Miguel Oteiza lleva 15 años transportando viajeros de un lado al otro de la gran ciudad. Está casi fijo en la línea 4, su especialidad como chófer, y tampoco la cambiaría porque, como él mismo reconoce, aunque tiene “lío porque es la que más pasajeros, tiene la gente es estupenda y educada”. El viaje de punta a punta, de Burlada-Barañáin, se lo conoce al dedillo: una hora y 48 minutos ida y vuelta. Ahora, con la amabilización se notan más usuarios en el paseo de Sarasate y Tres Reyes en dirección a Barañáin. Otras paradas concurridas son Conde Oliveto y Merindades.

¿Son más lentas las articuladas? “Apenas hay diferencia”, responde. Lo verdaderamente malo de estos grandes autobuses dobles es que la gente no se acostumbra a ir hasta el final, se quedan en la mitad y “da mucha rabia que porque se ponen a hablar o por despiste tener que dejar gente en la parada habiendo hueco suficiente al fondo”. Oteiza también defiende los autobuses híbridos porque “tienen las mismas prestaciones que un autobús convencional y no contaminan”.

El goteo de usuarios ha ido creciendo de forma ascendente en los últimos tres años, subraya. “Yo creo que estamos ahora en los niveles que teníamos cuando yo entré justo antes de la crisis. En los últimos años se nota la mejora económica y también supongo que está influyendo la amabilización del centro”, remarca. “En esta línea hay usuarios de diferentes generaciones. Tienes gente joven que acude el sábado a Itaroa, estudiantes, trabajadores, usuarios que suben al centro para comprar o por ocio... Cuando hace bueno porque la gente sale más y cuando llueve porque se coge el transporte a cubierto...”.

Las limitaciones de acceso para el vehículo privado al casco viejo han supuesto un claro avance para el tránsito de villavesas, reconoce, si bien todavía quedan aspectos que mejorar como son las entradas y salidas al centro. “En la plaza de la Paz se siguen formando embudos aunque ahora tenemos prioridad semafórica y se nota”, remarca. A partir de ese punto la circulación, sin duda, “es mucho más fluido el paso de autobuses”.

También el cambio de parada en Huarte y la prioridad semafórica ha supuesto un punto de inflexión para ganar segundos, minutos en el cumplimiento de esas frecuencias casi matemáticas. Las horas puntas son de 7.30 a 9.30 de la mañana y al mediodía a partir de las 13.30. La entrada a colegios, estudiantes de enfermería y viajes a la zona hospitalaria agrupan el grueso de la demanda. “Estamos viendo también muchos usuarios que utilizan el bono mensual, sobre todo entre gente joven, y también está bastante extendida la tarifa social”, señala.

Por otro lado, las mamparas, tan reclamadas por los chóferes, tienen sus ventajas e inconvenientes. “Se pierde contacto con el cliente aunque se gana protección ante situaciones de conflictividad”, admite. Lo peor de esta profesión, remarca, es lidiar con las dobles filas en la calzada y con los aparcamientos en las paradas. “No sólo porque nos dificulta en muchos casos sacar la rampa para subir una silla de ruedas sino porque no podemos acercarnos a la acera para coger o dejar a gente mayor”. Gente mayor la cual, asegura, es más vulnerable a los frenazos, según relata, “no se suelen dar; trabajamos con sentido común y no es lo mismo que acerques a escolares que a personas mayores porque sabes que debes ir más tranquilo pero es cierto que a veces los horarios te imponen el ritmo”.