El final de Novedades Álava en Tudela es una muestra más de la desaparición de una sociedad y de un modo de vida. Conocida como Las Álavas, Ana Mari Arregui deja el negocio familiar con 75 años y pese a que tenía la perspectiva que su compañera de tienda continuara con él, las elevadas peticiones de los propietarios le han hecho desistir y, con dolor, ha decidido cerrar la puerta. Incluso su emblemático nombre realizado en madera, imitando la escritura, ya no adorna la calle Caldereros, de la que desaparece uno más de los negocios emblemáticos de Tudela.
Quienes rebasan la cuarentena, han usado botones, cintas, remates, adornos, han comprado material de costura en su pequeño espacio, o les han subido sus abuelas al mostrador de madera, desde donde se podía contemplar un mundo de pequeños objetos de todos los colores y formas imaginables, que convertía aquel pequeño espacio en un mar infinito de posibilidades para costureras con iniciativa e imaginación. “Hemos tenido un orden prusiano. Los viajantes nos decían que era la mercería más ordenada de Tudela, pero es que si no había orden era imposible; al no haber espacio era una locura”.
Con solo 15 años, Ana María Arregui (que ahora tiene 75), entró para comenzar a trabajar los veranos entre aquel suelo de baldosas con un dibujo inconfundible y aquel inolvidable mostrador. “Mis hermanas decían que éramos soluciones Álava, porque teníamos de todo. La tienda era exactamente igual que cuando se abrió. Al principio había unas estanterías con unos arcos en tres dimensiones, un poco art-decó, que pronto tuvieron que quitar porque no dejaban espacio. Las baldosas del suelo se hicieron especiales para la tienda, está hecho a medida”.
Tras la cruenta guerra y en el inicio de la oscura postguerra, tres hermanas Álavas (María, Ana Carmen y Angelita), decidieron abrir una mercería después de que su padre falleciera de repente y se quedaran sin forma de mantener económicamente a la familia. En aquella época en que un traje, una camisa, un jersey, un zapato o un pijama eran una joya que había que cuidar, mantener, remendar y dejar en herencia, una mercería era uno de los comercios más necesarios. Así, abrieron un primer local frente al mercado, pero al cerrar una joyería en la entonces calle de Méndez Vigo, 8 (hoy Concarera), decidieron trasladarse. Era el 20 de junio de 1944 cuando la ciudad vio abrir un nuevo negocio. “Era una época difícil pero mi tía era constante y tenaz. La abrieron las tres porque mi abuelo murió muy rápido. Eran unas señoritas bien que al morir mi abuelo tuvieron que buscar recursos. Una daba clases de piano, la otra de leer y escribir. Mi tía se quedó viuda en Pamplona y con el dinero que le quedó vino a Tudela y montó la tienda. Entonces se hacía ropa hasta de sacos. Se tenían más hijos, se funcionaba en las casas de otra manera y todo se reutilizaba, no existía la cultura de ahora de usar y tirar”.
Con 15 años, Ana Mari se vio obligada a ir a la tienda donde ya se quedó y de la que solo salía para estudiar francés, algo que le apasionaba y que le permitió soñar con ir de maestra a Bretaña. “Yo iba a clase de francés con doña Felisa, en la Casa del Almirante. Era una mujer extraordinaria de una cultura fuera de serie y con la que podías hablar de todo. Por la mañana iba a la tienda y por la tarde a clases de francés. A través de una amiga me ofrecieron poder ir a Francia a ser maestra de español en Bretaña y mi madre dijo ‘¡ni hablar!’ Ahí se acabó el sueño, hacía falta en casa y eran otros tiempos. ‘Si estas en comunidad, no luzcas tu habilidad dicen’, yo ayudaba mucho en casa y ese fue mi fallo”.
Para esta tudelana que ha visto cambiar la sociedad desde su mostrador, la tienda ha sido su trabajo durante 60 años, pero “con la mano en el corazón” asegura que no ha sido el trabajo de su vida, “es el último trabajo que hubiera querido”, apunta sin acritud. “Las cosas eran de otra manera y me metieron a cuidar a mi madre que ha ido siempre de poca salud. Yo era la que más disposición tenía para ayudar y no decía que no a nada. El mismo año que entré en la tienda mis hermanos fueron a la universidad”.
Aquella tienda vivía de ayudar a hacer ajuares, preparar ropa para bautizos, comuniones e incluso vestidos de boda, además se tener todo lo posible para remiendos, añadidos, cortinas, manteles o trajes que había que adecuar a nuevos cuerpos, “ahora todo se tira, mantelerías, sábanas, hay sustitución barata de todo”. Por su mostrador han pasado niñas que llegaban con sus abuelas y que años más tarde sentaban a sus hijas y después volvían convertidas en abuelas, “han sido muchas generaciones”. Pero la cultura de la reparación y del aprovechamiento murió y dio paso, con Internet, al consumismo del usar y tirar para volver a comprar, Hace 10 años se produjo el mayor bajón en ventas, de lo que no se recuperó ni tras la covid, ese paréntesis en el que todos cosían, tejían y hacían pan.
"Era una época difícil pero mi tía era constante y tenaz. La abrieron las tres porque mi abuelo murió muy rápido. Eran unas señoritas bien que al morir mi abuelo tuvieron que buscar recursos"
En estos 80 años de Las Álavas, miles de turistas han bajado el escalón para penetrar en el mundo del botón y preguntar asombrados “¿puedo hacer una foto de la tienda?”, pero también su género ha aparecido en películas como De tu ventana a la mía o Secretos del Corazón. Los directores de arte encontraban tesoros en sus estanterías para ambientarlas.
Cuando Ana Mari decidió jubilarse no sabía que se iba a cerrar y que era el adiós definitivo de ‘Las Álavas’, “si llego a saber que se cierra hubiera sido más difícil dejarlo. Pero no llegaron a ningún acuerdo y se acabó, casi sin darnos cuenta. Mucha gente me para por la calle y me dice ¿y ahora que vamos a hacer, dónde vamos a ir?”.
Tudela pierde así una joya y pese a los “esfuerzos del Ayuntamiento por tratar de mantenerla”, como describe Ana Mari, ha sido imposible. Una parte de la ciudad y de su historia, como pasó con Salinas, Alfonso, Remacha, Gallego, el salón mecanográfico o el bar Aragón, ha dicho adiós. Quedan pocas huellas de aquella Tudela en blanco y negro.