Síguenos en redes sociales:

Cucaña soleada para la juventud en Estella-Lizarra

La única lluvia del comienzo de las fiestas fue la de harina. El buen clima se sumó finalmente y la juventud de Estella pudo disfrutar del chapuzón y el descenso del río Ega tras el chupinazo

Fotos del inicio de las fiestas de Estella-LizarraIban Aguinaga

63

En el chupinazo de Estella la ropa de baño sustituyó al pañuelo, al rojo y blanco habitual de la indumentaria e incluso al vino. Los más jóvenes prefirieron equiparse de un hinchable circular que emuló a un neumático. Fue el protagonista del inicio de las fiestas que se prolongarán hasta el 7.

Decenas de grupos de amigos mataban la espera golpeándose con él y sudando un poco para que el clima, algo molesto al principio, no fuese impedimento para darse un chapuzón en este famoso ritual. Aunque Oihan y su grupo lo tenían claro. “El tiempo da igual, nada impide la fiesta”, sentenciaron con ánimo. No llevaron nada para mancharse los instantes antes del cohete, pero estaban dispuestos a recibir “lo que caiga”. La plaza, tomada por los jóvenes, se convirtió en una lluvia de harina y bebidas. Nadie se libró de entrar al río con alguna suciedad que quitarse. Las cabezas de los adolescentes mostraban un blanco reluciente. Cánticos y saltos, como si todos fueran parte del mismo grupo de colegas, recibieron con ansia el chupinazo.

Para algunas como Aitana Ruíz y Ana Gómez, naturales de Estella, fue la primera vez en la cucaña: “Lo hace todo el mundo y tiene pinta de estar guay”. Luka Fa y Naia García repetían este año después de la experiencia del anterior: “El año pasado llovía y no hubo tanta gente”. Equipados con una camiseta de neopreno, no iban a permitir que nada les quitase el baño en el río Ega. “Es muy caótico y divertido. Para empezar las fiestas es potente”, declararon entre risas. Con él “¡Viva la Virgen del Puy!” y la muchedumbre volviéndose loca, llegaron las fiestas y una desbandada dispuesta a llegar al río lo antes posible como si de un desembarco pirata propio de otro siglo se tratase.

Concurso de saltos

El puente de la calle San Francisco Javier se convirtió en un improvisado concurso de saltos que hasta contó con jurado. Un equipo de la Cruz Roja que se personó para garantizar la seguridad en el río. Estella no arranca sus días grandes ni con bares ni música. Empieza con el descenso del Ega y una estampa de baño veraniego. Decenas de personas fueron a verlo. Carlos Azpilicueta, vecino de toda la vida, recordó cómo era la tradición cuando él era joven: “Al principio, hace unos 25 años, había que coger patos. Luego tenías que intentar llegar al otro lado del río”.

El sol terminó sumándose a la fiesta. “Hoy se está bien”, reconocieron Ruíz y Gómez. Y después del baño, tenían clara la hoja de ruta: “Ahora a ducharse y a salir”. La fiesta no había hecho nada más que empezar.