemos tenido discusiones. Siempre he entendido que el que viene trae ideas nuevas y que se aprende de ellas”, reflexiona Joaquín.

Obras destacadas

En este casi siglo de historia, la Fragua Arbizu ha dejado su huella con obras por gran parte de la geografía navarra y también en el extranjero. Destacan lugares emblemáticos como la Plaza San José, la iglesia de San Nicolas, la catedral de Iruña o el Monasterio de Irache. Pero también han forjado para el Palacio de la bodega de Otazu, Villava, la parroquia de Burlada, Cizur Menor, Jaca, Aoiz, Monreal o Puente la Reina. 

Ahora, han elaborado un libro en el que se recopila toda la trayectoria. “Mi nieta de 16 años, Anayet, me preparó el diseño en el ordenador y me hace mucha ilusión”, asegura Joaquín.

¿Habrá una cuarta generación? José Miguel tiene una hija y un hijo de 11 y 8 años. “A la hija le gusta y pone interés. Siempre me ayuda y me trae herramientas cuando me hace falta. Además, es capaz de pegarle con el martillo al hierro con ritmo, pero habrá que ir viendo con calma. Nunca se sabe”. Lo que tiene claro es que seguirán haciendo falta herreros que trabajen a mano. “Ahora hay mucha labor industrial, pero el resultado no tiene nada que ver. La gente sigue valorando el trabajo del artesano, así que los herreros seguiremos siendo necesarios”.