El ganadero de Lekaroz, Aitor Almandoz, siempre tuvo claro que su sueño era vivir por y para la tierra. Estudió un Grado Medio de Agropecuaria en el Centro Agroforestal de Iruña y al finalizarlo se incorporó a las labores del caserío natal. El baztandarra quería aportar, incluso, mejorar la ganadería familiar. "No podía conceder que años de trabajo y sacrificio desaparecieran en un instante", confiesa el joven de 24 años, que en plena pandemia se animó a construir una nueva granja y a mejorar la que ya tenían. Al no tener personas contratadas decidió instalar un robot de ordeño que funciona con mucho criterio las 24 horas. Las vacas lecheras se acercan a la maquinaria libremente, y gracias al microchip que tienen instalado en el collar, el robot detecta cuánta producen y si deben ser ordeñadas.

2.000 litros al día

Los bovinos de Aitor, en concreto, generan unos 2.000 litros de leche al día y la vende en nombre de Kaiku. Una Sociedad Cooperativa Ganadera con más de 300 explotaciones situadas en Euskadi, Navarra, Burgos y La Rioja, y de la cual es socio.

La rutina del joven ganadero varía dependiendo de la estación. En verano, Almandoz se levanta a las seis y media de la mañana para darles de comer a las 60 vacas que producen, atenderlas en caso de que estén indispuestas, hacer el mantenimiento del robot, limpiar los comederos y una vez a la semana, desinfectarlos. Cuando el sol empieza a calentar, el de Lekaroz se ocupa más de los trabajos del campo. Cortar, recoger y hacer bolas de hierba. Al atardecer, en cambio, retoma la manutención del ganado. En invierno, el baztandarra tiene más trabajo en la granja ya que las 50 vacas que se encontraban en el pastizal por no generar leche vuelven al refugio, después de ocho meses. En cuanto a los prados, al hacer mal tiempo, Aitor suele estar menos atareado. En definitiva, la labor que hace en verano lo rentabiliza en invierno cuando la cosecha recogida en los meses calurosos sirve para pasar el frío de Baztan.

Pese a ser consciente de lo atado que es el mundo rural, para Almandoz ser ganadero no es un trabajo sino una forma de vida. "Lo más bonito de esta profesión es ver la reciprocidad entre el ser humano y la naturaleza. Es decir, mientras la tierra nos ofrece sus frutos y verduras y los animales nos facilitan la leche, el huevo o la carne para vivir, nosotros cuidamos de ellos", afirma Aitor, también aficionado a los bertsos. El no poder ir de vacaciones a la playa tampoco es una cosa que le preocupa. "No puedo hacer las maletas para ir a Salou 10 días. Ahora bien, eso no quiere decir que seamos unos esclavos. Al fin y al cabo, cada uno escoge su manera de desconectar. Yo disfruto más llevándolas a pastar o viendo cómo paren. Esta sensación solo la entedemos las personas que realmente amamos el medio rural", subraya el baztandarra.

Las ayudas

La presencia de los jóvenes en el sector primario actualmente es menor ya que "vivir del campo cada vez sale menos rentable". Mientras el precio del pienso va encareciendo, el coste de la leche se va abaratando. Es verdad, que existen ayudas por parte del Gobierno, eso sí, "la mayoría de ellas se destinan a cuatro terratenientes o si no las recibes a los años". Según Almandoz, estas no harían falta si el precio del producto fuera justo. Pero al no ser así, "nos intentan comprar con cuatro ayudas".