EN 1933, la vieja Iruñea guardaba aún, semiocultos en sus patios y callejones, numerosos restos de su pasado medieval. En uno de estos estrechos callejones o belenas, el situado junto a las escalericas de San Cernin, que desde la calle San Saturnino bajan a la calle de Santo Domingo, se podía ver por entonces una antigua torre medieval, resto seguro de la muralla del burgo de San Cernin, erigida para defenderse de los del burgo de la Navarrería, cuando ambos barrios sostenían enconadas guerras entre sí. Se asomaba sin duda sobre la calle Santo Domingo, cuando ésta era un barranco, húmedo y sucio, que separaba a los contendientes a modo de foso. A buen seguro desde esta torre se defendieron los de San Cernin en la sangrienta Guerra de los Burgos, en 1276, que terminó con la destrucción total de la Navarrería, que permanecería abandonada y arrasada durante más de 40 años.

El Privilegio de la Unión, otorgado por el rey Carlos III el Noble en 1423, reunió a los burgos de San Cernin, San Nicolás y Navarrería en una única ciudad, terminando drásticamente con las rencillas. Las murallas que separaban los barrios perdieron entonces su utilidad, y con los años fueron desapareciendo o quedaron, como en este caso, anquilosadas, fosilizadas y olvidadas.

HOY EN DÍA, el lugar permanece casi igual que hace 70 años, y seguramente no ha cambiado mucho en los últimos cinco siglos. Recientemente, el Ayuntamiento ha adecentado el lugar, recuperando nivel original del suelo y el tramo inferior de la torre. Gracias a arqueólogos e historiadores, sabemos que formaba parte de la muralla de San Cernin, y que estaba destinada a proteger la zona de Portalapea (literalmente "debajo del portal"), refiriéndose al viejo portal medieval que se encontraba justamente donde hoy bajan las escaleras de San Cernin a Santo Domingo. Más aún, sabemos que se trata de la llamada torre de Johan Caritat, mencionada muchas veces en los documentos medievales de Pamplona.

En las excavaciones se ha recuperado una galería de arquillos ojivales y buen número de bolaños, es decir: proyectiles de piedra para catapulta, de diferentes calibres. Proceden de la citada Guerra de los Burgos (1276), seguramente los lanzaron desde la Navarrería contra las imponentes torres de San Cernin, y hoy se exponen aquí, pudiendo admirarlos cualquiera que se acerque. Esta modesta belena es lo más parecido que Pamplona tiene a un espacio museizado in situ, o sea que bienvenido sea. Para que los políticos que gobiernan el Ayuntamiento vean que, cuando hacen bien las cosas, se las reconocemos.