Don Ramón Apezetxea, el cura más longevo de Navarra con 95 años y 62 como párroco de Almandoz
Nacido en Goizueta un 26 de enero de 1930, sigue subiendo al altar con la misma energía de siempre
Don Ramón Apezetxea Zubiri no es un cura cualquiera. Nacido en Goizueta un 26 de enero de 1930, tiene en la actualidad 95 años y sigue subiendo al altar con la misma energía de siempre. Con una memoria prodigiosa, recuerda perfectamente que “el 25 de mayo de 1963 a las cinco de la tarde, llegué a Almandoz”. Y en Almandoz sigue de párroco desde entonces, nada menos que 62 años. Además, también se encarga de las parroquias de Berroeta y Aniz, donde acude todos los domingos en su Peugeot 206 de color gris a oficiar misa y si eso no fuera poco, los sábados celebra misa en la Residencia de Ancianos Francisco Joaquín Iriarte de Elizondo.
Cuarto de siete hermanos, con otro hermano cura (el añorado párroco de Etxalar durante 56 años, Pello Apezetxea Zubiri, fallecido el año 2022), don Ramón es además el cura en activo más longevo de Navarra.
Inicios
Con 12 años, Apezetxea ya decidió que quería ser cura y recuerda que estudió dos años en Roncesvalles “se llamaba preceptoría y éramos 18, fuimos los últimos en estudiar allí”. Posteriormente terminó sus estudios en el seminario de Pamplona y se ordenó como sacerdote el año 1954 con 24 años.
Su primer destino fue Etxalar, donde estuvo un año, de ahí, se trasladó a Bakaiku (Sakana) y tras permanecer 6 años se marchó dos años a Ceuta como capellán de los militares. Y, un sábado, a las cinco de la tarde del 25 de mayo de 1963, fue cuando don Ramón llegó a Almandoz y ahí hasta hoy.
Recuerda como era el pueblo cuando llegó hace 62 años “había menos nivel de vida, había dos coches, unos trabajaban en la cantera y otros con el ganado” aunque afirma que a nivel social se ha perdido, ya que entonces “había tres tiendas y tres bares en el pueblo”. Al párroco, siempre le han gustado los pueblos y “los más pequeños más, la naturaleza del pueblo, las costumbres, siempre he sido defensor acérrimo de los pueblos en todos los sentidos”.
Afirma que ante todo un cura de pueblo es vecino, “no hay que olvidar que somos vecinos y que tenemos que responder como ello, siempre he procurado tener buena relación con la gente y ayudar en lo que haga falta, un cura tiene que estar integrado entre la gente”.
Trabajos
En todos sus años en la localidad ha trabajado mucho por Almandoz y Baztan, y recuerda con emoción el Premio Nacional de Turismo que ganó el pueblo el año 1969 consistente en 250.000 pesetas. “El premio se otorgaba al pueblo que mayor esfuerzo había hecho para su embellecimiento. Me ayudó mucho Miguel Javier Urmeneta (alcalde de Pamplona y diputado foral), y todo el papeleo lo hice yo solo”.
Otro de sus logros fue la creación del Colegio Familiar Rural que con la colaboración del también sacerdote beratarra Juan Bautista Irazoki (+) mantuvieron abierto desde 1974 hasta 1997 en las instalaciones del San Martín de Oronoz. Por el colegio pasaron unos 1.250 estudiantes de la cuenca del Bidasoa y de los valles de Ultzama, Basaburua, Larraun y otros.
Una vida
Una de las anécdotas de don Ramón es que, al observar que en la inauguración de los túneles de Belate el 29 de noviembre de 1997 no fueron bendecidos, “el 3 de diciembre el día de San Francisco Javier fui allí con unos vecinos de Almandoz y los bendije” pero añade que tenía un motivo y es que “en las obras murieron tres trabajadores y en homenaje a ellos lo hice”. Su idilio con Belate continúa ya que el 5 de junio de 2016 fue el encargado de oficiar la misa de la reinauguración de la ermita de Belate, “inaugurar una ermita es un acto muy bonito” y ahora, el pasado 6 de septiembre volvió para dar la misa por el 25 aniversario de los Amigos del Camino de Santiago de Baztan-Urdax.
Fue también protagonista del milagro de San Antón el año 2017, al ser agraciado en un sorteo insólito con un ternero y un cerdo con el mismo número, el 3822, “aquello fue inexplicable, fue inaudito” asegura.
Aficionado a la pelota vasca por obligación, es tío de los hermanos Olaizola, “he ido a todos los frontones, hasta Logroño de noche solo, solía ir mucho con mi hermano cura de Etxalar” ahora, afirma “se me hace frío la pelota, falta esa chispa que hubo con Irujo, ese ambiente ya no hay, ese pique, eso le daba vida”. También es aficionado a las flores, no hay que ver la entrada de su casa o de la iglesia, “las flores dan vida a los pueblos, en Almandoz no hay ninguna casa sin flores”.
Con una salud envidiable, “solo he sido operado de apendicitis, una vez he estado con un poco de gripe y en el hospital solo he estado ingresado tres días por un accidente de caza”, quiere ser recordado en Almandoz “como una persona que sirvió al pueblo” y asegura que “mientras esté bien seguiré, no me habléis de jubilaciones, los curas mientras podamos tenemos que seguir en activo”.
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