La cultura de las fiestas ha desarrollado un sexto sentido en Estella-Lizarra, una ciudad que prepara estos días con una dedicación casi profesional a lo largo de su historia, por más que sus participantes sean meritorios aficionados. Prueba de ello, son los y las dantzaris. Una expresión muy vinculada a Estella y de la que nacería el Baile de la Era, una recopilación de distintas danzas que acabaron siendo una coreografía compleja que además de representar a la ciudad la pone en marcha cada noche de fiestas. Pero las danzas es un ejemplo que puede aplicarse también a la música, y la suma de ambas hace que el de Estella-Lizarra sea uno de los chupinazos más atractivos de Navarra -seguramente el más atractivo- por la fuerza de sus participantes. Y decimos chupinazo no por copiar el término a la vieja Iruña, si no porque utilizar la palabra que procede de los chupines que era como se llamaba a los cohetes en los tiempos en los que la única manera de hacerse oír para distinguirla de los oficios de las campanas y antes de que se inventaran las alarma del WhatsApp. La fiesta tras los cohetes de Estella, es toda una obra de precisión por la ordenada y rigurosa salida de los grupos de músicos que avanzan por los adoquines para alegrar a una ciudad que necesita despertar de su letargo y descubrir que sí, que en realidad, hay que cerrar los comercios porque ya han empezado las fiestas y no hay vuelta de hoja: hay que ir a casa y vestirse de blanco.

Es por eso que hay quien piensa que en Estella por su tradición comercial no es que les da pereza arrancar si no lo que les cuestas mucho eso de echar el cierre al negocio durante una semana. Pero el cierre se acaba produciendo y ahí ya no hay quien pare la fiesta que ya no conoce de edades. La calle se convierte en hogar acogedor de todos y desde esa perspectiva ganada a las ordenanzas municipales, los y las estellicas se disponen a calzarse sus alpargatas blancas de lazos rojos para andar por casa; hacer de cualquier bajera un salón con vistas a la juerga y que cualquier acto sea motivo para sentirse en la mismísima gloria.