Abuelas, madres y nietas. La Bajadica del Puy de las chicas, una tradición que se remonta a 1974, no entiende de edades. Que se lo digan a Carmen Pascual y Mercedes Fernández. A sus 92 años, ambas vecinas de Estella aguardaban en el exterior de la Basílica de Nuestra Señora del Puy a que terminara la misa y comenzara la música y el baile. “Antes de ayer dejamos de bailar. En esta vida hemos hecho de todo. ¡Que tenemos más de 90 años!”, bromearon Carmen y Mercedes, las veteranas de la Bajadica. 

Los estelleses –y los que conozcan la ciudad del Ega– saben que para alcanzar la Basílica de Nuestra Señora del Puy hay que subir unas cuestas muy empinadas y quizás algunos se preguntaran cómo Carmen y Mercedes llegaron hasta allí. “Ya no estamos para subir cuestas, pero teníamos que estar aquí como fuera porque La Bajadica es lo más grande que hay, un momento único que no se puede explicar y que no nos podíamos perder. Así que nos hemos venido en taxi. A nuestra edad ya tenemos prohibido bajar escalones así que ahora unas amigas muy majas nos bajarán en coche y veremos a las chicas bailar y saltar en la calle Carpintería”, señalaron Carmen y Mercedes. 

Así fue. A las 12.10 horas, la corporación municipal salió de la Basílica de Nuestra Señora del Puy, los gaiteros empezaron a tocar y los grupos de dantzas –Larrainzar, Ibai Ega y Virgen del Puy y San Andrés– comenzaron a descender en kalejira. Las veteranas de la Bajadica pusieron rumbo a la calle Carpintería mientras la comitiva tocaba y bailaba por las empinadas cuestas y escalones. Cuestión de equilibrio.

 Los dantzaris, unidos en parejas de chicos y chicas por unos pañuelicos rojos, bailaron por las calles Abarzuza, San Pol, Lizarra y Valdeallin al ritmo de la música de las gaitas. Las empinadas cuestas no fueron ningún impedimento para los gaiteros, que, gracias a un buen par de pulmones, hicieron sonar los pasacalles. 

Gaiteros, dantzaris, kilikis, zaldikos, los maceros, la corporación y la banda La Unión Musical Estellesa se unieron en la calle Carpintería, donde este año aguardaban las primeras filas de mujeres. “Llevo 30 años haciendo la Bajadica. Me acuerdo perfectamente de la primera vez, como si fuese ayer. Nos hicimos unas camisetas con una fotografía de la cuadrilla. Y seguimos aquí para que no se pierda la tradición. La Bajadica significa muchísimo para nosotras. Es un rato de chicas. Hoy somos las protagonistas de las fiestas”, apuntó María Jesús. 

Natalia Jiménez Echeverría lideró la Bajadica junto con sus hijas y sobrinas Marian, Salma, Elena y Dunia. “Las pequeñas siempre están muy nerviosas. A todas horas. Pero hoy más porque la Bajadica es muy especial. Esto es grandísimo. Esto es la vida”, indicó Natalia emocionada. Razón no le faltaba ya que llevaba 17 años sin participar. “La última vez fue en 2006. Desde entonces siempre me ha tocado trabajar. Vivir de nuevo este momento es espectacular. Estoy exprimiendo el día y la noche”, bromeó Natalia. 

“¡Venga filas de mujeres, venga filas de mujeres. Los hombres tendrían que estar mirando y todas las mujeres bailando!”, gritó Natalia, que se percató que este año las estellesas estaban más perezosas de lo normal. Natalia enseguida consiguió su objetivo y la calle Carpintería se empezó a llenar de filas de chicas que no pararon de brincar al son de la canción Bajo la Doble Águila, de Josef Franz Wagner, mientras tarareaban constantemente la, la, la. Escalón para arriba, escalón para abajo. La, la, la. Escalón para arriba, escalón para abajo. La, la, la. Era un logro conseguir avanzar un metro. 

Carmen Zaborras bailaba y cantaba mientras agarraba de la mano a sus nietas. “Les estoy enseñando la tradición de la Bajadica. Y mañana –por hoy–, bailaré con mi nieto de 20 meses. Quiero que me cojan el testigo”, confesó Carmen, que participa en esta tradición desde “que me casé con mi marido en 1981. Soy aragonesa, mi marido es de Estella y me vine a vivir aquí”, relató Carmen.

Nadie se quiso perder la Bajadica. Y si había que ir con cascos de obra, se iba con cascos de obra. Lo importante era estar. “A mi hija Amaya le molestan los ruidos desde que es pequeña, pero no nos queríamos perder este momento. Con los cascos está más tranquila y ya está. Ahora nos meteremos a saltar y bailar porque si no la bajadica se hace muy larga”, afirmó Patricia Esparza. 

Un dato. A las 13.00 horas, una hora después, aún no se habían recorrido los 174 metros de la calle Carpintería. Ni de lejos. Al final de Carpintería, en el cruce con la calle Mayor, esperaba en silla de ruedas María Puy Echeverría, madre de Natalia, que seguía liderando la Bajadica. “Es lo más bonito de Estella. Aunque no pueda bailar ni saltar, también disfruto mucho en la silla de ruedas”, aseguró María Puy Echeverría, que nunca se ha perdido este momentico de las fiestas: “Mis padres se vinieron a vivir a Estella cuando tenía siete años. Y desde cría he venido. No he fallado ningún año.

Las 43 filas de mujeres se adentraron en el callizo Gaiteros y a las 13.30 horas llegaron a la plaza San Francisco de Asís, donde esperaban los gigantes de Estella. Los gigantes y el público hizo un pasillo a los zaldikos, kilikis y la banda La Unión Musical Estellesa mientras ondeaban al viento sus pañuelos rojos. 

Después de ellos, vino la corporación municipal compuesta por los siete concejales de UPN, el edil del PP, Carlos Jiménez, y la socialista María Sanz de Galdeano. La alcaldesa de Estella, Marta Ruiz de Alda, realizó todo el recorrido escoltada por el jefe de la Policía Municipal, Rodrigo García Galdiano, que en el chupinazo agarró del cuello a la concejala de EH Bildu, Eli Ciordia, que intentó sacar una ikurriña en el balcón consistorial. La alcaldesa de Estella, preguntada por el incidente del viernes, no quiso hacer declaraciones y se limitó a decir “lo de siempre”.