a suspensión de las fiestas de 2020, anunciada esta semana por el alcalde Alejandro Toquero acompañado de Cabildo, peñas y hosteleros, ha traído a la memoria las ocasiones anteriores en que, por diferentes motivos, se tuvo que adoptar la misma medida. Es sabido que el ánimo del tudelano es de por sí rebelde y en algunas de estas ocasiones se acabaron celebrando festejos, fuera o no de forma oficial algo que, a buen seguro, también sucederá el próximo julio, siguiendo iniciativas populares, en redes, calles o balcones. Los años en que, de forma oficial, no se celebraron actos fueron 1885 y 1936, a los que se podría añadir 1937 y 1938, en que no hubo celebraciones musicales ni de jolgorio, dado que el país estaba en guerra, pero si procesiones religiosas. Por último también hay que recordar que el 28 de julio de 1914 se produjo el estallido de una traca de fuegos artificiales en la plaza de los Fueros (El Volcán de La Martinica) lo que ocasionó la muerte de 11 personas. Ese día se suspendieron todos los actos que quedaban de fiestas.

Si se hace referencia a la suspensión de 1885, el 23 de julio falleció Adela Grao, primera muerte por la epidemia de cólera, que vivía en la calle Carnicerías. En todo el proceso de la epidemia enfermaron 832 personas y murieron 258, el 2,5% de los 10.086 habitantes de Tudela. Según narra la historiadora Pilar Sarrasqueta, el Gobernador provincial, después de consultar con la Junta de Sanidad de Tudela, resolvió la suspensión de las ferias y fiestas de Santa Ana. Sin embargo los vecinos comenzaron a realizar protestas para reclamar la celebración de bailes, ya que según el periódico Lau-Buru "la agitación que en Tudela hubo el lunes y el martes se repitió el miércoles por la noche. Envalentonados, sin duda, algunos individuos por el triunfo conseguido el lunes, dieron gritos en la plaza de la Constitución (de los Fueros), pidiendo que se tocase música, variadas piezas". Pero no eran pocas las quejas que generaban. Los pueblos de la frontera con Aragón protestaron "por las relaciones que se establecen entre soldados y mujeres", al tiempo que también los pamploneses, que habían suspendido sus fiestas de San Fermín, apuntaban que "bailes y algaradas en momento de sufrimiento no son propios de pueblos sensatos". La misma publicación, Lau Buru, se preguntaba "¿es digno de una población tan culta y tan noble entregarse a devaneos cuando en otros lugares hermanos suyos sufren el cólera?".

En 1936 existía programa de fiestas ya preparado que tenía al diestro Rafaelillo y a las Hermanas Palmeño, como las grandes atracciones de la feria taurina. Pero el Golpe de Estado del 18 de julio cambió todos los planes y se acordó "en atención a las actuales circunstancias, la suspensión indefinida de las Fiestas". Pese a ello, el 26 de julio se organizó "por el interior del templo (la catedral) la procesión, trasladando la santa imagen desde el altar a su capilla entre compactas filas de sólo hombres con velas, entre los acordes de la orquesta y cantos del pueblo y con una aclamación general de todos allí presentes de vivas y aplausos como final. ¿Qué hay en todo esto de censurable antipatriótico y antiespañol?", decían las crónicas, ya que durante algunos años de la República el Ayuntamiento se negó a sufragar y acudir a las procesiones. No en vano, en el programa de fiestas de 1932 se suprimió el nombre de Santa Ana en la portada y se hablaba de "festejos cívicos", algo que se cambió en 1933 aunque la actitud del Ayuntamiento fue la misma. La desaparición de la patrona de Tudela se repitió en el programa de 1936, que no se llegó a realizar. Aquel 26 de julio de 1936, el alcalde, Rufino Añón, y el responsable de la Guardia Civil, Joaquín Pelegrí, saludaron desde la Casa Consistorial y elogiaron el levantamiento del ejército.

