ola, personas, ¿Qué tal va el año?, imagino que bien, acaba de empezar, así que€

Yo, haciendo honor a mi título académico de Dr. Paseante, lo primero que he hecho con el nuevo año amanecido ha sido irme a pasear. El día, como corresponde a la fecha, estaba fresco, el II Ensanche presentaba una densidad de población en sus calles cercana a cero, he dirigido mis pasos a la Media Luna para alcanzar mi camino preferido: el famoso serpentín que desde Beloso me lleva al río. Esta vez no era el camino en sí mismo el motivo por el que he acudido a él, sino su historia. Resulta que hace unos días Víctor Egia, lector de mis cosas, historiador documentadísimo del pasado industrial de Navarra y loco enamorado de todo lo que haya acaecido en nuestro solar, me hizo llegar una información que yo quería comprobar in situ y contárosla porque me pareció muy interesante. Él me dijo que al bajar por el camino, en el último recodo mirase entre la maleza a mano izquierda, entre el camino y el río, y vería los restos de una tejería que allí hubo y me envió al ordenador un enlace para que viese una cosita que él había escrito sobre tal punto y actividad. En dicho enlace vi con alegría que en un mapa de 1756 ya figura mi querido camino lo cual le confiere época y eso para mí le eleva de categoría de una forma espectacular. Al final del dieciochesco sendero, en una explanada entre él y el cauce fluvial figura un edificio al que el cartógrafo llama tejar, indicador de que la actividad fabril ya estaba presente. Un siglo y pico después, en 1882, Juan Etchegoyen obtiene una licencia municipal para extraer leña del río y utilizarla en su tejería de Beloso Bajo, así mismo unos años más tarde le conceden licencia para poner un "ferrocarril aéreo", o sea una especie de cable con cajones de carga, para poder subir los ladrillos a lo alto de la ripa ahorrando un considerable tramo en su transporte. La desgracia se hizo presente y al mes de ser inaugurado el ingenio un cajón golpeó al hijo del dueño, Justo Etchegoyen, en la cabeza "destrozándole el cráneo" y causándole la muerte inmediata. Don Juan falleció en 1910 siguiéndole en el negocio su hijo Norberto. En sus hornos no solo se fabricaron modestos ladrillos sino que también se fundieron solemnes y sonoras campanas, así en 1886 Nicomedes Haro, su hijo Constantino y Teodoro Sierra fundieron la campana de San Lorenzo y en 1899 la de San Agustín. El taller pasó a ser una fábrica de azulejos que comercializó sus productos bajo la marca San Julián y Cenzano. Se cerró definitivamente a mediados de los años 80.

Bien, hasta aquí lo que nos cuenta Víctor al que agradezco infinitamente que me haya desvelado que un lugar tan apreciado por mí no solo es camino que me permite alcanzar el río sino que en tiempos pasados jugó un papel importante en la vida de la ciudad, lo cual a mis ojos le hace ganar un buen puñado de puntos.

Acabado el camino he llegado a la pasarela musical que hoy no hacía música, nada le sacaba un dorremi, estarán los músicos escuchando el concierto de año nuevo, he pensado, y he parado un poco para asomarme el río desde la barandilla y verlo viajar calmo y firme. Estando en eso algo me ha llamado la atención en la rama de un árbol que, como si fuese la caña de un pescador gigante, sobrevolaba el lecho, en ella he distinguido a una entrañable ardilla más pelirroja que Maureen O'Hara correteando divertida de rama en rama con su enorme cola enhiesta, la he seguido con la mirada hasta que se ha mimetizado con el ocre de la vegetación y ha desparecido. He seguido mi camino, la senda empezaba a llenarse de paseantes que de todo tipo y condición. He alcanzado el románico puente de la Magdalena y al llegar a él en vez de tomarlo, mis pies, desobedientes, han hecho derecha y me han llevado al convento de las josefinas, he llegado hasta la iglesia y una vez en la puerta me he dado cuenta de que jamás la había visto por dentro, así que me he dicho: voy a probar suerte. He ido hasta la puerta de la comunidad y he llamado al timbre, mi padre me enseñó que con educación y amabilidad todas las puertas están abiertas, bueno, casi todas. La hermana portera me ha abierto y me ha preguntado el motivo de mi presencia, se lo he explicado y me ha rogado que esperase que iba a llamar a la persona encargada del tema, al rato ha vuelto acompañada de la hermana sacristana a quién he repetido mis pretensiones, me ha escuchado con atención y me ha franqueado el paso. Le advierto que en la capilla hace mucho frío, me avisaba mientras me acompañaba a verla, hemos llegado, ha abierto una puerta y me ha dado paso, ciertamente hacía un frío helador pero daba igual. El templo es obra de Serapio Esparza y he de decir que me ha sorprendido gratamente ya que por fuera no es especialmente bonita y yo me había hecho idea de un interior acorde, pero no, es una iglesia pequeña de estilo neogótico, muy clara, con todos sus elementos pintados en blanco lo que le confiere luz y ligereza y unas meritorias vidrieras que le dan un cromatismo muy interesante. De entre todos sus elementos uno me ha llamado la atención: un Calvario que en vez de las tradicionales tres figuras que lo componen, a saber, el Crucificado, la Virgen y San Juan, tenía cuatro; preguntada la hermana sacristana por esa cuarta figura me ha explicado que era la Magdalena, patrona del barrio y de los agricultores y que cada 22 de julio los hortelanos se acercan a ofrecerle sus productos llenando el pequeño altar de lechugas, acelgas y coliflores. La hermana María Belén se ha disculpado por no poder enseñarme nada más del convento debido a la norma sanitaria y finalizada mi visita me ha acompañado a la puerta junto a la hermana portera despidiéndome las dos con gran amabilidad. Así da gusto. Al salir he visto que el nuevo ramal que están construyendo para unir Burlada con el infinito les ha costado a las monjas una capillita exterior, en la que tenían una virgen de Lourdes siempre rodeada de flores, y un buen pedazo de jardín.

He salvado el río por el puente-joya, y he seguido el camino que este año no verá llegar a los Magos de oriente, he paseado por entre baluartes, revellines y murallas, he atravesado el portal de Francia y por él he entrado en la ciudad para dirigirme a mi cueva con el paseo hecho y habiendo conocido una cosa más de nuestra querida Pamplona.

El domingo que viene más. Que tengáis un gran año, mejor dicho, que tengamos un gran año que tal y como están las cosas si vienen bien dadas vienen para todos. Y viceversa.

Besos pa'tos.