– ¿Por qué decidió entrar en la comparsa?

–Era un chaval de 20 años y era de un grupo de dantzaris. Los mayores accedieron a los gigantes porque entonces los gigantes no bailaban en Tudela. Yo te diría que empecé por la influencia de los mayores. Me tocó, así de simple, pero es verdad que desde el principio me enganchó mucho, aunque no era consciente. En Tudela no había tradición de que los gigantes bailaran.

¿Se empezó a bailar desde el principio entonces?

–Sí, fuimos de las primeras comparsas de Navarra, quitando la de Pamplona, que comenzamos a hacer coreografías y ése fue el éxito de los gigantes de Tudela. No se hacía habitualmente, llegó una gente que venía del mundo de los dantzaris y comenzamos a hacer coreografías. De alguna manera fue un boom.

¿Cómo eran aquellas fiestas? Ahora hay una especie de veneración, un halo que rodea al mundo de los gigantes.

–Sí. Es así. No tenía nada que ver, no nos seguía mucha gente. Éramos una cuadrilla de amigos. Salíamos a las nueve de la mañana, almorzábamos hora y media y quitando los bailes de la plaza en un momento puntual no había mucho seguimiento. Ahora todo lo contrario, hay una especie de cortejo que sigue a los gigantes. Lo bueno de que no se prodiguen mucho es que se crea como un halo de misterio para los críos y hoy los gigantes son mayoritarios. No tienen nada que ver con antes, ni el nivel de bailar, ni la estructura. Ahora tenemos seguridad social, que era impensable. Se ha profesionalizado, se baila mejor, con menos atrevimiento que antes, todo más estructurado y sistematizado, aunque, de alguna manera, hemos perdido frescura. Los horarios son más estrictos y está todo protocolarizado, cosa que antes no era así. Ahora estamos viviendo un poco de las rentas de esa gente que tuvo mucha clarividencia mental.

Vivió ese paso de que hubiera un contrato, ¿qué supuso?

–Fue duro. Hubo alguna baja, gente que no lo veía claro, otros que no podían por motivos profesionales… pero por contra estamos protegidos y eso es importante. El dinero que se cobra es legal, antes había un limbo. Se han estructurado más los ensayos y en eso hemos ganado.

Ahora hay algunos actos que son todo un evento como la despedida ¿se incorporó entonces?

–Sí, también. La gente que empezó con los gigantes, Balma, Javier, Alejandro, Juan Ramón… de alguna manera se inventaron todo lo que estamos viviendo ahora. Cuando ahora me dicen, ‘hacéis muy bien las cosas’. Digo, ‘no, hacemos lo que nos han enseñado que había que hacer’. La despedida, los espectáculos, la entrada en la Novena... es impensable que no se haga, pero antes no se hacían y nadie los echaba en falta.

Convertimos en tradición lo que se hace dos veces

–Eso es. De alguna manera, y para bien, estamos viviendo de esas rentas.

¿Cuántos integrantes tenía la comparsa entonces y cómo se hacían los cambios con el gigante?

–En esos tiempos íbamos dos por cada gigante y salíamos de nueve a dos de la tarde. Ahora vamos tres por gigante y salimos a las once. Hemos ganado para bien. Creo que se salía demasiado y el horario es un acierto. Descansamos más pero se baila mucho más que antes, más esfuerzo y más técnica y ensayamos más que antes.

Hemos pasado de tener cuatro gigantes de una comparsa a cuatro comparsas con unas dos decenas de gigantes, ¿como lo ve?

–Lo veo positivo y negativo. Por un lado cada barrio tiene la suya y eso es muy bueno e interesante. Pero creo que podemos llegar a una especie de Gigantitis que está pasando mucho en Navarra. Ha habido tal boom de construcción de gigantes que ahora no hay bailadores de gigantes. Me parece bien, pero hay que ser más conscientes de las fuerzas de cada uno a la hora de gestionar esas comparsas. Yo veo que ha de venir gente de fuera y que la población de Tudela no puede asumir todas esas comparsas. Luego el hecho de que salgan tanto es cosa suya. Nosotros no vamos a gigantadas, no vamos a concentraciones, solo fuimos a Reus porque era un congreso mundial de gigantes y al 75 aniversario de Tafalla, cosas muy especiales. No estamos por sacar todos los días los gigantes por ahí. Creemos que se pierde exclusividad y que es un error. Se pierde ese halo de misterio y no hay que abusar. Los gigantes son para los momentos que son.

¿Qué es lo mejor de bailar un gigante?

–El ver a los niños es muy emocionante y participar en algo colectivo en la ciudad es muy atractivo. Para mi formar parte de un colectivo que es como una institución.

¿Y lo peor?

–Madrugar. Aunque sea un sacrificio gustoso, son seis meses anteriores de ensayo de 2 o 3 días en semana, un día a 40 grados con hora y media de ensayo… pero es un sacrificio gustoso. No contemplo las fiestas sin gigantes. Seguramente cuando los deje me iré de las fiestas, llevo desde los 19 años.

¿Qué nivel ve en los gigantes de Tudela?

–Creo que muy bueno.

Los tudelanos tenemos orgullo de gigantes, como que están los de Pamplona y Tudela y luego el resto.

–No hay que desmerecer a los demás. Pamplona es como la NBA, es a otro nivel, pero hay que entender la ciudad, tienen 165 años, 8 gigantes, muchos gaiteros… Luego está Tudela pero no llegamos, no llega la ciudad, ni la fiesta… y no creo que lleguemos nunca a ese nivel. Me dedico a enseñar a bailar en otras provincias y creo que Tudela está en otro nivel.

¿Qué le gustaría hacer con los gigantes que no haya hecho?

–Me gustaría tener una grabación buenísima de la novena de Santa Ana en la catedral con los gigantes y sin gente. Los gigantes son lo que son y no hay que buscar más. Están muy bien como ahora.

¿Hasta cuando se ve llevando un gigante?

–Físicamente estoy bien, pero ya no bailo todo como antes, y me pesa más que antes, pero me veo algún año más. Me siento valorado y querido por la gente que viene por detrás.

¿Va a haber más mujeres? ¿Cómo se gestionan los relevos?

–Hay una lista de espera, y hay dos mujeres apuntadas pero tienen por delante a 9 o 10 hombres. Antes se hizo un esfuerzo especial para que entrara la presencia femenina. Ahora no ha de hacerse porque ya hay, pero siempre hemos creído en la discriminación positiva. A la comparsa se entra cuando se va una persona.