ara referirse a la Plaza de Los Fueros siempre se ha usado el tópico de que es el cuarto de estar de Tudela. Esta descripción se ha hecho más evidente que nunca en este tiempo, desde que el 16 de marzo se decretara el estado de alarma. Nunca, desde que se construyó, en 1651 ha estado tan vacía. Ni siquiera cuando se levantó el asfalto para convertirla en peatonal en 2002 y 2003. Tras la desaparición de los coches, el peatón se adueñó de esta zona. Desde entonces, la plaza pasó de ser una especie de gran rotonda con aceras en los extremos al auténtico pulmón de la vida social de la ciudad. La plaza aparece ahora como el centro de una ciudad posapocalíptica. El hecho de que haya tantos balcones y tan pocos vecinos da todavía un aspecto más solitario y desierto a un lugar que nació como la primera plaza para toros urbana del país. En sus casi 370 años de vida ha visto de todo: aplaudir a la República, a un rey, a dictadores, alentar a tropas antes de partir o recibir a ejército invasores. Más allá de la historia, no hay acto musical, cultural, festivo, gastronómico, lúdico o tradicional que se precie que no tenga en este cuadrilátero su eje. Por eso en este confinamiento sus escasos vecinos descubren una plaza diferente, Nueva, y la disfrutan.

José Miguel García, arquitecto que trabaja en 2º y vive en el 3º del número 14 recuerda que "antes muchas veces a las 11 de la noche o a horas raras me quedaba viendo la plaza y era complicadísimo verla vacía. Cuando una persona desaparecía por la Carrera, otra venía por el Muro, o por Eza, era imposible, ni siquiera a las 6 de la mañana. Ahora ver tantas horas seguidas la plaza vacía, y con sol, no lo había visto nunca. Colgué en Instagram un vídeo el Día del Ángel a las 9.00 y a la gente le impresionó ver que no había nada ni nadie en la plaza".

Alejandra Gómez, arquitecta, vive en el segundo de la calle Muro número 2 y ha descubierto la cantidad de pájaros que viven en la plaza. "Es lo que más me ha sorprendido. Hay muchísimos. Antes con el ruido de la gente no se apreciaba tanto, pero ahora con el silencio se oyen muchos pero además, muy diversos". En su mismo edificio, en el balcón de abajo, del primer piso, Alberto Romeo, profesor de Geografía e Historia de Secundaria en el Instituto Benjamín de Tudela, ve cada mañana cómo a sus pies, se forma todas las mañana una larga cola para comprar pan. "Pensaba que éramos cuatro vecinos los que vivíamos aquí, que había muchos apartamentos turísticos, pero me he dado cuenta de que no, que estamos una docena y que hay entre 10 y 12 casas habitadas. En el momento de salir a las 8 entablas conversación y dirigimos los aplausos a las enfermeras de la Residencia, es bastante chulo porque aplaudes a ellas y no es tan abstracto".

Es cierto que nadie se va a vivir a la plaza si no soporta el ruido, pero aún así, todos sacan cosas positivas. "De normal no noto demasiado el ruido. No me molesta. La verdad es que así me gusta menos, me da como pena, me gusta ver el ambiente. Es verdad que ahora salgo más al balcón a tomar algo, antes no lo hacía, a lo más me asomaba dos minutos, porque si quería tomar algo me bajaba a los bares", reconoce José Miguel. Para Alejandra el problema es parecido, "si te gusta la tranquilidad no vives aquí, porque día si y día no, hay eventos o están los bares. Para vivir aquí tienes que ser de una forma determinada, si no no lo aguantas". Además también señala que "ahora hago en el balcón lo que antes hacía en los bares, desayunar, tomar una cerveza y socializar. Salgo y hablo con el que pillo", ríe.

Alberto, por el contrario asegura que "voy a echar de menos esta plaza, la nueva plaza de la pandemia. Ahora salgo a tomar el vermut, a comer o a tomar el sol en cuanto veo un rayo. No es que sea especialmente pudoroso, pero no es lo mismo salir y que te vean mil personas a que ahora lo hagan 10. No me molesta el ruido de la gente, sabía lo que era esta plaza, lo que peor llevo es el de las terrazas. El civismo aquí es regular, he estado en otras ciudades y aquí las formas de gritar son muy altas. Ahora se está de lujo".

Quién más frecuenta ahora la plaza son policías, militares o los agricultores desinfectando, "yo creo que es una de las imágenes del confinamiento con las que me quedo, un tractor dando vueltas a la plaza para desinfectarla", asegura Alberto que añade "eso sí, oímos muchas sirenas a las 8, está bien que se les aplauda, pero que 10 coches pasen por delante y por detrás con las sirenas a todo trapo, es un poco irreal. No le veo mucho sentido y me parece que frivolizan su labor".

Sólo un protagonista sigue presente cada 15 minutos, el reloj. "Te acabas acostumbrando, en invierno no uso despertador y ahora ni lo oigo". añade Alberto, "ése no ha parado, pero o te acostumbras o olvídate de vivir aquí", confirma Alejandra.