Hola, personas, por si alguien no se ha fijado, ya está aquí, ya ha llegado, nos invade, nos llena todo de luz y de calor, el verano del 19 (título de película de Antena 3) ya se ha asentado entre nosotros y aquí se quedará hasta que el otoño del 19 lo desbanque y lo mande a la oposición, así son las cosas. Y dicen que viene peleón.

Eran las 23 horas del lunes cuando he tomado bastón, carretera y manta y me he echado a las calles pamplonesas a darme el ultimo paseo primaveral; para cumplir con la tradición y despedir bien a la estación amable, esta semana me he dado mi obligado paseo por el camino que desde Beloso baja al río.

Impresionante como está la vegetación, ¡qué explosión!, los árboles y arbustos están preñados, aquello que prometían los tiernos brotes hace tres meses se ha multiplicado ciento por uno, lo verde forma un túnel tupido y vivo por debajo del cual el paseante discurre. Las tornas han cambiado y los caducos que en invierno sufrían las mofas de los perennes por estar desnudos, son ahora los que se pavonean ante estos con sus trajes nuevos, brillantes, recién estrenados. Así es la vida, hoy me río yo, mañana tú. La frondosidad es tal que hay tramos en donde no entra ni gota de luz, la luna esa noche no la encontré, no sé si es que se fue con Lorenzo a darse un homenaje o tenía una cita con su toro enamorado, pero el caso es que no brillaba? por su ausencia.

La noche era cálida, como pocas habrá en todo el verano, y eso limacos y caracoles lo notan y se quedan a resguardo entre la vegetación y lo que en otras calendas es alfombra húmeda y viscosa hoy era cemento caliente y peligroso para las familias Mocoso y Miricol, si se diesen un paseo se les secarían las tripas. Eso no me ha extrañado, sin embargo he echado en falta los cantos de la familia Grilloetxea, será que el camino no es tierra de grillos, yo pensaba que los había en todas partes y que cuanto más calor más frotar las alas y más música negra en el ambiente. Pero no, estarán preparando las fiestas, aunque estos para vestirse de blanco lo tienen chungo.

Al llegar al final del camino y salir del túnel verdinegro que lo cubre he notado la frescura del río, la temperatura era ostensiblemente menor y una suave brisa es regalo que recibe el caminante. La pasarela-tambor que salva el Arga me ha recibido con los brazos abiertos y ha prestado sus lamas para que con mi bastón hiciese música, a ella le gusta. Y le gusto yo porque sabe que hablo de ella en el periódico, y también sabe que es una cenicienta entre los maravillosos puentes que jalonan la corriente a su paso por nuestra vega, pero tiene su corazoncito y? a una le gusta que se acuerden de una, dice.

Una vez en la otra orilla he seguido recto. A mano derecha lo primero que me encuentro es un precioso nogal y luego otro y alguno más, serán hijos de la cercana nogalera de Burlada, algunas nueces parranderas que salieron una noche y ya no pudieron volver, he concluido. Estos nogales y muchos árboles más de especies variadas dan sombra a un parque de esos domingueriles con lugar habilitado para fogatas, mesas y bancos, que tanto abundan en nuestras cercanías y que tanto gustan a familias de bolivianos, peruanos y demás ciudadanos de procedencia sudamericana, se ve que allí hay mucha afición a la parrilla.

He rebasado la granja de Goñi a la derecha y la huerta de Zabalza a la izquierda para llegar, saludando a los ponis, a mis queridas pasalelas, era tal la grata sensación que llegaba del río que me he sentado un rato con los pies colgando y de cara a la corriente para verlo llegar y partir sin solución de continuidad. He estado pensando unas cosas que tenía que pensar. En la playa de Caparroso un grupo de chicas sentadas a la orilla disfrutaban de la noche contándose cosas, en plan? ¡qué fuerte tía!, y echándose unas risas, tía, muchas risas. Envidia. En frente la familia Cua-Cua pasaba tranquila la velada.

Alcanzada la otra orilla he subido por la cuesta que me lleva al centro, a mi izquierda Villa Olvidada, ya nadie se acuerda de ella ni para bien ni para mal, a ver que hacen los recién llegados para volverla a la vida. Sigo subiendo y paso por debajo de la controvertida pasarela del Labrit, aun tiene el traje naranja propio de los inquilinos del siniestro corredor ese de las cárceles yanquis, pero parece ser que su caso va a ser revisado por diferente jurado y que es más que probable que salve el pellejo, de lo cual me alegro, y que una buena y bien estudiada solución técnica la ponga de nuevo en uso.

He cruzado la cuesta de la Txantrea y he llegado a la calle Juan de Labrit, he subido por esa extraña parte que está sobre elevada y a la que dan las traseras de Tejería. Lo que era zona presa entre casas y muralla , tierra de nadie, hoy es lugar de esparcimiento, risa y coperío. La primera terraza es la del Kayak, el “Incógnito” se llamaba cuando yo era jovenzuelo, ¡si sus paredes hablasen!, le sigue el afamado y exitoso restaurante Ábaco, allí donde las hermanas Arza repartieron tanta y tanta felicidad nacida en los fogones del Hartza. Luego Erronkari y alguno más de nuevo cuño antes de llegar a los tres históricos de la cuesta: Cavas, Kabiya y Katos, en éste último cuando yo era niño se decía que había señoritas de esas que fuman.

He llegado a Estafeta y la he tomado en sentido inverso de la carrera, era martes y estaba prácticamente desierta, quería hacer una foto del reloj que cuenta atrás lo que falta para la locura colectiva pero no la he querido hacer del de la esquina, ese es un reloj que para mí esconde un engaño, una triquiñuela, una mañuetería, y he ido a hacerla al reloj que compraron Carmelo y su hermano para La Casa del libro y que es ante Dios y los hombres el auténtico. Marcaba 17:12:18:52. Ya sabéis lo que eso significa.

Por estafeta no había gente pero había hosteleros currelando, como Alberto, de la Cervecería La Estafeta, viejo amigo con el que me he parado y me ha estado contando todo el trajín que supone organizar los asuntos de intendencia y personal para lo que les viene encima; me he cansado solo de oírselo contar. Los bares no son automáticos, acarrean un montón de trabajo previo fundamental para que luego en la semana mágica todo vaya rodado, o todo lo rodado que en ella se pueda.

He subido por las escaleras de Las Vegas para salir a la Plaza del Castillo por su tramo más sanferminero, el tramo de los porches que va de dichas escaleras al Txoko, es con mucho el campeón del bullicio y la parranda. El Gure etxea, el Baviera, la Tasca de don Jose, el Manhatan, el Kiosko, el Eslava , el Txoko y alguno que me olvido se encargan de que así sea.

He tomado Carlos III, he puesto rumbo a mi cubil y poliki, poliki 60 minutos después de salir me recogía.

Que tengáis una semana de lujo. Ya falta menos.

Besos pa tos.

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