Después de ocho décadas de andadura, Foto Izor de Altsasu ha echado la persiana. Y es que hace unos meses que a Maribel Zornoza, de 66 años, le llegó la hora de la jubilación. "Me da mucha pena. Todavía no me hallo", señala emocionada. Lo cierto es que le está costando despedirse de una de una forma de vida en la que lleva desde los 16 años, aún más si se tiene en cuenta que nació entre cámaras, negativos y fotografías. Lo ha vivido de forma tan natural que nunca le preguntó a su padre como empezó con este oficio.

Isidro Zornoza, de ahí el nombre de la casa, puso en marcha el negocio en 1941 con licencia para fotografía ambulante y otra de fotografía con galería, servicios fotográficos en la actualidad. Hasta 1973, año en que abrió la tienda en Kale Txiki, trabajaba desde casa, donde tenían habilitado un estudio.

Al principio con su máquina de fuelle, acudía a fiestas y romerías de Altsasu y la zona, desde Ziordia hasta Uharte Arakil, donde cuadrillas y familias posaban para la posterioridad. Y es que Foto Izor acercó la fotografía en tiempos en que era casi magia. Así, cuando las máquinas de fotos era un bien al alcance de pocos, documentó la vida de generaciones de personas de la zona, fotografías que a veces se guardan como tesoros.

"En San Pedro nos poníamos a la derecha de la ermita, cerca de un roble, y colocábamos una pancarta", recuerda Maribel Zornoza. La menor de tres hermanos, todos siguieron de diferente manera en el negocio familiar. Primero se incorporó la mayor, Mari Carmen, y después Ángel que se hizo cargo del negocio tras la jubilación de su padre. "Yo comencé con 16 años a ayudar en el laboratorio.

En la época de blanco y negro se revelaba el negativo, se positivaba después y también hacíamos ampliaciones", recuerda. Si bien siempre estaba para echar una mano, se hizo cargo del negocio en 1999 por la enfermedad de su hermano, fallecido en 2008.

Sakana, Salvatierra y Araia

Así, la familia Zornoza ha acompañado a generaciones en sus momentos de celebraciones; en bodas, comuniones y bautizos. "Estamos en muchas casas de Sakana pero también de Salvatierra y Araia, en Álava", cuenta. Al respecto, recuerda que ha cambiado mucha la forma de trabajar. "Antes las bodas se limitaban a la ceremonia y fotos con la familia, que luego se colocaban en un álbum. Ahora se sacan más fotos", observa. "Siempre hemos hecho lo que pide el cliente e intentar captar sus gustos".

El trabajo profesional a veces no tiene nada que ver con lo que te gusta hacer", apunta, al tiempo que destaca que han contado con una clientela fiel a la que quiere agradecer su confianza. "Me encanta estar con la gente y he hecho muchas amistades", apunta.

Lo cierto es que Foto Izor ha mimado a sus clientes. Prueba de ello es que a las parejas que contrataban sus servicios para lo boda en los años 70-80 les obsequiaban con unas cerillas personalizadas que se repartían con la entrega de puros para los hombres y cigarrillo para las mujeres. Y es que eran otros tiempos. "En el pórtico se les hacía la foto y mientras mi hermano continuaba en la ceremonia, iba corriendo a casa para revelar el negativo y positivarlo en el cartón del estuche, al que añadía unas transparencias con los nombres", recuerda.

Técnica

Más allá de lo que supone como archivo gráfico de 80 años de la vida de la zona, la historia de Foto Izor también es la de la evolución de la fotografía, desde los negativos en placas de cristal con pesadas máquinas a la era digital. "Tuvimos que comprar cámaras nuevas y empezar de cero. Solo pudimos aprovechar los focos del estudio", apunta.

Al igual que a su padre, le ha gustado estar a la última y utilizar buen material. Prueba de ello son las máquinas de fotos que ha colocado sobre el mostrador, un viaje a través del tiempo, desde la máquina de fuelle a otras de 4x6, 6x6 y las Canon de los últimos tiempo, pasando por las míticas Hasselblad, "Antes el trabajo era muy manual. Mi padre hacía retoques de los negativos de 6x6 con lapiceros", recuerda.

Así, quitaba arrugas, manchas u otras imperfecciones con las que conseguía dar el gusto al cliente. Asimismo, coloreaba fotografías. "Fuimos pioneros en la zona en la utilización de proyecciones de fondos, algo muy novedoso entonces, lo que nos permitía variados paisajes para las fotos de estudio", apunta.

En relación a estos nuevos tiempos de Photoshop, reconoce que se ha facilitado mucho y hay muchos recursos para la creatividad. No obstante, señala que la fotografía se ha banalizado. "Debe transmitir emociones. Cuando ves una foto tienes que recordar las sensaciones que viviste en ese momento", observa.

"No somos tan necesarios como antes", lamenta Maribel Zornoza. "El futuro de las tiendas de fotografía es complicado. Se ha dejado de pasar a papel las fotos y la venta de carretes también ha desaparecido. También es complicada la venta de máquinas de foto porque enseguida se quedan obsoletas", apunta. Aunque todavía hay personas que encargan fotos de estudio, este trabajo también ha descendido con los móviles. "Las tarjetas de Navidad casi han desaparecido. Las fotos se hacen con el móvil y se pasan por WhatsApp", observa.