La tarde de hoy, se va muriendo, ahogando esa eterna sonrisa de hombre bueno en la cara siempre amable de Pablo. Le llegó desde Gobernación una orden con renglones rectos y letra bien concisa. Deberá fusilar en la mañana del día siguiente a Julián , el maestro del pueblo. Julián es un buen hombre y un buen maestro. La tarde anterior a esta notificación, Pablo estuvo enredado con Julián en cosas de la escuela. Su hija pequeña se escolarizará con seguridad para el próximo curso y Pablo quiere saber qué hace falta para cumplimentar la inscripción. A Pablo, Julian le cae simpático. Es un hombre agradable y la conversación fluye con facilidad. Julián le explica que estamos en momentos complicados de la historia de España. Ese levantamiento en Africa con el apoyo militar de Mola en Navarra tiene mala pinta y se ve que la guerra que acaba de comenzar, él teme que sea larga y dolorosa. Julián es republicano, un republicano reconocido. A él no le importa decirlo bien alto. Hace falta que este país pueda dar de comer a tanto pobre y que la cultura llegue a cada rincón de una España demasiado analfabeta.

A Pablo le cae bien Julián. Demasiado honrado para los tiempos que corren. Hoy Pablo viene al encuentro de Julián. Le trae dos papeles. Uno, es el documento para que su hija pueda cursar los estudios el próximo curso. Teresa, ya para septiembre cumplirá los cuatro años y Julián lleva tiempo insistiendo que la chavalica es muy lista y que la traiga, que seguro está la mar de contenta compartiendo clase, aunque los demás chavales sean mas mayoricos. Pablo trae la inscripción en una mano y en la otra, la orden emitida desde Pamplona. A Julián hay que quitarlo de en medio, no es hombre de confianza para el nuevo régimen que quieren instaurar los golpistas.

Julián se entristecerá con esta misiva. Qué ha hecho de malo durante estos últimos años sino es la de partirse el alma por educar a tanto chaval. ¿Qué culpa tiene de nada si ha impartido sus clases con todo el cariño que puede aportar con esa vocación de maestro que lleva encima desde que fuera un niño?

Pablo sabe lo que vendrá después de que Julián sea encarcelado. Llegarán los falangistas o algún carlista salido de madre y le pedirán que lo saque a campo abierto. Le pondrán la pistola entre las manos y le conminarán para que lo mate como a un perro.

Pero Pablo no lo hará. Durante la noche, lo conducirá hasta la sierra y ayudado por uno de sus compañeros de confianza lo guiará hasta Francia para ponerlo a salvo.

Julián le agradecerá con un abrazo este esfuerzo por salvarlo, se rebelará contra su mala suerte y querrá quedarse para dar la cara, pero al final Pablo lo convencerá . Ya no hay justicia buena en un país que camina hacía la injusticia y hacia una desgracia detrás de otra.

Será a los días de la marcha de Julian, cuando un pelotón de soldados guiados por un teniente se sitúe en frente de la puerta de su casa. Romperán casi a golpes el viejo portalón donde los clavos de forja dibujan casi una obra de arte. Saldrá María, la mujer. María, como Pablo es natural de Allo. María es una mujer con mucho coraje y defenderá el derecho de su marido a seguir vivo. Es que acaso no cumplió durante tantos años con su cargo. Es que acaso no fue justo con la gente a la que debía cuidado y atención. ¿Es que no fue un hombre bueno?

Pero ellos no escucharan su queja. Solo vienen a matarlo. No les sirve, si es que, seguro piensa como esos malnacidos republicanos. Pablo aprovechara esa larga pelea dialéctica de María con el mando de ese ejército que viene a por él. Podrá escapar esa misma noche, ayudado por un paisano que conoce la tierra como si fuera la palma de su mano.

Pablo escapará de la muerte si bien su familia sufrirá la represalia. Volverán al pueblo de Allo donde la humillación no acabará nunca.

Nada supieron de Pablo. La familia caminó despacio envuelta en el hambre de un país maltratado por la guerra. Cuando montaron los Ruiz de Alda la empresa de Curtidos en Estella, empezó a manejarse con los hombres en esa dura tarea que supone curtir la piel. Pegados a la orilla del Ega, restregando la piel hasta quitar toda la carnaza . Sufriendo el calor y el frío, el mal olor y la humedad que cala hasta los huesos.

Pasaron años, cuando un vecino se acercó una tarde junto a María. Le contó que Pablo vivía en Francia. Que no era fácil comunicar con España. Demasiado control y todavía la represión encima con un ejército ganador que no acababa nunca de perseguir enemigos. Pablo vivía en Francia. Y solo podría enterarse de su paradero contactando con un casero, vecino de Gainekoeta. En uno de los barrios de Valcarlos .Allí vivía una familia que no hizo otra cosa durante la guerra que sacrificar su seguridad para poner a salvo a tanto exiliado que por aquel tiempo no paraban de cruzar la frontera .

María pidió la colaboración de Narciso. Este hombre se movía bien con el nuevo gobierno del país. Siempre aparento ser fiel al nuevo régimen establecido, si bien a la sombra, colaboró para poner a salvo a mucha gente republicana. Narciso viajó a Valcarlos. Cuando llamó a la puerta del caserío Benzoenea en Gainekoeta ya esperaban su visita. Se abrazaron como se abraza la esperanza. Pablo vivía en el Ampurdan francés. Trabajaba de minero y nunca quiso mover un pelo para no poner a su familia en evidencia. Algunos que viajaban a España le contaban que la familia después de años de una represión injustificada , vivía mas o menos bien.

Pasarían casi veinte y tres años hasta que María se volviera a reencontrar con Pablo. Casi una vida de olvido,casi una vida perdida. Lo hallaron envejecido por la tristeza de viajar tantos años solo. Abrazó a María y a su hija que casi abandonó con cuatro años. Y no pudo hacer otra cosa que llorar.

Luego con los años llegaría la amnistía. Y con la amnistía , la vuelta a casa. Volvería el hombre viejo y sin casi ilusión. Muchas veces caminaba solo aunque todos estaban allá cercándolo con el cariño y el abrazo. Caminaba solo, comía solo. Era casi un animal acostumbrado a la soledad.

Ahora con los años Maxi , su nieto, que aún respiró de niño pegado a la arrugada piel de su abuelo, levanta un guiñol cada tarde en esta semana medieval de la vieja Estella. Un guiñol que lleva un nombre Gañecoeta Ese alejado barrio, donde se gesto la esperanza del encuentro. Será ahí donde Maxi cada tarde reparta la ilusión con los niños que soñaran, cuando sus manos recuperen la vida para adornar el tiempo ,coloreando la esperanza.