os pueblos también se apoyan en la música para superar la reclusión a la que están sometidos sus habitantes por la crisis del coronavirus.

Suspendidos los ensayos colectivos por causa mayor, los instrumentos se asoman a ventanas y terrazas y rompen el silencio de las calles por medio de convocatorias expandidas por las redes. Es una comunicación de balcón a balcón, entre amigos, en familia o entre todo un pueblo dispuesto a no dejarse abatir en estos extraños días que toca vivir.

En Aoiz, le han llamado el reto del coronavirus agoizko y consiste en que todos los días, a las 20.30 horas, cualquier vecino o vecina que sepa tocar un instrumento interprete una canción desde su casa. Y el resto debe averiguar qué canción es entrando en: angiluerreka.org/retocoronavirus. “En esta App hay que elegir el título de la canción, y aparecen los nombres de los que aciertan cada día. De regalo, un pan artesano del maestro Gutiérrez”, cuentan desde la sociedad, motor cultural de la villa. “Intentamos que entre todas y todos podamos superar estos días de reclusión con una sonrisa. Somos un pueblo y, como tal, tenemos que apoyarnos”, resumen.

En Lumbier tampoco se ha hecho esperar la reacción musical que comenzó con iniciativas entre amigos de terraza en terraza durante los primeros días. Un lenguaje musical con doble sentido.

El sábado, la convocatoria popular la promovió el Ayuntamiento. Días antes se lanzó la propuesta de que sonara la diana en cada balcón y ventana, después de la última campanada de las diez. El director de la escuela de música y de la banda, Daniel Aristu, facilitó la partitura de la pieza para su difusión en Facebook y tuvo gran acogida.

“La verdad es que la idea gustó, ha hecho gracia y a los chavales, ilusión”, expresaba Aristu. De tal modo, añadía que, con toda probabilidad, se organizarán más.

Durante el aislamiento los profesores de música tampoco descansan. Adaptan partituras y promueven ensayos para no perder el ritmo, aunque cada uno de los alumnos esté en su casa.

“La banda tiene previsto preparar algo para Semana Santa”. Será un montaje virtual, adelanta Aristu.

“Este tipo de cosas nos vienen muy bien a todos, hacen comunidad. Tocas, te saludas, salvas la distancia. Es una forma de decir: “Seguimos aquí al pie del cañón”, apuntaba Álvaro Díaz, profesor de trikitixa de la escuela y vecino que participó en familia desde su terraza y que no descarta nuevas iniciativas musicales en el transcurso de los próximos días. “Es muy motivador para los txikis, salir a tocar al balcón y romper esta rutina”, añade convencido.