n este verano diferente no ha faltado en Altsasu Aisiz Blai, el programa de ocio que organiza la ludoteca Txantxarti de Altsasu para reforzar el euskera durante las vacaciones estivales así como contribuir a la conciliación de la vida familiar y laboral. Con el foco puesto en los protocolos de seguridad, la primera quincena de julio participaron 132 niños y niñas de entre 4 y 12 años y en la segunda 125 txikis, menos de la mitad del pasado año. Entonces fueron 299 y 283 respectivamente.

Esta segunda quincena finalizó ayer, dos días antes de lo previsto, como medida preventiva al conocerse que dos monitoras habían estado en contacto una persona que había dado positivo de Covid-19, tras lo cual se encuentran en cuarentena a la espera de hacerse la prueba PCR. Este veterano programa continuará en agosto con 17 niños y niñas la primera quincena y 21 en la segunda.

De lunes a viernes y en horario de 9.30 a 13.00 horas, han sido mañanas en las que las criaturas disfrutaron de juegos, manualidades, excursiones, cuenta cuentos y otras actividades de ocio adaptadas a la edad en un entorno seguro, más si cabe en estos tiempos de pandemia. Lo cierto es que se han extremado las medidas para evitar el contagio. Así, con el fin de que no hubiera aglomeraciones, los grupos se redujeron de 15 a 10 txikis, repartidos en tres espacios. Los más pequeños estaban en la ludoteca Txanxari y el resto en el colegio Zelandi y el frontón Burunda.

Asimismo, se han reducido las actividades conjuntas, que cómo máximo eran de dos grupos. "Se han acotado los espacios para evitar el contagio y en el caso de producirse tenerlo localizado", explica Joxepi Markinez., coordinadora del programa. Además, el uso de la mascarilla era obligatoria a partir de 6 años y recomendable en edades inferiores. "Cuando no se podían usar las mascarillas, como era el caso de las actividades en el agua, se mantenía la distancia de seguridad", observa Markinez. Con el fin de que no compartieran material, cada txiki contaba con su pack individualizado y se incidió en el lavado de manos. En el caso de actividades en el exterior los monitores llevaban gel hidroalcohólico.

La pandemia también obligó a suspender actividades que se habían convertido en clásicas en este programa, como la noche de acampada en San Pedro de los mayores o la fiesta final, y se buscaron otras nuevas como un scape room o ginkanas. "Nos hemos visto muy limitados por el aforo. Todo ha sido en pequeño formato", observa Markinez.

Desde el Ayuntamiento, el alcalde, Javier Ollo, reconocía ayer el trabajo de los y las monitoras, 14 en total además de otros 10 jóvenes en prácticas, "en esta situación de incertidumbre".

Los niños y niñas mayores, de 5º y 6º de primaria, unidos en Komando baratzero, han creado un huerto comunitario, en una zona de Otai que estaba abandonada y con maleza y ahora luce llena de vida con hortalizas y plantas aromáticas de cuyo cuidado se encargarán vecinos y vecinas. Por grupos, de una manera escalonada, los baratzeros prepararon la tierra para su cultivo. La plantación fue el viernes, una no fiesta en la que se reunieron los cuatro grupos para plantar lechugas, cebollas, puerros, brócoli y otras hortalizas además de romero y lavanda. "La chavalería ha estado muy motivada. Venían con sus azadas, y hablaban con abuelos y vecinos para pedirles consejos", apuntan los organizadores. Precisamente, otro de los objetivos de esta iniciativa era acercar a los niños y niñas el huerto y el cultivo ecológico y la importancia de consumir alimentos sanos y de cercanía.