En 1937 y 1938 se eliminaron las celebraciones durante estos días de julio (a excepción de alguna ceremonia religiosa) si bien los días 17, 18 y 19 de julio los actos festivos (por el recuerdo del alzamiento militar) se multiplicaron. La prensa tudelana recordó durante esos tres días que el 18 de julio de 1936 "había estallado el movimiento que forzosamente precipitaron los hechos de una política de todo punto inaguantable, anticatólica, antiespañola, antipatriótica, rufianesca, brutal y criminal que había de encontrar digna y enérgica respuesta en el pueblo sano, amante de sus gloriosas tradiciones, insobornable, entusiasta y netamente español". Si no fuera porque es de hace 80 años, algunos adjetivos se pueden escuchar hoy.

Durante estos tres días, mucho más celebrados que los de Santiago y Santa Ana, los actos religiosos se prodigaron al igual que las demostraciones militares o las actividades multitudinarias de la Falange. El 18 de julio de 1937, para recordar el alzamiento, a los heridos que se encontraban en el hospital de Tudela (en la plaza de Los Fueros) se les ofreció un menú especial y cinco pesetas. La comida, amenizada por la banda municipal, se componía de paella, alubias verdes, langosta, pollos, entremeses, sidra achampanada, helado, licores y habanos; la misma estampa que retrató Berlanga en La Vaquilla.

Los pequeños también gozaron de sus distracciones haciendo prácticas de guerra junto al actual Corazón de Jesús (entonces solo ruinas del castillo). Animados por padres y familiares, los pequeños tudelanos disfrutaron el 26 de julio de 1937, día de Santa Ana, del ardor guerrero de aquellos años jugando con rifles y bombas. Según se relataba "los pelayos -jóvenes requetés- simularon una batalla en el monte del Castillo, resultando una escena muy movida, interesante y magníficamente ejecutada. Tal simulacro bélico, en el que se emplearon artificiosas bombas de mano, llevó un gran público al campo de operaciones, pasando un muy entretenido y alegre rato, que vitorearon a los chiquitos guerreros".

El entonces alcalde de Tudela, Víctor Melero emitió un bando en el que recordaba a sus vecinos que "se establece como saludo nacional el constituido por el brazo en alto, con la mano abierta y extendida y formando con la vertical del cuerpo un ángulo de cuarenta y cinco grados", el saludo falangista, tras las detalladas indicaciones, se hacía nacional. Más allá de las citas bélicas, el 25 de julio los actos comenzaron a las 16.00 horas con "vísperas solemnes a cuatro voces y orquesta compuestas expresamente para la festividad de Santa Ana por el maestro Pablo Rubla", a lo que seguía, cuatro horas después, la Salve a seis voces y orquesta del Maestro Manuel Ramírez, todo un plan. Por si acaso parecía poco, al día siguiente, día de Santa Ana, la alegría comenzaba a las 9.30 con una "misa a tres voces y gran orquesta del maestro Sancho Marraco". Desde El Ribereño Navarro apuntaban que "no son momentos para darnos regocijos y expansiones, sabiendo que de los frentes puedan venirnos con el anuncio triste de la muerte o de heridos que nos afecten muy de cerca".

Curiosamente, el sacerdote que iba a ofrecer el sermón de la misa no pudo hacerlo, al ser detenido por el ejército republicano en Bilbao y estar convaleciente tras ser liberado. Su presencia era imposible "por no haberse repuesto de su estado de debilidad y gran decaimiento a causa de los malos tratos, fuertes impresiones, mala alimentación y otros vejámenes sufridos durante los meses de prisionero de los rojos en Bilbao, nuestro buen amigo y ferviente tudelano Juan Garnica". Durante todo el año anterior, en Tudela se había fusilado a más de 70 personas sin ninguna nota ni mención escrita.

Los pueblos de la frontera se quejaron de las fiestas de Tudela en 1885 por las relaciones entre soldados y mujeres

"¿Es digno de una población tan culta y tan noble entregarse a devaneos cuando otros sufren el cólera?"

Pese a que en 1936 las fiestas se suspendieron, la procesión de Santa Ana se celebró dentro de la catedral