Durante más de 50 años, los tudelanos, como en una procesión, recorrían la interminable recta de la avenida de Zaragoza hasta la plaza de toros en un aburrido peregrinar delante de las vacas que, pocas veces se molestaban ni en mirar a los mozos que, cada 200 metros, se asomaban a la calle. Pese a que con el paso del tiempo el lugar de inicio se cambió y se acortó (entre 1935 y 1969 partió de Sementales, entre 1970 y 1989 del antiguo Garaje Tudelano y desde 1990 de la calle Frauca) la sensación de tedio de los corredores no se conseguía eliminar.

Por este motivo, las peñas de Tudela, en 1987 decidieron crear una comisión, cuyo cometido era estudiar la viabilidad de “revalorizar las fiestas con el binomio encierro/corrida”. Las reuniones, únicamente populares y sin representantes políticos por lo que funcionaron de forma efectiva y dinámica, comenzaron el 10 de septiembre. La urgencia de buscar medidas era evidente ante el anuncio del Garaje Tudelano de que rescindía el alquiler de sus locales al Ayuntamiento y la necesidad de cambiar radicalmente el espectáculo del encierro. La primera decisión dentro de las reuniones fue la de “desechar casi en su totalidad el actual encierro”. Se requirió la opinión de varios expertos como Javier Pezonaga (encargado entonces del vallado de Pamplona), Javier Lorente (veterinario e integrante de la comisión del encierro de Pamplona), Fermín Echeve (veterano corredor) y Carlos Irisarri (pastor), además de responsables de Protección Civil y Cruz Roja. La intención no era sólo crear un recorrido atractivo sino también incluir en el encierro la presencia de los astados que se iban a torear por las tardes con un objetivo claro de no asemejarse a nadie “en el ánimo de esta comisión no ha estado, ni está, la idea de que Tudela sea más/menos mejor/peor o parecida a nada ni a nadie. La meta es tener el nuestro, dónde y cómo se pueda y deba tener”. 

El primer paso se centró en elaborar dos recorridos. La primera opción partiría de la calle Miguel Eza, y colocaría los corrales detrás del Hospital Nuestra Señora de Gracia, para luego pasar por Juan Antonio Fernández, Fuente Canónigos, Raimundo Lanas y avenida de Zaragoza. La segunda, más parecida a la actual, tenía el interrogante de dónde ubicar la salida para seguir luego por Aranaz y Vides, cuesta de la Estación, calle Camino Caritat hasta subir por una calle que llevaba al callejón de la plaza de toros (no existía Baquero Jacoste junto al parque de Otoño). Curiosamente la elegida por la comisión fue la primera. con una distancia total de 1.142 metros. 

Entre los valores aportados por el nuevo trayecto se encontraba que estaba configurado “una infraestructura urbana con edificaciones de altura, evitando en lo posible espacios muy abiertos o descampados”, si bien se especificaba que todos los tramos debían ser estrechados con el vallado, “logrando así, entre la emoción y el riesgo, una mejor guía de los toros”. La estimación del coste de adecuar las calles rondaba los 40 millones de pesetas y para sufragarlos los peñistas sugirieron cobrar las visitas a los toros en los corrales que debían estar “un mínimo de 8 días” antes del festejo para realizar “un buen encierro”.

Los expertos añadieron sus opiniones a lo largo del mes de septiembre y sugirieron también diversas modificaciones y acciones a acometer para mejorar la seguridad si se pensaba contar con los toros de las corridas. El pastor de los Chopera, Irisarri, apuntó la necesidad de que en la isleta del cruce Eza-Juan Antonio Fernández, se corriera por el interior y que se instalaran puertas de seguridad en cada cruce de calle. Además cifró la cantidad de pastores necesarios entre 10 y 12. Protección Civil y Cruz Roja destacaron la necesidad de contar con 7 ambulancias en el recorrido (hoy en día se colocan 6). De ellas una procedería de los Bomberos, 4 de Cruz Roja, una de Protección Civil y una UVI móvil del Hospital Reina Sofía. Los responsables del vallado de Pamplona y veteranos corredores destacaron como “muy importante” que los toros estuviesen al menos 8 días antes en los corrales y remarcaron la precaución en la colocación del vallado en las curvas, especialmente en la Z que se formaba entre Raimundo Lanas y avenida de Zaragoza. Por último se añadía que, de cara a la llegada a la plaza de toros, sería necesario retranquear los portones de entradas (para evitar las montoneras) y contar con al menos tres dobladores. Dado que de haberse adoptado este nuevo recorrido carecía de tradición, las peñas habían apostado también por contar con la colaboración de artistas locales para que crearan “estampas gráficas del nuevo encierro y acercar a la gente la idea final de esta comisión”. El elaborado y trabajado informe fue entregado por las peñas participantes al alcalde (José Antonio Pérez Sola) y al concejal de Festejos (José María Jiménez) a finales de octubre de 1987. En las conclusiones se pedía también aumentar los espectáculos taurinos hasta llegar a las 4 corridas y una novillada para también incrementar, a su vez, los encierros con toros.

El informe fue elaborado por Luis Arrondo Franco, Alberto Hualde Garde, José Martínez Moneo, José María Frauca Jaen, Luis González Cruz, José Mª Jiménez Mateo, Pablo Rota Gil, Ana Zubieta Jiménez, Cándido Rubio Casado, Juan Ruiz Montoya, Tomás Saso Barberán.

Después de recibido el trabajo comenzaron las reacciones. Pérez Sola señaló a los medios que “lo estudiaremos y llegado el caso deberán ser todas las fuerzas políticas municipales las que se pronuncien en pleno. La cuestión económica es importante pero también es política”. Sin embargo, el tema no se trató en profundidad en ningún pleno, aunque se aludió a él de forma superficial. El más favorable a aquel informe era el propio concejal de Festejos que en una entrevista en julio de 1988 no dudó en señalar que “el coste alcanzaría los 50 millones de pesetas teniendo en cuenta los gastos de instalación. La gente dice que esta cifra es demasiado elevada para disfrutarlo 6 días al año, pero hay que darse cuenta de que son 6 días multiplicados por 50 años, lo que supone 5 millones por año. Si tenemos en cuenta que de las barracas se ingresan 6 millones, entonces, ¿es caro?”. 

Finalmente, la pasividad del Ayuntamiento encontró un apoyo en la postura de la dirección del Hospital Nuestra Señora de Gracia que en febrero de 1989 indicó que era imposible instalar los corrales en la parte trasera de sus instalaciones para que saliera de la calle Eza. Su argumentación aludía a la ley, “queda prohibido el establecimiento de vaquerías, establos, cuadras y corrales de ganado dentro del núcleo urbano de las localidades de más de 10.000 habitantes”. La argumentación, a todas luces absurda, desesperó a las peñas que pidió apoyo al Consistorio, “si no se pronuncia diciendo sí o no al trabajo de la comisión, nos reservamos acciones duras a tomar de cara a las próximas fiestas patronales”. Todo el trabajo quedó en nada y hubo que esperar 17 años para cambiar el encierro.