Motivos de salud fueron los que le empujaron al vecino de San Adrián Javier Diez, de 46 años, a cambiar su trabajo en una empresa de caravanas y furgonetas por otro que exigiera menos esfuerzo físico. Y casi por casualidad surtió la oportunidad de regentar un bar en Orbara, junto a su compañera Sara Navarro, de 45 años. Así fue cómo la pareja y su hijo Lucas de 12 años comenzaron una nueva vida en el valle de Aezkoa, en la otra punta de Navarra. “Fue una carambola. Tenía problemas en los huesos y quería cambiar de trabajo. Vinimos en furgoneta con unos amigos que se alojaron un fin de semana en Abaurrea y la mujer de la que casa nos habló de un hostal que quedaba libre pero que no lo pudimos coger, así que al final caímos aquí”, asegura Javier, que suma la experiencia de haber trabajado en un catering con su hermano.

Desde que abrieron Eskola Taberna el 17 de julio, no han tenido tiempo ni para descansar. Lo cuentan satisfechos, ocultando el cansancio acumulado, pero contentos por la prosperidad del negocio. “Nos hemos dado mucho tute. Entre el coronavirus, entre que viene muchísima gente y que hay pocos servicios en el valle, hemos notado mucho trabajo”, afirman. De hecho, en este tiempo han tenido que contratar a cuatro personas más; y eso que los comienzos no fueron nada fáciles. Además de acondicionar el bar con una decoración propia, hacer algunos arreglos y preparar la terraza para dar comidas, los dueños echaron a andar el bar-restaurante sin lavavajillas. “El pedido se retrasó, no nos llegaba y fueron días de locura. No sé cómo lo hacíamos. A todos los amigos que venían a visitarnos, les mandábamos a fregar”, dicen entre risas.

Sin embargo, echando la vista al verano, no se cansan de repetir que lo más les ha sorprendido es la gran acogida por parte de la gente de la zona. “Nos hemos sentido muy arropados. Pensábamos que la gente aquí era más cerrada y no es así, nos trata como si nos conociera de toda la vida. En San Adrián igual te cuesta buscar amistades, pero aquí el día de la inauguración nos regalaron un eguzkilore, un cuadro… Hasta nuestro perro se perdió la primera semana y la gente enseguida se puso a buscar. Es muy fuerte”, reconocen ambos.

Manteniéndose fieles a sus raíces y sintiéndose como en casa, Javi y Sara han traído consigo al Norte lo mejor de los productos de la Ribera. Y es algo que -dicen- la gente de la Montaña agradece, por ser novedad y porque la calidad es indiscutible. “Nos gusta traer buen producto. Un día se me ocurrió colocar una bandeja de tomates grandes en la barra y la gente me decía: yo quiero una ensalada con ese tomate de ahí. ¡Como si fueran bogavantes!”, recuerda Sara.

Por eso, en sus menús del día ya no pueden faltar espárragos, pimientos, alcachofas o pochas. “Lo que más se gasta con diferencia son las pochas. Todos los días hacemos unos 6 o 7 kilos y siempre se termina el puchero”, añade Javi.

Con un precio de 15 euros entre semana y 20 euros los fines de semana, en el menú del día también ofrecen carne y pescado a la brasa. Y durante las noches, varían la oferta ofreciendo raciones, platos combinados o huevos rotos. “Nos gusta experimentar y vemos que funciona lo que es diferente. Vamos metiendo cosas en el menú como unas kokotxas con alcachofas, ajorriero, chuletón o codillo, siempre acompañado con verduras de la Ribera. Y la verdad es que funciona muy bien”, aseveran.

Además del bar, también cuentan con una pequeña tienda de alimentación donde disponen de productos básicos como huevos, latas, zumos y, por supuesto, conservas de la Ribera. Un servicio extra que abastece a quienes recorren la ruta GR11. “Este verano han pasado muchos montañeros y hasta les hemos dejado sitio para dormir en la terraza. Nos lo agradecen mucho y al final, siempre compran alguna cosilla o se toman un café”, apostilla la pareja.

De momento, tienen el contrato firmado con el Ayuntamiento de Orbara para un año mínimo. Sin embargo, parece que el negocio del bar-restaurante va funcionando bien y que, tanto ellos como su hijo, se han adaptado a la vida y a las gentes del Pirineo. Ahora el reto es afrontar la temporada alta del otoño y, sobre todo, sobrevivir al invierno, aunque ya tienen pensada alguna alternativa como pintxo-pote o campeonatos de mus. “Sí que nos decían que éramos locos y que no era lo más acertado abrir un restaurante en pleno coronavirus, pero mira, si nos confinan, qué mejor que estar aquí”, concluyen los adrianeses.

“Pensábamos que la gente de aquí era más cerrada, pero nos trata como si nos conociera de toda la vida”

Gerentes del bar-restaurante Eskola Taberna, en Orbara