Resulta muy triste esto de ir despidiendo colegas y hoy le toca a Carlos Polite, el crítico taurino de estas páginas, una autoridad y el compañero cuya presencia siempre se recibía con gran agrado. Polite llegaba a la redacción y la inundaba con esa emoción que suscita la cercanía de las fiestas de San Fermín. Como las ganaderías al Gas, la entrada de Polite al periódico era siempre emocionante. Tocaba reservarle una mesa y ordenador, recordarle las claves y el manejo.

A Polite, poco amigo de las extravagancias, le veía como una persona discreta, silenciosa e ilustrada tanto en lo referente al toro como a otras parcelas, entre ellas el flamenco. Fue un precursor en Pamplona, nos acercó a Sabicas y el Gayarre pudo saber de este arte mucho antes del Flamenco on Fire. Polite fue un elegante en la farra, un simpático y conversador, muy vivido, seguramente, y extremadamente amable y educado. Siempre con una sonrisa y capacidad de agradar. Perteneciente a una manada de castas de la tauromaquia pamplonesa, con él vienen a la mente muchos nombres, siempre masculinos, eso sí, como Lalo Zúñiga y Paco Apaolaza, los hermanos García, Emilio Hita, Ignacio Usechi, José Mª Marco, Eugenio Salinas, Enrique Estremad, Lucio Riesco, Lalo Moreno, Manolo Sagüés y otros más que tanto nos han ayudado a los neófitos que (como yo) alardeaban de conocer algo de este mundillo por hacer las crónicas del apartado y del patio de caballos... y por coincidir en los toros y sus aledaños, el Monas, Yoldi, Nevada e incluso en el sorteo o al compás del pasodoble de turno interpretado magistralmente por La Pamplonesa camino de la Monumental con las mulillas. Se nos ha ido Polite y es muy triste. La enfermedad le ha tenido retenido estos últimos tiempos y su ausencia a edad temprana, en una jornada de sol y moscas, solo deja un pequeño consuelo: haber conocido a una persona importante y haber podido disfrutar de su amistad y de sus enseñanzas. ¡Agur, Polite! ¡Agur, maestro!