Un año más, como viene sucediéndose desde tiempos inmemoriales, mamuxarroak y muttuak fueron dueños y señores de las calles de Unanu. Y es que la tranquilidad de este concejo de Ergoiena de un centenar de habitantes se ve interrumpida con la llegada del carnaval. Las celebraciones comenzaron ayer, mamuxarro txikien eguna, el día de los jóvenes. Ayer renovaron esta tradición doce chavales, 10 chicos y dos chicas. Y es que desde hace tres años las mujeres también son protagonistas de este rito ancestral para despertar la naturaleza del invierno. Para ello, blanden largas varas de avellano, los temidos urritzak, con los que golpean a los pies de vecinos y visitantes.

Se trata de un ritual relacionado con la purificación y la fertilidad, matar lo viejo para dar vida a lo nuevo, según afirman algunos. También sostienen que estas celebraciones de origen pagano vienen celebrándose del medievo y no han faltado nunca, sorteando las prohibiciones del franquismo que hicieron que desaparecieran en otros pueblos. “Aunque de normal hay pocos jóvenes viviendo en el pueblo, vienen otros que también son de Unanu por razones familiares”, apuntó Javi Mozo, concejal de Ergoiena, orgulloso de la buena salud de esta fiesta.

El carnaval es transgresor y anónimo. Y más en Unanu, donde mamuxarroak y muttuak cubren su rostro con la katola, una máscara de hierro centenaria que convierte en única esta celebración. El resto de la vestimenta de estos personajes difiere poco de la de otros carnavales rurales. En el caso de mamuxarroak es camisa y pantalones blancos, fajas rojas negras o rojas a la cintura sobre la que se ciñe un cinturón de cuero con cascabeles, panpaxilak como se llaman en Unanu, cubriendo su cabeza con pañuelos y sombreros con cintas de colores. Los muttus van vestidos de mujeres con colores vivos y sin cascabeles para no ser oídos, de ahí su nombre, mudos. Mas sigilosos, sorprenden a su víctima y avisan al resto hacia dónde huye la gente. Si bien sus víctimas preferidas eran los txikis y las jóvenes no hacían distinciones a la hora de hacer probar el urritza.

Las carreras y los saltos en las faldas del monte Beriain se sucedieron algo más de una hora, con mamuxarroak y muttuak persiguiendo sin tregua a aquellos que se cruzaban en sus caminos. Además, las casas no eran refugio seguro y a la mínima posibilidad, se adentraban por ventanas y balcones. Después llegó el momento de reponer fuerzas en un auzate con txistorra, queso, pan y vino. Todavía faltan unos días para que llegue la Cuaresma y hay que aprovechar. Mañana será el Mamuxarro handien eguna, día en el que salen los mayores.