"Las libélulas no muerden". Y eso que les llaman saca ojos, corceles del diablo€ Herencia de la Edad Media que catalogó a estos insectos como "acólitos del diablo", adscritos a una lista en la que corrieron la misma suerte que las ratas, las moscas, las culebras o los búhos. "Los odonatos entraron ahí con derecho propio, porque tienen unos ojos inquietantes. Y miran mucho: se fijan en todo", explica Iñaki Mezquita. Este profesor jubilado de 62 años lleva prácticamente toda su vida fotografiando, estudiando y observando insectos, sin sacrificarlos -eso sí- y con una técnica directa, en plena naturaleza. Va al sitio y se queda cinco o seis horas sacando fotos a los bichos, que "van cogiendo confianza y los resultados son muy naturales", dice.

Miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, acaba de presentar una guía para conocer los odonatos (libélulas y caballitos del diablo) que conforman el rico patrimonio del Valle de Aranguren, con el objetivo de acercar a la ciudadanía la gran riqueza natural de este territorio. Y es que estos animales son muy buenos indicadores del estado ecológico de los ecosistemas acuáticos a los que pertenecen. Así, asume el autor que el valle posee un patrimonio natural de gran interés a través de un trabajo que describe la variedad de estos insectos presentes en un lugar privilegiado que acoge "más del 54 % de las especies censadas en Navarra".

A él la afición le viene desde niño. "Mi padre fue pastor en Zamora y me contaba historias de los lobos que me acercaron al mundo animal, siempre me han gustado los animales. Como los insectos son más fáciles de observar que los lobos -bromea- se decantó primero por las mariposas y después por los odonatos, que son "preciosos y activos. Están todo el día haciendo cosas", señala.

Lleva 40 años fotografiándolos e incluso ha catalogado dos nuevas especies en la Comunidad Foral. Ha publicado siete libros, además de artículos publicados en revistas internacionales y nacionales, y conserva un archivo digital con más de 140.000 fotografías.

Ha invertido tres años en elaborar una guía para la que, como no podía ser menos, ha necesitado colmarse de paciencia. "Hay que tenerla toda". Pero asume que mucho es cuestión de experiencia. "Al principio me volvía loco. Pero luego vas cogiendo las costumbres y los hábitos, los comportamientos que tienen, los conoces bien. Su ciclo biológico, dónde van a poner huevos, donde hacen su cortejo, donde comen y cazan€ Eso ayuda", explica. "Ves físicamente un lugar y te imaginas las especies que tiene que haber allí. Es como ver fotos repetidas".

Ha visitado muchas veces la balsa de Zolina, en Aranguren, y las charcas artificiales que la rodean, con estancias en diferentes épocas del año. "Porque el periodo de vuelo que tienen los odonatos suele ser bastante corto. A los que son activos en abril ya no les vuelves a ver en agosto y hay otros que hasta septiembre no los ves". En la Península hay 80 especies catalogadas, en Aranguren "estamos en 27 y podríamos llegar a 30. Por eso es un trabajo que no doy por cerrado ni muchos menos, porque en la última campaña encontré tres especies nuevas. Eso añadido a que hay algunas que podrían estar y no he encontrado; es algo abierto".

La guía pretende poner en valor la construcción de esas charcas artificiales, que favorecen la convivencia de muchos animales, entre ellos los odonatos. "Son integrantes de esa fauna beneficiosa, para nada perjudicial, incluso para nuestros intereses, porque se alimentan de animales que nos son molestos como los mosquitos. Lo único que nos traen son beneficios y nos pueden servir para poner en valor las charcas, aunque es cierto que la sensibilidad en el valle por parte de los vecinos y vecinas es alta".