Con el fin de dar a conocer el valor del paisaje natural y cultura de los árboles trasmochos de Leitza, la dirección de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra organizó ayer una salida montañera guiada por los parajes de Urkizu e Ixkibar, en Leitzalarrea. A la invitación acudieron cerca de una veintena de personas de diferentes puntos de Navarra, pero también de Gipuzkoa, entre profesionales y amantes de la naturaleza que pudieron disfrutar de una mañana espléndida en un entorno privilegiado. También de dos guías de lujo, Miguel Mari Elosegi y Gabriel Saralegi, dos leitzarras que llevan 13 años realizando trabajos de trasmoche en más de un centenar de ejemplares para preservar esta vieja costumbre.

"Tuvieron que venir de Inglaterra para darnos cuenta del valor que tienen los trasmochos", apuntó Elosegi. Y es que todo comenzó cuando Helen Read, una bióloga e investigadora inglesa, llegó a Leitza para conocer de primera mano el trabajo realizado durante generaciones por los leñadores en los bosques de hayas, robles y fresnos, entre otros árboles. No en vano, en Inglaterra la revolución industrial fue casi cien años antes y ya no quedaban leñadores que pudieran transmitir su saber.

En Leitza encontraron un filón con los hermanos Perurena y Miguel Barriola, los últimos carboneros del pueblo. Lo cierto es que hasta hace 50-60 años se trasmochaban las hayas para usar las ramas como leña para hacer carbón. Eran ejemplares de unos 50 años a los que se cortaba las ramas de la base de la cabeza cada 15-20 años, según explicó Saralegi. Asimismo, apuntó que el corte tradicional es muy agresivo si las ramas son muy gruesas. "Hay que intentar dejar cicatrices de corte de un máximo de 30 centímetros. El diámetro inicial ideal es en torno a 10-15 centímetros, o incluso menos", apuntó.

TÉCNICAS Con la luna en creciente, tal y como debe ser en las hayas según la sabiduría popular, ayer se trasmochó el ejemplar 104, que se hizo a la manera de los ingleses, es decir, con corte progresivo con motosierra para la reducción de la corona, lo que implica trabajar a mayor altura y por tanto, con mayor dificultad. De la tarea se encargó Omar García, de Baslan. Asimismo, Saralegi realizó un trasmoche de segunda vuelta con el hacha, un ejemplar en el que ya se había trabajado hace unos años y que ayer lucía en muy buen estado.

Lo cierto es que se encuentra en un lugar con mucha luz, fundamental para su buen desarrollo. Ello significa que es una zona donde pasta el ganado, otro factor clave para su desarrollo porque se encarga de mantener limpia de maleza y otros ejemplares más jóvenes. "Los animales evitan que la dehesa se cierre y avance hacia el bosque natural", señaló Saralegi.

Cada ejemplar tiene una especie de DNI, un código que permite su identificación. Además, mediante fotografías se ha recogido el aspecto de cada árbol antes y después de trasmocharlo, y en fichas se registra quién, cuándo y cómo se ha trasmochado, además de las particularidades de cada árbol. Después, anualmente se hace un seguimiento para ver su evolución y la respuesta a los cortes realizados.

En general los árboles jóvenes han respondido bien y los viejos de manera variable. En total se han muerto ocho, siete hayas y un roble, según explicaron.

GESTIÓN SOSTENIBLE Los árboles trasmochos son un ejemplo de que la acción del hombre y el poder de la naturaleza pueden ir de la mano, una manera de rejuvenecer los viejos árboles siguiendo unas técnicas ancestrales con el fin de alargar la vida del árbol.

También de una gestión sostenible del bosque, un manejo que consistía en podar regularmente a unos 2-2,5 metros, dónde no llegaban los dientes del ganado, para producir madera, forraje o fruta, propio de economías ligadas a la tierra. De esta manera, el árbol crecía a lo ancho, con árboles que durante siglos han ido cogiendo un aspecto peculiar, con troncos gordos y copas anchas de gran belleza. Además, estos ejemplares tienen un gran valor ecológico porque proporcionan alimento y hábitat para multitud de especies. Y es que alcanzan edades muy avanzadas, por lo que muchos de ellos tienen especial valor para la conservación de la biodiversidad.

La visita de ayer se encuadra dentro del programa de educación ambiental organizado por la dirección de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, con numerosas actividades desde septiembre a junio elegidas, preparadas y dirigidas por el personal de guarderío ambiental y por personal técnico del departamento. La próxima cita, el domingo 24 de marzo en la Laguna de Pitillas, con un paseo para la búsqueda de puestas de sapos y ranas.