esde hace más de 100 años, la familia Goñi posee una ganadería equina en pleno centro de Pamplona. La quinta generación, los hijos de Luis Goñi, se encargan de cuidar a los ponis, potros, caballos y terneros que pastan en los idílicos campos a orillas del río Arga. También continúan con la tradición de vender carne de potro de Navarra: la familia cuenta con cuatro carnicerías desde 1950.

Los inicios se remontan a más de un siglo, cuando Andrés Goñi, bisabuelo de Luis, compró varios terrenos al conde de la Rosa en el barrio de la Magdalena. La principal finca de la familia, tienen otras dos en Tabar y Azagra, sigue situándose en esos terrenos.

Sin embargo, Andrés vendió parte de la tierra para así poder meterse de lleno con la venta de carne. "Mi bisabuelo abrió su primera carnicería en la calle Calderería hace lo menos un centenar de años, que fue cuando empezó a consumirse carne de potro", explicó Luis. En esos terrenos actualmente se encuentra el Club Natación Pamplona.

Los Goñi fueron pioneros en comercializar este tipo de carne e intentaron hacer lo mismo con las vacas de leche. Esta aventura no salió bien: "Mi bisabuelo tuvo varios problemas con las vacas, por lo que decidió enfocarse únicamente en la carne de potro y en el tratado del ganado que, antiguamente, tenía mayor importancia", detalló.

Tras Andrés llegó el turno de Félix, abuelo de Luis. Este se dedicó a incrementar el número de las carnicerías de la familia y en 1950 consiguió la cuarta, que son las que mantienen en la actualidad.

La granja pasó de generación en generación hasta llegar a Luis. "Después de Félix, la empresa la dirigió mi padre, Cirilo, y como a mí nunca me ha gustado estudiar, vi un poco de futuro en esto", contó.

El ganadero detalló que gracias al apoyo de Maica, su mujer, y al esfuerzo de sus hijos, que son la quinta generación y la que en el presente está al mando de la empresa, les va bien: "Tenemos suerte de que hayan seguido con el negocio". Eso sí, Luis añadió que sus hijos lo tienen más fácil que él: "Son tres, cuando yo me encargaba de todo".

La quinta generación la conforman tres de los cuatro hijos de Luis (Andrés, Íñigo y Luis), pero este confiesa que toda la familia colabora o en la parte administrativa, o en las propias carnicerías: "Mi madre Maritxu tiene 92 años y hasta hace cuatro días seguía queriendo vender en la carniceria porque es algo que le encanta, es su mundo. Con la pandemia conseguimos despegarla un poco de la tienda", señaló.

Carnicerías y cabalgatas

Potro navarro

Los Goñi principalmente se centran en la venta de carne de potro navarro. Poseen cuatro carnicerías y en septiembre lanzarán un servicio on line: "Tenemos que estar preparados por si llega otro confinamiento", agregó con humor.

La familia también tiene terneros y algunas vacas que venden a otras empresas. Además, poseen caballos de montura que venden únicamente a picaderos o a algún particular.

A parte de la industria cárnica, los Goñi también participan con sus caballos en la cabalgata de reyes de Pamplona, que sale desde su casa: "Vienen desde Añézcar con los camellos y demás animales. Les dejamos el espacio de nuestra finca para que se preparen", explicó Luis. En antaño, también colaboraban en el Olentzero de la Txantrea: "Participamos hasta que se prohibió el uso de animales".

"El ojo del amo engorda al caballo"

Oficio sacrificado

A las 6.30 horas suena el despertador. Inmediatamente Luis y sus hijos se ponen en marcha para darle una vuelta al ganado: observan a los potros y ven si hay algún cólico o si alguno necesita atención veterinaria. De esta manera, confirman que los animales han pasado buena noche porque, al final, "el ojo del amo engorda al caballo".

Después, se aseguran de que todos tengan pienso y paja y de que no haya ninguna fuga de agua porque "el potro es un animal que se mueve mucho y al final siempre rompe algo", declaró. Esta rutina se realiza tres veces al día: por la mañana, a mediodía y por la noche.

La familia suele comprar los potros en pueblos navarros, sobre todo de la zona de Burguete. Antes también lo hacían en ferias, pero ahora las intentan evitar porque "así los animales sufren menos estrés y se evitan enfermedades".

Una vez realizada la compra, los potros, de unos 15 meses, los trasladan a la finca de Pamplona. Ahí los desparasitan, los vacunan y se les coge el número de microchip. Este se confronta con la guía, la documentación que trae el potro. De ahí pasa a un libro de registro que va a Ganadería de Pamplona y al Gobierno de Navarra.

Cuando los animales reciben el visto bueno y está todo correcto, pasan al cebadero, donde empiezan con los forrajes durante 10-12 días. "Los potros de pueblos están acostumbrados a comer hierba, nunca han probado el pienso, entonces ese estómago hay que hacerlo", explicó.

Después se les cambia a un cebadero de entrada, donde les dan paja y un pienso flojo, pero muy fibroso, para que se vayan adaptando. El siguiente paso es el cebo, unos cereales más fuertes como la cebada, el trigo o el maíz. Este proceso dura al rededor de 5 o 6 meses y después se les lleva al matadero: "Hay animales a los que les coges cariño porque andas todos los días con ellos. Se te acercan y pues te da pena, pero a fin de cuentas me dedico a esto", contó.

Además de cuidar su alimentación, se encargan de su salud porque "suelen contraer muchos catarros o paperas", aseguró. "Hay que tener en cuenta que son potros que vienen del monte y que cambian completamente sus hábitos".

Todas estas labores requieren de mucho tiempo:"Es un oficio muy sacrificado porque no hay horas, no hay días de fiesta, aquí no puedes cerrar la puerta y marcharte. Siempre hay que estar pendiente", subrayó. A pesar de ello, no piensa dejarlo porque "hemos nacido con ello". Luis puso el ejemplo de sus hijos: "Aunque Andrés y Luis han estudiado Administración de Empresas han decidido quedarse aquí", puntualizó.

El ganadero explicó que si sus hijos no hubieran seguido con la tradición, él habría trabajado todo lo posible y después lo habría dejado: "A mí nunca me ha gustado el tema de las carnicerías, de pequeño me mandaban a repartir, pero en cuanto podía me escapaba a la granja. Yo soy más de campo, me gusta estar directamente con los potros. Ahora las tenemos por eso, porque mis hijos han decidido continuar con el negocio", expresó.

En cuanto a dos de sus cuatro nietos, los pequeños Álvaro y Jaime, Luis toda vía no sabe qué pasará ni si habrá una sexta generación de ganaderías Goñi. "Yo como abuelo intentaré que sigan con la tradición, pero al final será lo que ellos quieran", apuntó.

Por el momento el pequeño Álvaro, con solo dos años, ya lo dice, "yo de mayor voy a ser ganadero". Parece que hay futuro.