Como el flautista de Hamelín, que llegó un buen día a la ciudad y hechizó a los roedores, que siguieron su música allí donde el intérprete les guiaba, los vecinos y vecinas de la calle Cirauqui de Mañeru llevan semanas encantados por los compases de la música profesional, Elzbieta Podolak. Cada noche, desde el 15 de marzo, la flautista de origen polaco empuña su instrumento y, desde la ventana de su casa, deleita a sus vecinos con miniconciertos de veinte minutos.

Al comenzar el estado de alarma, uno de sus vecinos, Julio Iriarte, animó a Podolak a comenzar a tocar. "Vimos que, en otros lugares, por el confinamiento, estaban haciendo cosas parecidas y quisimos animarle a empezar", dijo Iriarte. Ella cogió el guante y, día a día, lo que empezó siendo anecdótico, ha ido convirtiéndose en una rutina que, de no ser por razones meteorológicas, no se salta. "Es muy fácil empezar a hacer algo así, pero muy difícil acabar", confesó la artista entre risas. Según dijo, es su forma de agradecer a sus vecinos todo el cariño y arropo que les regalaron a su marido y a ella hace cuatro años y medio, cuando dejaron San Sebastián y se instalaron en Mañeru.

Que la pareja se estableciera en la localidad navarra fue fruto del azar. Aunque fue en Polonia donde, desde la educación primaria, Podolak comenzó su formación musical, ha pasado la mayor parte de su vida girando por el mundo, acompañando a distintas orquestas y conjuntos. En nuestro país, además de tocar en ciudades como Madrid y Barcelona, ha colaborado con agrupaciones como la banda de la Ertzaintza o la orquesta de Vitoria. Ahora, ha cambiado esos grandes escenarios por una pequeña ventana, pero, admitió, la satisfacción es igualmente plena.

"Es un gesto de generosidad que sale del corazón, algo positivo que quiero regalar a mis vecinos sin pedirles nada a cambio", aseguró Podolak. Y es que, según dijo, "nos estamos olvidando de estos pequeños momentos de comunidad". Por eso, rechaza la idea de grabar sus conciertos o de subirlos a las redes sociales, pues, además de que "no es mi estilo", quiere que sea lo más íntimo posible, "un acto de bienestar". Además, con la intención de que el sonido sea lo más natural posible, Podolak se abstiene de acompañarse por una base musical, así como no utiliza micrófonos. "La flauta es un instrumento lo suficientemente sonoro como para que los vecinos la escuchen con claridad desde las casas cercanas", remarca. De este modo, el rato que, de 21.10 a 22.00 horas, sus vecinos escuchan la música desde sus balcones, ventanas o jardines, se convierte en un momento de felicidad al final del día.

Minutos antes de comenzar, Elzbieta prepara un programa con los títulos que va a interpretar, a los que adjunta datos biográficos sobre los autores y fecha de composición, y lo envía por el grupo de Whatsapp de la comunidad. Las obras siempre están divididas en cuatro partes, en las que se oyen piezas variadas que van desde los compositores anónimos del siglo XIII, medievo y barroco clásico, romántico, impresionismo y música contemporánea, hasta bandas sonoras de Coen y Frank Sinatra, canciones infantiles y las favoritas de la artista, piezas del cancionero vasco. Su repertorio es amplísimo, pues cuenta con una biblioteca de partituras que ha ido acumulando a lo largo de los años. Así, todas las piezas que ejecuta las ha tocado ya previamente en otro momento y, por tanto, las domina. Según contó, "para poder permitirte improvisar, primero has tenido que estudiar la obra y haberla tocado miles de veces".

Sus vecinos no le hacen feos a nada y disfrutan de todo lo que la artista interpreta. Además, según aseguró Iriarte, están descubriendo piezas que nunca antes habían escuchado y aprendiendo mucha cultura musical. Por eso, aunque no le hacen peticiones específicas, Podolak sí ha dedicado obras concretas en momentos señalados, como el día de la madre, por el nacimiento de un nuevo vecino o tras el fallecimiento de un familiar a causa del coronavirus.

Tras más de tres meses y con más de 60 miniconciertos a sus espaldas, Podolak va planteándose reducir las actuaciones a dos semanales, sin incluir los fines de semana. Estima que el 21 de junio esta nueva costumbre podría llegar a su fin. De momento, continuará con esta aventura acompañada de las cuatro generaciones de su familia que, por diversas razones, han confluido estos días bajo el mismo techo.

"Nos estamos olvidando de estos pequeños momentos de comunidad, de estos actos de generosidad"

Flautista profesional y vecina de Mañeru