Dos cuadrillas y las ganas de dinamizar la vida social de la juventud en una ciudad de provincias de finales de los 60 conformaron la mixtura que daría lugar a lo que, décadas después, se ha transformado en una auténtica religión para sus fieles socios: la peña La Teba. La asociación, una de las veteranas de la capital ribera, cumple en este 2019 cincuenta años de su nacimiento. Por allí andaba Pablo Sada, el nombre que inauguró la lista de presidentes. Aunque quizás no es demasiado conocido que, debido a no contar por aquel entonces con la mayoría de edad, no pudo firmar la documentación relativa a los estatutos. “Éramos muy jóvenes, la mayoría teníamos 16 años, y la rúbrica la tuvieron que poner otros socios que ya tenían 18”, rememora sentado junto a la mesa de la bodega en el local de la sociedad, en la calle Portal. Ese muy jóvenes se refiere no a una edad en la que hoy en día, como se dice con cierto tono pícaro, se sabe latín, sino porque echando un vistazo a la sociedad actual no resulta corriente ver a chicos o chicas de esa edad remangarse para fundar una asociación en la que, además de pasarlo bien, hay que organizarse y, sobre todo, asumir un compromiso absolutamente altruista. “Era la mayor preocupación que teníamos de que aquello no funcionara. Por delante iba a haber reuniones, actos a los que asistir? se trataba de hacer algo más de lo que hace una cuadrilla”, narra Sada. Los inicios se envuelven, con la vista atrás, en pasos lentos y momentos de cierto parón, como el vivido hacia 1973, cuando muchos de los socios fundadores debieron cumplir con el servicio militar. Obligaciones de otra época que, sin embargo, no impidieron a los tebanos originales aprovechar sus permisos para no perder la comba.

Para muchos, la irrupción de la Teba supuso un boom en lo que se refiere a la vida social y al ocio en la Tudela de los 70 y 80. Sergio Iturre, actual presidente, y Amaya Lafuente, socia y, al igual que Sergio, hija de socio, guardan en su subconsciente esa percepción de hito porque así se la han transmitido generaciones anteriores a la suya. No llegan a los 30. Y representan la cuarta hornada de tebanos. “Lo vivimos desde muy pequeños, es algo que se adquiere de niño. Y aquí estamos ahora”, señala Lafuente. Iturre, que pronto cumplirá seis años al frente de la junta, revive sus recuerdos con una idea fuerza. “Para mí, la Teba ha significado siempre la cuadrilla de mi padre. Desde niño he formado parte de esa relación especial entre los socios y es curioso que no comprendiera algunas cosas o conociera algunos detalles hasta que fui más mayor o empecé como presidente”, narra. Iturre se refiere, por ejemplo, a la Ofrenda Floral, uno de los actos de cabecera de la agrupación durante las Fiestas de Santa Ana. La implicación de la Teba con actos tradicionales, sobre todo en momentos en los que hacía falta un empuje, ha sido característica durante toda su trayectoria. “Con el paso de los años tuvimos charanga, entablamos relación con el deporte, asistíamos a todos los actos en los que se demandaba nuestra presencia. Estábamos en todo”, afirma Sada.

A menudo, la asociación se ha nutrido de nuevas incorporaciones para proporcionar un relevo generacional y también como una manera de mantener viva la motivación. Cuando los socios fundadores fueron llegando a la treintena, se abrió paso a la llamada Teba Juvenil, formada por nuevos miembros de menor edad que también servían como captadores de socios y dinamizaban la actividad de la peña en otros ámbitos. Durante muchos años, el ocio y las celebraciones populares de la ciudad no se entendían sin peñas como La Teba, que pronto se convertiría en una de las veteranas, y otras que surgieron también desde los 70, como la Moskera, La Jota, El Brindis o San Juan. “Cuando celebramos el 40º aniversario, a través de las fotos y recortes de una exposición me enteré de muchas cosas”, recuerda Iturre, quien relata anécdotas como la de que los mozos tebanos llegaron a sustituir a la brigada de limpieza un 1 de enero o que fueron partícipes de una tradición también arraigada hoy día en la capital ribera como es el Olentzero. “Cuando ves esas cosas te haces a la idea de lo grande que es esto”, narra.

Quizás por esa presencia ininterrumpida y latente a lo largo de las décadas, la peña siempre ha contado con la simpatía de una gran parte de los vecinos de la ciudad e incluso de otros lugares de la comarca. El Tudelanos En Buena Armonía que da forma a su críptico nombre parece haber calado. “Creo que cuando te piden cosas y respondes, después siempre hay agradecimiento. En todo lo que se nos ha pedido hemos estado, nos hemos movido, y puede que esa sea la razón de que se nos devuelva ese cariño”, explica Sada, quien, sin embargo, asegura que desconoce si las generaciones más jóvenes son también partícipes de esa especie de unión empática. Lafuente, a ese respecto, considera que la generación de socios que ella representa, la que cabalga entre los 20 y los 30 años, ha conseguido acercarse a sus coetáneos adaptándose a los tiempos. “Sobre todo este último año se ha trabajado mucho en ofrecer entretenimiento a la juventud, sobre todo en fiestas”.

La nueva hornada de la junta directiva, que ahora ejemplifica ese compromiso que en su día preocupaba a Sada, ha tratado de mantener la esencia de la peña haciendo guiños a nuevas tendencias y a los cambios generacionales. El tradicional Portal Extra, una revista previa a las Fiestas de Santa Ana editada por los tebanos, ha complementado su visión satírica de la ciudad con varios cortometrajes que han logrado suscitar el interés de antaño pero también entrar en el terreno de lo viral. Es solo un ejemplo. “Las últimas cuadrillas de jóvenes que han entrado han traído más ideas y eso nos ha posicionado entre ese rango de edad previo a los 30. Eso es algo importante en estos tiempos, en los que hay muchas más alternativas de ocio y los hábitos han cambiado tanto. Hemos continuado transmitiendo esa buena armonía”, explica el presidente.

Sada reconoce ese mérito de mantener viva la llama de lo que significa La Teba. “Es complicadísimo hoy en día, porque de este tipo de peñas se tiene una imagen muy tradicional y ceñida a las fiestas de verano, al bombo, a la charanga... pero todas las peñas que conozco, aquí y en otros sitios, tienen el denominador común de que su vida a lo largo del año es tremenda”, explica. Hilando con esa idea se puede llegar a vislumbrar la segunda familia que la agrupación ha significado para muchos socios. “Aunque es cierto que los familiares de socios anteriores lo vivimos con intensidad desde muy críos, también hay personas que no tenían ese nexo, han entrado y han entablado una relación muy especial y prácticamente familiar con los demás”, afirma Iturre. Puede que ese matiz suponga el verdadero camino a otros 50 o incluso más años de historia de La Teba. Aunque Sergio lo tiene más claro. “¿El futuro? Que La Teba nunca deje de ser La Teba. Para mí esa será la clave”.