A los pies del monte Beriain se sucedieron los saltos y carreras. Y es que la tranquilidad de Unanu, concejo de Ergoiena de poco más de 100 habitantes, se ve interrumpida todos los años con la llegada del carnaval, cuando mamuxarros y mutus imponen su ley; una celebración que hunde sus raíces en tiempos inmemoriales y que no ha faltado nunca, sorteando las prohibiciones del franquismo. 

Fueron 14 jóvenes que renovaron un rito ancestral para despertar a la naturaleza, matar lo viejo para dar vida a lo nuevo. Desde hace 6 años no tiene sexo, cuando se incorporó la mujer. Fueron tres. Así, blandían largas varas de avellano, los temidos urritzak, con las que golpeaban a los pies de vecinos y foráneos, un ritual relacionado con la purificación y la fertilidad, tanto de la tierra como de los animales. 

Y es que este carnaval es fustigador, y por tanto, anónimo. Por ello, mamuxarros y mutus cubren su rostro con la kattola, una máscara de hierro centenaria única por estas tierras.

Olazti en una anárquica comitiva

Zamar handiak, zamar txikiak y neskak volvieron a ser dueños y señores de las calles de Olazti el sábado, caída la noche, en una anárquica comitiva. Además, les acompañaron Sidros y Comedies, los principales personajes del carnaval de Valdesoto, en Asturias. 

En la comitiva no faltaron las principales autoridades locales, es decir, el alcalde, el cura, el médico y el guarda, como se hacía antiguamente, cuando acudían a las casas para recoger alimentos que llevaban al Ayuntamiento. Pero el carnaval es irreverente y los zamarros lanzaban tierra a las personas que se cruzaban en su camino. Antes era peor, fiemo.